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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los liberales, en Madrid

AYER SE reunió en Madrid la Convención Liberal Europea, con la asistencia de los más destacados dirigentes de esa corriente política. El encuentro, entre otras cosas, significa para los grupos liberales españoles el respaldo de sus homólogos europeos. En ese aspecto, prolonga los anteriores gestos de solidaridad de las principales fuerzas políticas del mundo occidental para quienes se identifican, en nuestro país, con su pensamiento y con sus programas. La presencia liberal europea en la España posfranquista representa, después de las anteriores visitas de socialistas, democristianos y comunistas, uno de los más seguros indicios de, que el proceso de democratización y de homologación de nuestras instituciones con el sistema pluralista vigente en el Viejo Continente sólo puede interrumpirse o dar marcha atrás a costa de marginar a nuestro país del proyecto de una Europa libre y unida.La influencia de los partidos liberales en el continente es muy diversa. Su peso en la vida pública británica se halla desfigurado por el sistema electoral mayoritario, pese a que en octubre de 1974 obtuvo algo más del 18 % de los votos, sólo consiguió trece escaños, beneficiándose de ese injusto reparto conservadores y laboristas. En Alemania los liberales lograron en 1976 sólo un 7,8 % de los ,sufragios; pero el empate entre socialcristianos y socialistas les coloca en la privilegiada situación de árbitros, y les ha llevado a formar parte del Gobierno de coalición con la SPD. Una circunstancia semejante ha permitido también a los liberales suecos entrar en el Gobierno, aunque en esta ocasión sean los socialistas quienes figuren en la oposición. En Bélgica, con un 15,2 % de los sufragios, los liberales figuraron hasta hace pocos días en un Gobierno de signo mayoritario socialcristiano.

Pero, aunque los partidos liberales no logren espectaculares victorias electorales y su acceso al Gobierno sea como aliados menores de cristiano-demócratas o socialistas, representan a sectores cualificados de la sociedad europea y actúan como acicate frente a las tendencias rutinarias de la vida pública en la sociedad industrial.

Los partidos de ese signo son depositarios, aunque no de forma ni exclusiva ni excluyente, de la valiosa tradición liberal, cuya ideología y cuya práctica ha sido uno de los elementos configuradores de las instituciones y los hábitos de las sociedades pluralistas. Así como otros movimientos y corrientes han dado una total primacía en sus programas a las reivindicaciones democráticas o a los derechos sociales, el liberalismo ha enarbolado siempre la bandera de la libertad. Y si los éxitos políticos de los partidos liberales contemporáneos no son abrumadores, la victoria histórica del liberalismo como ideología es definitiva: la defensa de la libertad pertenece ya al patrimonio común de la conciencia cívica europea y constituye . un elemento básico de los programas de partidos que, sin embargo, no ostentan tal denominación.

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En el panorama político español del posfranquismo la enfermedad de la dispersión ha afectado también a la familia liberal, pero de forma más benigna que a otras. Aunque son todavía varias las siglas dentro de esa corriente, los esfuerzos federativos y las negociaciones unitarias han logrado mejores resultados y se han desarrolla do en un clima de mayor cordialidad que en otros casos. Así, mientras la Internacional Socialista y la Internacional Demócrata -Cristiana reconocen como únicos interlocutores en España al PSOE y al Equipo, respectivamente, la Convención Liberal Europea ha abierto sus puerta ' s a todas las formaciones de este signo, desde la veterana Unión Liberal Española, de Joaquín Satrústegui, ejemplar testimonio del antifranquismo en los tiempos más sombríos de la dictadura, hasta la Federación que preside, en otro nivel generacional, Joaquín Garrigues Walker. Es, de esperar que ese esfuerzo unitario, amparado y fomentado por las fuerzas afines europeas, termine en la crea ción de un Partido Liberal, que hundirá sus raíces en una tradición hasta tal punto española que su nombre es una creación genuina de la lengua castellana.

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