_
_
_
_

Un científico no reconoce otra autoridad que su conciencia

La ciencia es el camino de la democracia porque un «científico no puede reconocer otra autoridad que su conciencia y su juicio, lo que hace que la ciencia contribuya constantemente a crear una sociedad realmente democrática». Esta es la idea central de la conferencia sobre La democracia del intelecto, pronunciada ayer en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por Gerard Piel, editor de Scientific American.

«La ciencia nos hace a todos iguales porque trabaja con categorías objetivas y racionales. Las comunidades científicas son modélicas porque en la discusión científica todo el mundo es igual y sólo acaba imponiéndose el proceso racional», declararía más tarde a EL PAIS el señor Piel.Un buen número de científicos españoles, especialmente los más ligados al mundo de la información y divulgación científica, estaban presentes en el acto con el cual se inicia la edición en castellano por editorial Labor, de Scientific American, bajo la dirección de Francisco Gracia.

Esta revista, cuya difusión alcanza en los Estados Unidos de ,América cifras cercanas a ochocientos mil ejemplares, está también presente en varios países europeos. La tirada inicial que se va hacer de Scientific American en español, bajo el título de Investigación y Ciencia, es de 30.000 ejemplares.

La ciencia en la colectividad

Gerald Piel había afirmado en su conferencia que «la investigación científica proporciona un conocimiento del hombre y de su mundo que supera las barreras raciales, nacionales, culturales y de clase y que es compartido cada vez más, y con mayor fuerza moral, por todos los seres humanos. La objetivación del conocimiento que tiene lugar en la ciencia afirma la primacía del individuo y convierte en irreversiblemente absurda la apelación a cualquier autoridad por encima de su percepción, de su Juicio o de su conciencia. En su huida del asombro (la expresión es de Einstein), el hombre ha puesto pie en un universo que supera en escala, sorpresa y esplendor los paraísos y los infiernos de su imaginación espontánea».Subrayó el editor de Scientific American que «los científicos se comunican por encima de las barreras nacionales, lingüísticas o generacionales. La libertad de cada uno para realizar su potencial individual se afirma en un contexto, y la significación de una obra científica se mide por su capacidad para reforzar y rehacer el contexto, iluminando la obra de sus ptedecesores, los contemporáneos y los sucesores del autor», lo que ilumina, desde la perspectiva de las sociedades científicas, la posibilidad de alumbrar algún día una sociedad humana racional: «En palabras de Thomas Jefferson, autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en la medida en que podamos pensar como queramos y hablar como pensemos, la condición humana irá mejorando».

Democratización

Precisamente la ciencia es, según ampliaría posteriormente Gerald Piel a EL PAIS, un ámbito operacional «donde cada uno piensa como quiere». Otros elementos democratizadores están presentes: «la ciencia crea tecnología -afirmó el señor Piel- y la tecnología aumenta el producto social, hace accesible a la totalidad la posibilidad de participar en el gobierno de los asuntos colectivos».Por otra parte, «al aumentar la educación pública cada vez es mayor el número de personas que piensa racionalmente. Esto supone la eliminación de tantos factores de irracionalidad como existen entre nosotros. En la medida en que se disminuye la irracionalidad se eliminan supersticiones, prejuicios y conflictos interindividuales. Los elementos de desacuerdo y discordia van siendo eliminados en la medida en que se se impone la racionalidad en cada uno de nosotros».

No elimina la concepción de lo científico de Gerald Piel el posible valor de otras vías, la fuente irracional del arte o la religión, etc, pero «lo racional mismo es un valor, creándose un efecto multiplicador en virtud del cual cada aportación científica suscita otras muchas. El conocimiento de la verdad es un valor por sí mismo».

El sentido colectivo de todo ello es evidente, ya que «la difusión de los resultados de cada investigación de un científico exige una estructuración social de comunicación y libertad de expresión que es potenciada por la misma ciencia». Además de todos estos factores, la ciencia, al reclamar los más brillantes cerebros, fuerza el proceso educativo hacia ese desarrolló. La sociedad debe darse cuenta de estas cosas y potenciarlas. De hecho ya está sucediendo: cada vez es mayor el nexo entre los científicos y la sociedad ».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_