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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El marxismo de Araquistain

En la crónica bibliográfica de Javier Alfaya (EL PAIS, 19-12-76) sobre la antología de Leviatán, revista que inspiró y dirigió Luis Araquistain, se contienen precipitadas ligerezas.1.º El señor Alfaya nos dice literalmente: « ... en otro clima, en otro país, Araquistain acaso no hubiera sido más que un liberal progresista o un «radical» a la analosajona. En la España de la II Repúbica fue el dirigente intelectual del ala revolucionaria, bolchevizante, del principal partido marxista del país: el Partido Socialista Obrero Español».

Una de las muchas maneras de no saber ni entender bien la propia historia consiste en ignorar la ajena. En la década de los años treinta Europa y los Estados Unidos padecieron una oledada de filo-comunismo (mejor que «marxismo») en respuesta a la amenaza nazi.

Luis Araquistain no era una excepción celtibérica en el sosegado olimpo anglosajón o europeo. Bastaría una ojeada a The God that led, librito prologado por Richard Crossman y que contiene la final recantación de si filo-comunismo de tales figuras como Arthur Koestler, Ignazio Silone, Richard Wright, André Gide, Louis Fischer y Stephen Spender. Aparte de estos nombres, podrían citarse muchos más, algnos entrañablemente ligados a España, como Orwell.

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2.º El señor Alfaya nos dice que Luis Araquistain «no fue nunca un marxista». No cuestionaré la afirmación, probanblemente cierta, y que sólo una pormenorizada biografía intelectual de Araquistain podría esclarecer. Pero el punto me parece, en términos políticos, irrelevante. LA posición política de Araquistain en esos años depende menos de premisas teóricas marxistas que de experiencias históricas muy concretas: la agonía de la República de Weimar (1931-1933) y la destrucción de la República austriaca por los clericales.

3.º Respecto a Weimar hay que decir que Luis Araquistain, como embajador de la República Española en Berlín, pudo asistir (como yo mismo) a la ruina de la democracia parlamentaria alemana y presenciar la serie de pactos -más o menos tácitos o expresos- entre comunistas y nazis, con que unos y otros parecían entrenarse para el definitivo «pacto germano-ruso» de 1939. Entre esos mini-pactos de la política stalinista se cuenta la colaboración activa entre nazis y comunistas en una famosa huelga de los transportes públicos berlineses, que no dejó de impresionar a Luis Araquistain.

4.º Los acontecimientos austríacos de 1934 marcaron muy profundamente a todos los socialistas españoles y, a los que, sin serlo, militaban en eso que se llama la izquierda. Las consecuencias que de esos acontecimientos dedujeron tanto Largo Caballero como sus mentores intelectuales -Araquistain entre ellos- puede que fuesen equivocadas, como yo creo, pero tienen muy poco que ver con marxismo o no marxismo. Fueron puros yerros políticos.

Javier Alfava nos habla de «la debilidad teórica que ha sido - y continua siendo- uno de los males más graves del movimiento obrero en nuestro país».

Ni el Partido Socialista Francés ni el comunista mostraron nunca una gran robustez doctrinal marxista. Una cierta tradición marxista de notable enjundia floreció entre italianos el tránsito del XIX al XX, lo que no impidió el triunfo del fascismo.

6.º Dos cosas, entre otras, me parecen aquí bastante claras:

a) Que los marxistas políticos militantes están especializados en ignorar al Marx teórico.

b) Que, por una de esas paradojas que encantaban a Hegel, de«marxismo»suelen saber -dentro y fuera de la Península Ibérica- o los que no son marxistas (Schumpeter, por ejemplo), o aquellos cuyo vigor de pensamiento pronto los convierte en heterodoxos; en «malditos» de la ortodoxia marxista como Lukacs.

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