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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Políticos, intelectuales y científicos

La reflexión sobre las diferencias entre el político y el intelectual, entre el hombre de acción y el de estudios, es un viejo tema de la literatura ensayística. En un momento como el actual, en el que nos estamos estrenando en la vida política, vale la pena volver a plantearlo: tantos son los malentendidos y tan grande la confusión que sigue reinando al respecto.El principio de la división del trabajo informa a la sociedad burguesa. En ella no cabe actuar con eficacia, sino desde una especialización. No sólo hay que distinguir genéricamente entre político e intelectual, sino que incluso en la sociedad capitalista altamente desarrollada, político e intelectual, en su acepción más universal, son ya especies desaparecidas. El político lo es en cuanto experto de un campo y de una problemática, así como el intelectual viene sustituido por el científico y el especialista. La especialización creciente es un rasgo fundamental de la sociedad industrial, capitalista y poscapitalista.

Marx criticó la alienación que se contiene en esta división creciente del trabajo. No es el momento de preguntar si con ello retrocedía a un modelo precapitalista del «hombre total» -el idealismo alemán creyó ver realizado este ideal en la polis griega-, proyectándolo utópicamente hacia el futuro. En todo caso, la crítica de la pulverización de lo humano en compartimientos cada vez más estrechos y numerosos, responde a una tradición humanista que resulta muy difícil de desechar. En las ciencias humanas, frente a la escisión burguesa de una razón teórica y otra práctica, Marx postula la unidad dialéctica de la teoría y de la praxis.

La confusión existente en la relación político e intelectual proviene básicamente de los dos hechos que acabamos de reseñar: por un ,lado, la especialización creciente que caracteriza a la sociedad industrial; por otro, la necesidad ineludible de romper el marco angosto del especialista, vinculando la teoría con la práctica desde una dimensión pluridisciplinaria y pluriprofesional. Lo que la especialización separa lo unen de nuevo las necesidades prácticas del ser humano. El hombre de estudios ha de especializarse para adquirir el rigor metodológico que exige el nivel actual de las ciencias. Pero como también quiere que su trabajo tenga repercusión social, que de algún modo sirva al proceso de transformación de la sociedad, se ve obligado a romper el marco de su especialidad y a inmiscuirse en campos ajenos. A su vezel poli.tico no puede dejar de recurrir a ciencias especiales para plantear y llevar a cabo su política fiscal, urbana, educativa, sanitaria, etcétera. El político precisa de la colaboración de los científicos, así como éstos tienen aspiraciones políticas, al estar empeñados en que sus saberes sean utilizados por la sociedad.

En consecuencia, dos tendencias opuestas se manifiestan en las sociedades desarrolladas de Occidente: por un lado, la especialización lleva consigo el que también la política propenda a convertirse en un coto cerrado, propiedad exclusiva de los políticos; por otro, se constata una politización creciente de amplios sectores de la población y en particular de científicos e intelectuales, cada vez más interesados en que sus conocimientos se lleven a la práctica. Para unos, la política es una actividad profesional como otra cualquiera, qué exige una preparación especial y cualidades personales que no están al alcance de todos. Para otros, en cambio, la política es una de esas actividades primarias de lo humano sin cuyo ejercicio el hombre no puede vivir su libertad. La antigüedad greco-latina concibió la política como deber y derecho de todo ciudadano libre, y la modernidad europea declaró a todo hombre ciudadano libre.

La tendencia inherente a la sociedad industrial capitalista, consiste en la profesionalización de la política. La universalización de la acción política, haciendo de la política a sectores sociales tradiuno de los ciudadanos, es la aspiración que cuestiona el orden establecido. Precisamente en el gozne entre estas dos tendencias se plantea la relación de políticos e intelectuales. Puede contribuir, desde luego, a la extensión de la actividad política a sectores sociales tradicionalmente considerados apolíticos, pero también coadyuvar a la profesionalización elitista de la actividad política.

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