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La victoria contra Yugoslavia, un regalo

No es cierto que España jugara en Sevilla el peor partido de su historia, pero hizo méritos para acercarse a tal definición. Si de alguna ocasión puede hablarse de vencedor moral en favor del derrotado, esta es una de ellas. En una resolución por puntos, con jueces ecuánimes, los yugoslavos hubieran derrotado a los españoles por amplio margen. Tanto como para que desde el rincón se hubiera lanzado la toalla del abandono. Afortunadamente para la selección española, el fútbol no se rige por los sistemas boxísticos y además en los graderíos del Sánchez Pizjuán, aunque a medio llenar, hubo un público con moral alcoyanista que fue capaz de aplaudir, con una fe inconmensurable, en los minutos decisivos. A la fortuna, a la magnífica actuación de Miguel Angel y al público que envalentonó al equipo hasta la consecución del penalti que dio paso a la victoria, se debió sin duda el resultado final.Nos pongamos como nos pongamos, la triste realidad de nuestro fútbol es la carencia de jugadores de valía internacional. Nuestra selección es cada día más mediocre y llegará el momento, al paso que vamos, de que no tendremos ni siquiera esperanza. Kubala hizo el domingo el equipo más o menos ideal y demostrado quedó que no puede andar por las competiciones internacionales con garantías de éxito. La clasificación para el mundial argentino, a la vista de lo sucedido en Sevilla, hay que comenzar a darla por perdida.

Apenas iniciado el encuentro se apreció una absoluta impotencia en el equipo nacional. En el centro del campo se perdió el compás tras las primeras notas. Afortunadamente Kubala se percató de que Oblak se había situado en el lado derecho y no tenía marcador y mandó a Villar que le persiguiese constantemente. Del Bosque, Villar y Pirri parecieron inventar un nuevo fútbol a base de centros retrasados o todo lo más paralelos. Los avances eran poco menos que imposibles. Kubala ordenó el cambio de Del Bosque por Juanito, pero la variación no sirvió para gran cosa. Si se ganó alguna baza en el ataque se perdió en la ordenación del juego, porque Quini, no es hombre válido para la construcción.

En el centro del campo español se notó la ausencia de un hombre con ideas claras para lanzar el contragolpe. El desbarajuste fue total durante la mayor parte de los minutos. La defensa se las vio y se las deseó para sujetar a los atacantes balcánicos. Capón persiguió a Surjak por todas partes y ello le costó a veces quedarse en la parcela contraria. Capón no pudo realizar la labor de defensa-extremo que tan buenos resultados suele darle al Atlético. Migueli flojeó más de lo esperado y Cortabarría, que comenzó muy sereno, acabó dentro del tono general. Camacho luchó, pero sin brillantez.

Por delante, Santillana, marcadísimo por Katalinski, apenas pudo moverse con soltura, Churruca no acabó ninguna jugada y Juanito realizó un par de coladas de mérito y la que sirvió para el penalti salvador. Rojo, aunque estuvo menos tiempo en juego, le dio al ataque mayor peligrosidad.

De la escasa profundidad del juego hispano pueden hablar los remates lanzados sobre el marco de Svilar. En el primer tiempo hubo dos zambombazos de Pirri desde fuera del área. En el segundo Quini cabeceó alto un centro de Capón. El otro disparo a puerta fue de Rojo en el lanzamiento de un golpe franco.

Los yugoslavos que recuperaron para este encuentre, a Katalinski, Oblak, Bogicevic y Popivoda, fueron superiores técnica y físicamente. Bogicevic, Djerkovic y Oblak se adueñaron del centro del campo, Peruzovic cerró bien atrás y además salió hacia adelante con el balón controlado en numerosas .ocasiones y Popivoda con extraordinaria rapidez desplazó a la defensa española. Surjak y Zungui no fueron anulados por los laterales españoles.

Los yugoslavos estuvieron siempre mejor colocados en el terreno y atacaron con extrema peligrosidad el marco del Miguel Angel. Además de los dos balones que se estrellaron en los. palos, dispararon a puerta con la suficiente fuerza para que el meta hispano se luciera en cuatro ocasiones. Miguel Angel con su espléndida actuación se ganó la mejor nota de la selección. A él, fundamentalmente, hay que achacar el cero del marcador. A él y al señor Palotai que dejó sin señalar un penalti clarísimo que le hizo Migueli a Oblak en el primer tiempo.

El resultado justo hubiera sido en esta ocasión algo así como un 3-1 favorable a los yugoslavos.

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