Retribuciones de funcionarios
A la vista de la reciente declaración del Gobierno con vistas a la fijación en el futuro de las retribuciones de los funcionarios públicos creo que deben realizarse dos puntualizaciones que me parecen de evidente interés general:Primera: Se habla de reajustar periódicamente dichas retribuciones teniendo en cuenta la marcha del índice del coste de vida. A mi juicio, esta concepción lleva consigo un grave error teórico, pues si se pretende no disminuir la participación de las retribuciones de los funcionarios dentro de la renta nacional, el índice a considerar no debe ser el de precios, sino el del producto nacional en términos monetarios.
En definitiva, el funcionario público debe exigir, y se le debe reconocer, el que sus retribuciones varíen, por lo menos, conforme lo hace el coste de vida y conforme crece la renta nacional en términos reales. No hacerlo así equivaldría a renunciar al disfrute del desarrollo económico de nuestro país como lo hacen el resto de los españoles.
Segunda: Se habla de fijar los coeficientes de los funcionarios de acuerdo con la titulación (superior, bachillerato, etc.). Si el coeficiente es considerado como un elemento de prestigio para los cuerpos, no hay ninguna objeción que hacer. Si se piensa qué debe constituir la parte principal de su remuneración, haciendo desaparecer esos extraños complementos que han representado la forma más o menos subrepticia de subir los sueldos de los afortunados cuerpos que los han conseguido, entonces habrá que preguntarse si igual titulación antes de la oposición de ingreso debe suponer el mismo sueldo, y para ello considerar que:
a) Unas oposiciones exigen otros conocimientos aparte (idiomas, estadística, matemáticas financieras, etc.).
b) Unas oposiciones tienen programas más extensos que otras y, como consecuencia, unas se preparan en meses y otras en años.
c) Como consecuencia de ello, la empresa privada paga unos sueldos a las personas que tienen unos conocimientos mayores que a otras que tienen otros. Si esto no se considera a la hora de retribuir a los funcionarios, determinados cuerpos (y funciones) se despoblarán (ya lo están haciendo velozmente en varios cuerpos y ministerios), y cuando la Administración trate de evitarlo, volverán a surgir los complementos, volverá a convertirse el sueldo del coeficiente en una parte ridícula del sueldo total; por no hablar de los cuerpos que «por la especialidad de su función» consigan nuevas remuneraciones especiales. Resultado: el sistema de coeficientes irreal que no haya tenido en cuenta lo anterior se diluirá en seis o siete años y volveremos al punto de partida.
Cervantes, 19
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