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El plan de autonomía regional divide a los partidos británicos

Juan Cruz

Los partidos políticos británicos están considerando el debate sobre la devolución de poderes parlamentarios para Escocia y Gales como un problema de conciencia personal de cada uno de sus diputados, y no como un caso en el que tenga que intervenir en absoluto el criterio del líder de cada grupo político. Los conservadores han sido los primeros en anunciar que van a seguir esa estrategia, lo cual les evitará escisiones internas que podrían haberse producido en el supuesto de que se hubiera fijado una línea concreta.

La devolución se va a debatir en la próxima sesión parlamentaria, cuyo programa será anunciado por la reina de Inglaterra el próximo día 24. Todos los partidos, sin excepción, se encuentran en sus filas con profundas divisiones acerca del alcance y del sentido que debe tener la devolución, que para algunos es excesivamente escasa, y para otros puede traer consigo la desunión del reino. La cuestión es tan grave que incluso se ha pensado en la posibilidad de convocar un referéndum entre escoceses y galeses para que éstos concreten cuáles son sus aspiracionesEntretanto, crece en Gran Bretaña la demanda de independencia hecha por los unionistas del Ulster, cuyo proyecto ha sido cautelosamente asumido también por algunos sectores republicanos católicos que siempre han hablado de independencia aunque jamás han tenido el apoyo de la comunidad protestante.

La idea de una República del Ulster fue discutida durante el último fin de semana en Belfast por grupos de ambos sectores religiosos que hasta ahora sólo se habían reunido para asistir a manifestaciones en demanda de la paz. Los que asistieron a la reunión consideran que este tipo de debate sobre el futuro constitucional de Irlanda del Norte puede dar resultados más positivos que los que se pueden alcanzar exigiendo simplemente la paz, sin ninguna alternativa. Los católicos que asistieron a las 48 horas del «seminario sobre la independencia» han explicado que si los protestantes abandonaron su excesiva dependencia del Reino Unido, podrían llegar algún día a la conclusión de que el Ulster es en efecto una entidad separada.

En Inglaterra estos seminarios le han visto como «un intento desesperado de llenar el vacío político que existe en el Ulster y se han calificado de escasamente realistas, porque no tienen en cuenta la situación económica de la provincia, que iría aún más al caos sin el apoyo económico británico. Un profesor de la Universidad de Belfast, que ha estudiado la situación y las perspectivas económicas que existen en el territorio, dice, sin embargo, que la «dependencia del Ulster no es tan grande como se cree.

En Escocia el problema es diferente. No se discute la dependencia por razones económicas de fuerza mayor. Al contrario, lo que los nacionalistas, quieren es tomar el control de su propia riqueza, que será incalculable en cuanto el petróleo del Mar del Norte comience a abastecer por completo las necesidades del Reino Unido. Las consecuencias económicas de una declaración de independencia de Escocia serían notables para el resto de Gran Bretaña. Para evitar que llegue a ocurrir lo que los nacionalistas consideran inevitable, el Gobierno estima que no sólo es necesario que el Parlamento apruebe la ley de devolución, sino que será preciso someter a referéndum una disyuntiva fundamental: ¿Quieren los escoceses y los galeses seguir formando parte del Reino Unido o prefieren convertirse en entidades nacionales diferentes?

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