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Reportaje:La política energética en España

El sector energético ante la crisis

Para cualquier análisis referido al sector energético es imprescindible reflexionar sobre la situación existente en nuestro país en 1973. De esta forma se pueden estudiar en el marco adecuado las medidas de política energética tomadas como respuesta a la crisis mundial que en este sector estalló en dicho año.Recuérdese que los veinte años anteriores habían sido de crecimiento rápido y continuado de la demanda energética, crecimiento muy distinto entre unas energías y otras. Así, mientras el consumo de petróleo y de electricidad crecía a ritmos muy altos, el de carbón prácticamente estaba estancado, las razones de esta evolución obedecen básicamente al tipo y ritmo de desarrollo económico español y a los bajos precios del petróleo, que, en relación con los de las restantes fuentes de energía, eran, sin duda, muy favorables. Esto último explica el retraso habido en la introducción del gas natural, que a pesar de las ventajas que ofrece, difícilmente podía competir con el petróleo y sus derivados en los mercados en que ambas fuentes de energía son sustituibles. Cuando en 1970 comienza a cambiar la tendencia en los precios internacionales del crudo momento en el que algunos países consideran que ha sonado una señal de alerta de que el mundo de la energía barata ha concluido, España sigue la evolución de la etapa anterior y mantiene el consumo creciente de petróleo y energía eléctrica.

A excepción del gas, cuyo consumo aumenta muy rápidamente debido a que su introducción está en el período inicial, el consumo de productos petrolíferos aumenta más fuertemente que el de las demás energías. Por otra parte, mientras el total de importaciones energéticas representaron en 1970 el 83,7 por 100 de las necesidades totales, el mismo porcentaje en 1973 fue 84,3 por 100; dentro de dichas importaciones, el petróleo y sus productos derivados alcanzaron el 92,8 por 100 en 1970, cifra que en 1973 fue de 93,2 por 100. Es decir, la dependencia respecto a los crudos importados crece -tanto en volumen como en términos monetarios- en estos tres años en los que la crisis energética de 1973 empieza ya a dar señales de existencia. Puede decirse que en este período no hay una política energética adaptada a las necesidades de transformación, que se agravarían en 1973; más bien parece que, por un motivo u otro, el sector energético español estuvo actuando de espaldas a las condiciones del mercado energético mundial.

En 1973, pues, las características de cada una de las actividades que componen el sector energético en cuanto a la oferta eran:

Petróleo. -Escasísima actividad exploradora en el territorio nacional, acudiendo, por lo tanto, a las importaciones de crudo para abastecer la demanda de este producto. El INI ha desempeñado un papel importante a pesar de este abandono: téngase en cuenta que las compañías extranjeras estaban más interesadas en vendemos el crudo que en la actividad exploradora que entraña riesgos muy altos. Las importaciones de crudo habían pasado de 6,71 millones de toneladas en 1960 a 43,27 millones de toneladas en 1973, cifras que en términos de nuestra balanza de pagos significaban un esfuerzo muy notable. Por el contrario, la capacidad de las refinerías no era insuficiente en 1973, presentándose, sin embargo, el problema de la falta de adecuación a una demanda tendente hacia los productos más ligeros, mientras las refinerías se dedicaban primordialmente a la producción de fue-oil pesado. En cuanto a la distribución, el monopolio ejercido por Campsa conducía a la realización de los suministros correctamente, aunque no se haya estudiado nunca si las condiciones -precios, por ejemplo- eran las más adecuadas y racionales.

Energía eléctrica- En 1973 puede darse por concluido el proceso de transformación de una estructura productiva basada en la energía hidráulica a otra en la que la importancia de las centrales térmicas convencionales es decisiva. Por otra parte, la eficiencia media de las centrales había mejorado considerablemente (desde un 25,3 por 100 en 1960 hasta un 40,4 por 100 en 1973, según datos de la OCDE), ya que se habían construido muchas centrales nuevas -la mayor parte de las mismas térmicas de fue-oil- y abandonado otras pequeñas completamente obsoletas. Además, había comenzado tímidamente la construcción de centrales nucleares, aunque de tamaño reducido y todavía de escasa importancia en el conjunto del parque de generación eléctrica.

Las empresas eléctricas habían demostrado su capacidad de gestionar técnica y económicamente un sistema basado en un rápido crecimiento de la demanda. En España, como en otros países, se cumplía la conocida ley de duplicación del consumo eléctrico cada siete años.

Carbón- El retroceso de las actividades de extracción de carbón, que en algún caso alcanzó el abandono, fue la consecuencia lógica de la competencia del petróleo, que presenta indudables ventajas en cuanto a su utilización. En el momento de producirse la crisis energética mundial el carbón mantenía una dinámica muy escasa, que obedecía más a razones extrasectoriales (por ejemplo, a cuestiones laborales) que a una política energética determinada.

