El difícil gobierno desde el centro / 1
El discurso sobre la necesidad de gobernar un país apoyándose en mayorías cuyo eje político se sitúe, en el centro (centro derecha o centro izquierda) no es nuevo en nuestro país. Paradójicamente fueinaugurado con estruendo por uno de los líderes de la extrema derecha en un momento en el que el ala moderada de esta facción aparecía como el centro del espectro político institucional. Desde entonces las cosas han cambiado y cada cual comienza a atender, con fortuna diversa, su verdadero juego. En los artículos que siguen se trata de discutir algunos aspectos de la evolución política y económica de tres países vecinos (Francia, Portugal e Italia) cuyas experiencias pueden resultar- interesantes a la hora de plantear un eventual gobierno centrista en España.Francia
El acta de candidatura del señor Chirac -al Ayuntamiento de París puso bruscamente de relieve el problema de la polarización de la vida política en Francia y el fracaso de los esfuerzos del señor Giscard d'Estaing para romperla.Actualmente hay dos estrategias contrapuestas en el seno de la derecha francesa. 'Una, la del señor Chirac, consiste en dramatizar el debate político, en presentarlo constantemente como un enfrentamiento sin cuartel entre la izquierda y la derecha, en presentarse él y su movimiento (el RPR, llamado antes la UDR) como los salvadores de la nación frente a la amenaza de caos representada,según él, por la izquierda. A esta -estrategia se opone la del señor Giscard d'Estaing, quien ha pretendido desde su elección a la presidencia de la República gobernar Francia desde el centro. Para ello ha intentado, con poco éxito, consolidar su partido de derecha moderada (los Republicanos Independientes) a expensas del más numeroso y más derechista RPR, al mismo tiempo que favorecía la unión de los pequeños partidos de centro. A más largo plazo, su estrategia no podía tener éxito si no conseguía romper la alianza entre los tres principales partidos que constituyen la izquierda (Radicales de Izquierda, socialistas y comunistas) y que controlan -más o menos la mitad de los sufragios. Estos tres partidos cuentan con un programa de Gobierno (el «programa común de la izquierda ») como base de una alianza en la que los desacuerdos son, de todas mane,ras, bastante numerosos.Si el desafío del señor Chirac adquirió las proporciones de un terremoto político, ello se debió en buena medida al fracaso, al menos aparente, de la estrategia del señor Giscard d`Estaing. En efecto, tra
casi tres años de presidencia, la vida política francesa sigue estando tan.bloqueada como cuando llegó al poder, los partidos del cen tro no han ganado terreno y la iz quierda, a pesar de sus disensiones, sigue estando lo suficiente mente unida como para tener posibilidades de ganar las próximas elecciones legislativas en 1978.
¿De dónde viene el fracaso apa rente del señor Giscard d'Estaing? La razón esencial radica, probablemente, en su falta de decisión. a la hora de iniciar una auténtica reforma de la economía francesa. Se «han dado pasos importantes en la modernización y liberalización de la sociedad, por ejemplo legalizando el aborto al término de un debate ejemplar magistralmente llevado por su ministro de Sanidad, la señora Veil. Pero cuando se trató de limitar los privilegios de la gran burguesía, la reforma capotó ante el primer obstáculo. La pi edra de toque fue el debate sobre el impuesto dé plusvalías. El Gobierno pretendía gravar (muy moderadamente) las plusvalías resultantes de la especulación inmobiliaria y bursátil. Este impuesto, que existe en la mayoría de los países industrializados, encontró una resistencia inusitada. Como más de la mitad de los franceses son propietarios de una casa o de un terreno más de la mitad del país se sintió amenazada (aún cuando el proyecto de ley pretendía-tan solo limitar los abusos más evidentes) y al final, tras un debate demagógico y confuso, el proyecto fue aproba do con las modificaciones necesa rias para hacerlo prácticamente inoperante.La importancia de este proyecto era decisiva a, medio plazo por cuanto que atacaba la especulación e inducía, a quienes tenían la posibilidad de hacerlo, a invertir en empresas productivas. Se trataba pues de un intento de modernización de los mecanismos esenciales de una economía de mercado. Su fracaso significa que tanto el tráfico de influencias como el beneficio rápido y sin esfuerzo continuarán siendo una plaga en ese país cuyasposibilidades son inmensas. Y cómo consecuencia, la distribución de la riqueza seguirá siendo la más injusta de los grandes países indus.trializados. Es éste otro aspecto en el que la gestión del-señor Giscard d'Estaing ha fracasado. No porque intentara algo en este terreno (con todas las dificultades políticas que ello hubiera implicado) sino preciasamente porque no se hizo nada en el terreno de los derechos sucesorios. La demagogia aquí es tambien fácil, pero un Gobierno que de verdad quiera reducir las desigualdades sociales debe, de una u otra forma, atacar seriamente el problema de la distribución de la riqueza y, por tanto, el.de los derechos sucesorios. Es éste el primer paso que puede conducir a un mayor consenso social, incluso si los protagonistas de este consenso no son plenamente conscientes de ello en una primera etapa. Si a esto se añade la restauración de una cierta moral capitalista orientada hacia la producción y no hacia la _especu.lación estéril, la reforma económica podría haber encontrado su punto de partida y el señor Giscard d'Estaing podría haber iniciado su anunciada marcha hacia una sociedad más justa y abierta.
Ahora, entre los escombros de su proyecto de sociedad liberal avanzada, el presidente francés tal vez medite sobre las dificultades del reformismo, sobre la inviabilidad a largo plazo de una reforma política si ésta no se acompana de cierta dosis de reforma económica y sobre la necesidad de aceptar hoy los riesgos necesarios parápoder gobemar mañana.
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