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La derecha triunfó en Flandes, y la izquierda en Valonia

Las elecciones municipales belgas, realizadas el domingo 10 de octubre, dan como resultado la confirmación de un voto político en Flandes y Valonia, y un voto lingüístico en Bruselas. Los problemas étnicos dominaron una vez más, junto a la política, la escena electoral belga.

Los partidos de derecha socialcristiano y liberal, actualmente en el poder, afirman su posición en Flandes, zona próspera del país, mientras que los partidos de izquierda, socialista y comunista, hoy por hoy en la oposición, ganan puestos en la región valona, con dificultades económicas y sociales más agudas que en Flandes.Los diecinueve ayuntamientos de la aglomeración de Bruselas ven incrementar la potencia de los partidos lingüísticos. El FDF (Frente Democrático de los Francófonos) consigue un éxito considerable, gracias a su política regionalista de defensa de los intereses francófonos en una capital, Bruselas, rodeada de ayuntamientos flamencos.

La lección política del escrutinio es que el Partido Socialista Belga, a pesar de su éxito en Valonia, no consigue suficiente número de votos como para demostrar su pretendido plebiscito contra la coalición gubernamental conservadora, socialcristiana-liberal, dirigida por Leo Tindemans.

Los socialcristianos ganan puntos en Flandes, afirmando al CVP (Partido Socialcristiano Flamenco) como al primer partido de la zona flamenca del país. Logran también frenar la progresión de Flandes del partido federalista de la Volksunie (Unión del Pueblo).

Los liberales salen más o menos bien parados en Flandes, pero pierden influencia en Valonia y la aglomeración bruselensa.

Desde una óptica lingüística, las municipales belgas dan razón al partido regionalista francófono FDF, que aumenta espectacularmente su presencia en casi todos los ayuntamientos de la zona de Bruselas.

La mayoría de comentaristas políticos belgas definen hoy las municipales del 10 de octubre como una nueva carta política belga que divide el país en tres zonas: Flandes, dominada por socialcristianos y liberales; Valonia, donde los socialistas controlan casi todos los grandes ayuntamientos, y la aglomeración de Bruselas, donde predomina el carácter lingüístico y regional, por encima de ideologías políticas.

Los partidos políticos belgas afrontarán ahora el gran diálogo comunitario que debe decidir si Bélgica contará con un regionalismo (político, económico y cultural) a dos o a tres.

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