Gas natural- La creación de la EN del Gas había significado una muestra del interés que la Administración había tomado por esta fuente energética, que, sin embargo, había sufrido las consecuencias de la competencia del petróleo, alcanzando un lugar muy secundario en el abastecimiento energético correspondiente a 1973. Sin embargo, ya en esta fecha habían comenzado a estudiarse los proyectos -algunos de ellos en vía de realización- que más adelante permitirán cubrir una parte importante del mercado energético interior.

En resumen, cabe decir que el panorama de la oferta de productos energéticos en 1973 presentaba en nuestro país las características propias de un crecimiento muy alto aunque no planificado. Más bien las condiciones exteriores, muy favorables a este crecimiento, habían sido las impulsoras del mismo; evidentemente, un país con una economía en rápido desarrollo había sido terreno abonado. El inconveniente de esta situación es que mantenía una inercia de signo contrario al requerido por una crisis cuya característica es la fuerte elevación de los precios, precisamente de un producto que era el pilar del consumo energético total.

En cuanto a la demanda, como ya queda dicho, se había desarrollado a unos ritmos muy altos, la transformación de las estructuras productivas industriales que en muchos casos significaba una sustitución del factor trabajo por el factor capital, fue una de las causas más importantes de este desarrollo; además, el consumo doméstico se benefició de las mejoras de nivel de renta media de los hogares españoles habidas a partir de los años sesenta. En conjunto, la demanda no mostraba en 1973 señales de haber alcanzado un techo en su crecimiento, simpre, claro está, que se mantuvieran los precios del período anterior, tanto en términos absolutos como los relativos a otros bienes de consumo tan generalizado .

Finalmente, para comprender el comportamiento de los precios de los productos energéticos más significativos, es necesario tener en cuenta que la mayoría están regulados por la Administración, quien los fija -por lo menos formalmente- por decreto. Las presiones que ejercen sobre esta cuestión los distintos intereses implicados no han permitido, sin embargo, la elaboración y conocimiento público de los datos objetivos que permitan juzgar la mayor o menor corrección de los precios fijados. Por otra parte, es evidente la dificultad de establecer correctamente los precios de una serie de productos derivados de otro inicial, como es el caso del petróleo, y cuyas utilizaciones son múltiples. Esto obliga a buscar referencias en los precios de los productos energéticos de otros países para poder enmarcar la evolución seguida en el nuestro. En los gráficos adjuntos, como se observa, se reflejan los datos correspondientes a 1970,73 y 75 (*), sobre precios eléctricos y del fuel. Los precios eléctricos, medidos como los demás en dólares por 10 millones de kilocalorías, corresponden a un prototipo de consumo doméstico y a otro industrial; los precios del fuel se refieren al de uso térmico y al ligero y pesado para usos industriales. Los países cuyos datos se incluyen en los gráficos, son, además de España, Alemania, Francia e Italia.

En general, cabe señalar que en 1970 había una mayor similitud entre los niveles de precios españoles y los de los demás países, que en 1975. Esto parece indicar que dichos países han reflejado con más rapidez el alza de precios del crudo ocurrida precisamente en este período. Sin embargo, las diferencias entre los precios de unos productos y otros son claras: mientras el precio de la electricidad destinada a uso doméstico en España guarda una cierta relación con dicho precio, en los demás países no ocurre lo mismo con los precios de los demás productos. En realidad, durante el año 1975 se aumentaron dichos precios en España, pero al no tener datos de lo ocurrido en los demás países no es posible saber cuál es actualmente la situación respecto a dichos países.

Por el contrario, en 1975 las diferencias entre los precios de los tres tipos de fuel en España con el resto son enormes, cuando al iniciar la década eran relativamente similares. Algo parecido ocurre con la energía eléctrica destinada a usos industriales, cuyo precio, va en el 73 había aumentado su distancia respecto al de los otros países, tendencia que se agravó entre dicho año y 1975. Incluso un país como Italia, cuyos niveles de precios energéticos está por debajo de los de Alemania y Francia, mantenía un precio para la electricidad destinada a la industria un 39 por 100 superior al de España. En cualquier caso, lo que resulta dificil es encontrar una justificación lógica al distinto comportamiento de las tarifas eléctricas para usos domésticos o industriales.

Todo lo anterior pone de relieve la poca flexibilidad de los precios energéticos en nuestro país en las etapas en que las variaciones del mercado mundial son importantes y rápidas. El hecho de que estén regulados en su mayoría -es decir, que estén bajo el control de un solo centro de decisión- no ha facilitado dicha flexibilidad, como en teoría parece que debería ocurrir.

Los datos corresponden a los precios vigentes el día primero de enero.

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