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Análisis del informe del profesor Tinbergen

(Club de Roma)Argel nos recibió hace tres días con sol y banderas desplegadas de 43 países. Hoy nos despide con lluvia otoñal después de pasar en revista, una por una, las hojas del informe del grupo dirigido por el profesor Tinbergen, bajo los ojos escrutadores de unos cincuenta miembros del Club de Roma y de más de doscientos invitados especiales, con el presidente Boumedian a la cabeza. El Informe RIO (Reshaping Intemational Order), dirigido al Club de Roma, está lleno de sugerencias y orientaciones para instaurar un nuevo orden internacional, económico y social. La acogida ha sido dispar: el fervor de unos, en particular los tercermundistas, y las reservas de otros, cansados de verbalismos o deseosos de una cooperación solidaria realmente operante, sin tantos reproches o exigencias unidireccionales.

Los problemas del Tercer Mundo son gigantescos y urgentes porque se trata de ser o no ser de grandes masas, de prójimos que se debaten en la miseria, y ante cuyo dolor no parece seamos ya sensibles los hombres. Las diferencias de nivel son abismales: desde la simple subsistencia a la abundancia y el derroche. Basta pensar que los 1.200 millones de toneladas anuales de cereales que se producen en el mundo los consumen escasamente un 20% de la población mundial de los países más ricos, directamente o transformados en carne. No menos dramático es el hecho de que unos ochocientos millones de seres no tienen aún acceso al mas mínimo nivel de cultura.

Ante la magnitud y el drama de estas realidades, muchos hombres caen en la dialéctica demagógica y con ello dejan un regusto de voluntarismo utópico frente a las llamadas a la esperanza. Es el peligro que encierran las soluciones cuando no se acomodan luego a la escala humana real. Los problemas de los hombres, como sus soluciones, son a la postre también individuales y por ello se han de hacer eficaces a nivel de cada comunidad. La visión social desde los Gobiernos es sin duda necesaria como marco político de acción concreta, pero a condición de no olvidar al hombre, de comprometer activamente a cada uno y de no caer en el paternalismo. La esperanza, la solución profunda y duradera.,tiene que nacer de la voluntad, la convicción y la acción de todos los miembros de la sociedad acomodadas a la infinita variedad de necesidades y circunstancias.

Los países no son simplemente pobres o ricos, del Norte o del Sur, tercermundistas unos o industrializados otros. El Norte o el Sur, el Tercer Mundo. forman parte y están presentes, en mayor o menor grados dentro de cada país, por rico que sea. Del mismo modo en los países en vías de desarrollo no son pocos lo privilegiados que hacen su agosto a costa de la pobreza. La justicia y la equidad social que se pide del resto del mundo tiene que nacer o perfeccionarse en el seno de cada sociedad.

El lenguaje del igualitarismo es atractivo al oído, parece ético, pero, además de irrealizable, puede se demoledor. Del empobrecimiento de todos no surgirán los medios necesarios para el desarrollo equitativo del mundo, incluido el de los menos privilegiados. Sólo la cooperación amplia, realista y honesta podrá extender a todos la igualdad de oportunidades ante la vida.

Por todo eso, los debates de Argel, como los de la Asamblea General de las Naciones Unidas, o los que tienen lugar en el seno de la Unesco y de la OIT, por citar unos pocos, rebosan de buena voluntad, de la ilusión honesta de no pocos, pero muchas veces tam bién de inaceptable paternlismo, de utópicas recia naciones para distribuir los bienes del mundo industrializado.

Los matices, las diferencias, dentro de unos y otro países, son innumerables; la simplificación, imposible La realidad de las estructuras de poder, de las actitudes de los pueblos, de los mecanismos de cooperación y di las alianzas defensivas u ofensivas siguen oponiendo barreras casi infranqueables a la solidaridad. Y, sin embargo, hay que buscar y encontrar soluciones ei interés de todas las partes, sin pretensiones ilusas.

El Club de Roma ha escuchado atento, con la atención propia de su sensibilidad y responsabilidad, ante tanto desequilibrio y ante tanto deber solidario. Sus miembros han hecho no pocas puntualizaciones, pero finalmente no se han pronunciado globalmente sobre el Informe, excepto para reconocer el valor catalizador que ha de tener para facilitar un debate que durará y se incrementará hasta tanto el mundo no logre alcanzar un equilibrio más razonable y justo de medios y fuerzas, conscientes de que tal desarrollo armónico nunca podrá eliminar radicalmente las diferencias, pero s construir puentes sobre los abismos. Y ello en interés de todos, de la paz positiva que nace del respeto mutuo, que no puede ser insensible a la miseria y que debe atender a las necesidades esenciales de cada hombre Si no es por amor y si no puede serio por el imperio de la justicia y de la libertad, que lo sea al menos por el] interés que el progreso de los pueblos desvalidos e desesperados tiene para los demás en aras de la paz.

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