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Tribuna:LA LIDIA
Tribuna
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La pasividad de los presidentes

De todos cuantos escándalos hemos presenciado por esas plazas, donde el público, ya harto de fraudes, protestaba con violencia la falta de presencia y de fuerzas del ganado, lo que más llama la atención es la actitud pasiva de la priesidencia.Los presidentes, en la inmensa mayoría de los casos, sea Palencia, Colmenar, Valladolid, Ciudad Real, adoptan la postura de aguantar marea, muy graves ellos, como conviene a la autoridad de que están investidos y mantienen en el ruedo la causa del delito, si no se llega por parte del público a casos extremos.

O aunque se llegue. Porque un tendido abarrotado del que sale una gritería infernal, improperios de todos los colores, lluvia de almohadillas; un tendido que más bien es un Caos, la gente enrojecida por la indignación, los agentes del orden moviéndose alerta para atajar lo'peor en cuanto se produzca, quizá no para un presidente, pero sí para cualquier ciudadano civilizado es un caso extremo.

De ahí a un conflicto de consecuencias que nadie puede prever hay un paso Ó quizá ni eso. Y el día, menos pensado va a producirse. Luego vendrán las lamentaciones y se buscarán responsables. iDesde luego habrá que ir a las empresas, ganaderos, exclusivistas y toreros, que mueven todo el tinglado para que concuerde con su acomodo, y algunos -ya, hay precedentes- echarán alguna parte de la culpa a la crítica taurina, por no callar, por airear todas las tropelías que se vienen cometiendo. Pero1a responsabilidad mayor y última es del presidente, el cual tiene la obligación irrenunciable de velar por la pureza del espectáculo, defender los derechos que a los espectadores asisten -en definitiva, que el espectáculo que se les ofrece sea el anunciado- y garantizar el orden público.

En los toros el orden público no se garantiza eliminando la venta de almohadillas, como se hizo en Alcalá, ni reforzando el piquete de la Guardia Civil, ni, por supuesto-basta con permanecer en el palco con cara de pócker, como si no sucediese nada. El orden público se garantiza cuando pr eviamente a la celebración del festejo se detiene el, fraude. aunque los influyentes toreros, los influyentes exclusivistas y las influyentes empresas prometan y amenacen cuándose les ocurra.

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