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Washington, en virtual estado de sitio

Treinta horas después de que un grupo de extremistas negros, de la secta musulmana hanafi, asaltaran en Washington tres edificios y tomaran como rehenes a más de cien personas, crece en la capital estadounidense la tensión ante un suceso que puede tener un desenlace sangriento. Hasta ahora, una persona ha resultado muerta -un periodista que hacía información municipal- y diez heridas de más o menos consideración.La capital federal ha perdido su habitual y tranquila fisonomía para convertirse en una ciudad sitiada por la policía, con calles cortadas, tiradores especiales apostados en los tejados y un continuo ir y venir de vehículos policiales. Las fuerzas de orden público mantienen un estrecho cerco de los edificios ocupados por los adeptos de la secta musulmana, cuyo número de desconoce hasta ahora, cumpliendo lo que parece ser un ritual de venganza.

A la hora de cerrar esta edición se han iniciado las primeras negociaciones con los asaltantes, cuyas exigencias iniciales son la entrega de seis musulmanes negros convictos del asesinato de la familia del fundador de la secta hanafi hace cuatro años y la retirada de los cines norteamericanos de la película Mahoma, el profeta de Dios, petición ésta que ha sido inmediatamente atendida. Los extremistas, musulmanes ortodoxos, consideran un sacrilegio la aparición en imágenes de su profeta.

El líder de los asaltantes, Abdul Kaalis, de 55 años, cuyas dos mujeres y cinco hijos fueron brutalmente asesinados en 1973 por los miembros de la secta rival cuya entrega reclama, ha anunciado que el y los suyos están dispuestos a morir, pero que antes «rodarán muchas de las cabezas de los rehenes» que mantienen. Mientras las autoridades norteamericanas intentan ganar tiempo, embajadores de países árabes no identificados han iniciado telefónicamente un intento de mediación.

Más información en pág. 6

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