Demasiados accidentes en el Metro de Madrid
TRESCIENTOS TREINTA y seis millones de madrileños utilizaron el Metro durante el año 1976. Casi un millón de personas (920.548, exactamente), eligieron diariamente ese medio de transporte para sus desplazamientos en la gran ciudad. Hace tiempo que esa gran cantidad de usuarios, puntuales pagadores del precio estipulado para el billete, se plantean la necesidad de usar otro sistema de transporte, a la vista de la flagrante falta de seguridad que comporta viajar en el ferrocarril metropolitano de Madrid.Ayer hubo dos nuevos accidentes en el Metro madrileño, los dos, entre las estaciones de Aluche y Carabanchel. No hubo heridos. Tampoco los hubo en el sucedido el pasado día 3 de enero, hace exactamente diez días. Sin embargo, desde el 18 de octubre de 1976 hasta hoy se han producido cinco accidentes de Metro: tres alcances (choques de un tren en marcha contra otro estacionado), y dos descarrilamientos. Setenta y tres ciudadanos han resultado heridos, de diversa consideración, en estos percances.
Son demasiados accidentes. La Compañía Metropolitano de Madrid suele explicar, cada vez que ocurre una desgracia de este tipo, que nada tiene que ver la vetusted del material, ni la situación financiera de la sociedad (que pide hace tiempo el árnica de la nacionalización o la municipalización para la solución de sus problemas o sustanciales aumentos de las tarifas), con la frecuencia de los accidentes.
Es muy comprensible que, en nuestro actual sistema económico, una empresa privada busque salidas a un negocio no rentable. Pero nunca cuando en ese negocio se juegan vidas humanas. Los accidentes del Metro de Madrid superan con mucho las más negras previsiones estadísticas. Que, por cierto, son mucho más valorables cuando existe una decidida política municipal para que, en base a la solución de los agobiantes problemas del tráfico madrileño, los ciudadanos usemos los medios colectivos de transporte. Es absolutamente racional que se busquen soluciones al conflicto circulatorio en las calles de Madrid. Pero también es meridianamente injusto que esas soluciones estén apoyadas en medios de transporte público que, en cierta medida, ofrecen al usuario, al tiempo de comprar el billete, un posible viaje hacia el accidente.
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