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El "otro" poder económico: teoría aplicable a España /1

Doctor en Ciencias Económicas, es profesor agregado de Universidad, profesor de Estructura Económica del CUNEF y jefe de la división de Ciencias Económicas del Colegio Universitario Cardenal Cisneros.En Ciencias Sociales el concepto de poder tiene el mismo sentido que el de energía en física, es decir, puede revestir varias formas: Riqueza, armamentos, autoridad, influencia sobre la opinión pública, etc. Ninguna de estas variantes de poder es independiente de las otras, por lo que el intento de tratar cualquiera de ellas -como el poder económico- de manera aislada, supondría caer en una simplificada, y por ello incompleta, explicación. En este caso, la razón estriba en que la noción de poder está mucho más cerca del análisis político y sociológico que de la ciencia económica. De aquí que no proceda limitarse a contemplar la responsabilidad financiera del Gobierno, la responsabilidad social de la banca, o cualquier otro tema de similar naturaleza monográfica, ya que, en el tema, intervienen muchos otros e insospechados actores.

Sentado el principio de que el poder económico no reside, de manera exclusiva, en el Gobierno o en la banca, procede distinguir dos diferentes modalidades de poder. El poder formal, que se corresponde con el término de autoridad y el poder informal, que equivale al de influencia. La primera de estas variantes, el poder formal, o autoridad, proviene de la ocupación de un determinado puesto o situación oficial, que provee a la persona de que se trate de la consiguiente autoridad legitimada. El poder informal o influencia, consiste en la habilidad de conformar el curso de los acontecimientos sin poseer autoridad oficial.

Cuando se alude al poder de las ideas, se está afirmando con Napoleón, que "la pluma es más poderosa que la espada". Esta influencia de las ideas, la inteligencia, o los «expertos» (el poder informal) es, en el terreno económico, tan importante como el poder formal investido de autoridad real.

En este sentido la pregunta de Stalin de "cuántas divisiones podía movilizar el Papa", supone una equivocada subestimación del poder informal, ya que, evidentemente, la influencia social de la Iglesia no consiste precisamente en la movilización de recursos de naturaleza castrense.

El Cabildeo

Paralelamente al incremento del protagonismo del poder informal, o infuencia, han surgido dos revoluciones silenciosas. La primera de ellas es el cambio en el modo de acceder al poder, en tanto que el factor hereditario ya no es el único factor determinante. La segunda revolución es el cambio de la naturaleza de la posesión del poder en sí misma, en tanto que la especialización técnica ha pasado a ser más importante que la propiedad, y la posición política más importante que la riqueza. La principal consecuencia de la simultánea actuación de estas dos revoluciones silenciosas es la desaparición de la clase dirigente en su acepción tradicional, es decir, el grupo poseedor del poder que establecía una comunidad y una continuidad de intereses. Cada vez, en mayor medida se va a una «clase alta», y a un «grupo dirigente", siendo este último el que pasa a detentar insospechadas cuotas reales de poder económico.Con ser muy importante el poder económico ejercitado por algunos miembros de los "grupos dirigentes", es obvio que ese poder, cuando se canaliza a través de determinados mecanismos colectivos, puede llegar a alcanzar una fuerza política y social que suponga la obtención de determinadas ventajas de orden económico. Este es el caso de los grupos de presión (organizados sobre la base de intereses o actitudes específicos y comunes para influir al Gobierno). El hecho de que los grupos de presión puedan participar indirectamente en los gobiernos y parlamentos, o de que incluso, sean la fuente de financiación básica de determinados partidos políticos, hace que no se diferencien demasiado de éstos. Esta situación es especialmente común en los países en que los programas económicos de los partidos políticos, son de una gran debilidad: en estos casos una intrincada red de grupos de presión económicos rodea e influye en aquellos.

En inglés se ha acuñado una palabra que es de uso corriente en el mundo anglosajón: Lobbying, aplicándose a "cualquier esfuerzo por parte de un individuo o un grupo para influir en las élites politicas a través de persuasión directa o indirecta". Existe una palabra en castellano que traduce con una total exactitud el significado de lobbying: Cabildeo, que con arreglo al Diccionario de la Real Acudennia Española, se refiere al acto de "gestionar con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación". En definitiva, por lobbying o cabildeo, se entiende la acción y efecto de los grupos de presión que, en el terreno de la política, llegan a ejercer una influencia notable (a menudo ignorada por los científicos de la política) como es la de presionar para no ganar unas elecciones.

El poder económico tiende a verse identificado con las grandes empresas, lo que es tan solo una verdad a medias. El verdadero poder, el gran poder económico de una nación, reside en el Estado en forma potencial. Pero es en ocasiones un determinado tipo de empresario (el «otro» empresario, como ha señalado certeramente el profesor Fuentes Quintana) quien -a través del cabildeo, con "actividad y maña"- se las arregla de manera que, al aprovecharse de ese poder, haciéndose con él, pasa a beneficiarse de la facultad de actuar que, inicialmente, consituye el poder económico potencial del Estado. El cabildeo se traduce, así, en una cosecha en que los frutos adoptan la forma de subvenciones, irracional protección arancelaria, exenciones y desgravaciones fiscales, circuitos privilegiados de crédito oficial, fijación de precios a base del poder coercitivo del Estado, etc. Negar, entonces, el carácter político de determinadas empresas, no es evitar la realidad, es disfrazar la realidad, por lo que al explicar la economía desconectada de la realidad política se contribuye a una componenda a través de la que se estafa al ciudadano, negándole el derecho que tiene a ver cómo es gobernado "de verdad".

El tupido entramado político-económico de una nación hace que en determinados casos, sea especialmente importante recordar el poder militar que, al estar materialmente en manos y, por tanto, con la posibilidad de uso repentino por parte de los militares, lleva a que el poder gubernamental no pueda desenvolver libremente su acción, sino que, por el contrario, se vea obligado a consultar y contar con el visto bueno de los altos mandos militares, lo que supone un reconocimiento tácito de que en estos casos, el que tiene la posibilidad inmediata de ejercer la fuerza tiene también una cuota muy importante de poder.

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