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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El banco democrático

Acabo de leer en la Tribuna Libre de las páginas económicas de EL PAÍS un chocante artículo de Oscar Leblanc Dasi, bajo el título de «Puntualizaciones sobre el presente y futuro de la banca». Digo chocante porque nunca había leído comentario serio sobre la banca tan relacionada con el franquismo. Aparecen «alpargateros franquistas», la banca como «la institución más franquista», los «profesores del franquismo», un «paniaguado político franquista», un banquero «antifranquista activo» y otros que no han «sido franquistas», aparte del «franquismo cinegético» o el «franquismo sociológico». Hasta aquí lo chotante del artículo, porque independientemente de la forma, comparto la generalidad del fondo del trabajo.Analizar las ventajas o inconvenientes de la banca desde su pasado histórico, franquista o antifranquista, no me parece serio. Justificar o potenciar su futuro en función de su «colaboracionismo» en los pasados cuarenta años tampoco lo considero serio. En economía, según entiendo, hay que colgar las etiquetas pasionales o partidarias antes de sentarse con la cabeza fría a realizar el análisis. Y el tema bancario, antes y después del franquismo, sigue presentando un panorama semejante de necesidades de reestructuración para adaptarse a lo que el mercado demanda, y esta es la tesis que mantengo en mi libro de « Banca Convencional y Banca de Servicios». En una economía abierta y competitiva la oferta que no consigue casar con la demanda acaba por ser desplazada. Es un principio básico de marketing.

Nuevas vías

Pero el tema de la nacionalización de la banca española, la vieja polémica de antes, con y después de Franco, y por tanto al margen de franquismos y antifranquismos, es la que interesa en el artículo, y es tan amplia y vieja que bien mereciera la pena adoptar nuevos enfoques, o, por lo menos, nuevas vías para no radicalizar las posturas del blanco o negro, cuando no hay necesidad de llegar a ellas.

Si los partidos socialistas alcanzan el poder, según sus enunciados, se nacionalizará la banca, lo que supone que Sánchez Bella deje su silla a Ramón Tamames. Con este cambio, en principio, no creo que nadie se ilusione y, por otra parte, las consecuencias de la nacionalización del crédito serían mucho más graves. Hablo por mi modesta experiencia. He negociado, en Portugal, asuntos financieros, antes y después de la nacionalización de los bancos lusitanos. Creo que el cambio de propiedad de los bancos ha contribuido de forma bien definitiva a la ruina económica actual del país ibérico. Pero, todo hay que decirlo, la dictadura portuguesa avanzó mucho menos que la española en el campo de las instituciones financieras. El mismo banco emisor de Portugal se encontraba en manos privadas.

El Banco de España es estatal y el Instituto de Crédito Oficial es propietario de cinco bancos estatales (Hipotecario, Industrial, Local, Agrícola y de la Construcción). El Banco Exterior de España, de capital mixto, tiene mayoría estatal. ¿Existe suficiente crédito público a través de estas instituciones?. Unos dirán que no y otros dirán que es excesivo. Todo ello dejando al margen el coeficiente de inversión de la banca, que los socialistas parecen ignorar en cuanto a sus posibilidades potenciales, sin tener que recurrir a una estatificación de toda la gestión y operatividad bancaria.

Banco Democrático de los Españoles

¿Qué camino cabe entre lo blanco y lo negro, evitando las radicalizaciones y dando al pueblo la oportunidad de nacionalizar o no las entidades financieras? La solución que apunto no es improvisada y es la más democrática y flexible que he conseguido alcanzar. Se trata, ni más ni menos, que de la creación del Banco Democrático de los Españoles, por llamarle de alguna manera. Paso a esbozar sus únicas características peculiares.

Sería un banco de propiedad pública 100%. Totalmente nacionalizado y en abierta concurrencia con los restantes bancos mixtos o comerciales españoles. Ya tenemos nacionalizada la banca, pero democráticamente, libremente. La experiencia está en marcha. Es una experiencia de excepción. Los ahorradores llevarán sus depósitos al Banco Democrático y los inversores solicitarán allí sus créditos. Como resultado de esta gestión la entidad estatal tendrá beneficios o pérdidas, ambas imputables al presupuesto público. Y a funcionar.

Si el Banco Democrático paga bien el ahorro, crecerán rápidamente sus depósitos. Si concede ágilmente los creditos, le lloverán las solicitudes. Consecuencia de esta buena administración estatal, como intermediario financiero, el Banco Democrático crecerá rápidamente en el «ranking» nacional pasando a las primeras posiciones. No se darán créditos a los especuladores ni a los amigos de la alta dirección del banco. Sólo se financiarán actividades productivas económica y socialmente. El más experto de los ejecutivos financieros. sin vinculaciones familiares con el capitalismo español, será llamado por el sector público para responsabilizarse de la gestión de la entidad, y conforme crece el banco se va nacionalizando el crédito.

El párrafo anterior no pretende ser irónico, sino pragmático. Es el punto medio entre nacionalización o privatización. Es el ciudadano libre el que, individualmente, elige con qué banquero quiere tratar, sin que, a priori, se le cierre en un sentido u otro cualquiera de las posibilidades existentes. Flexibilidad es lo que falta en este país, y mucho más en el sector financiero. Con la experiencia del Banco Democrático los banqueros privados frenarían el fantasma de la nacionalización total o parcial, dado que un competidor más no les quitaría el sueño, y si se lo quitase sería en beneficio del consumidor.

Ya tenemos bastantes monopolios en el país. Es absurdo hablar de uno más y, al mismo tiempo, es preciso que el sector público entre en los diversos campos de actividad económica, no para perder dinero de todos, sino para mejorar la competitividad de los demás si es que es capaz de ello.

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