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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Suecia

En mi crónica de ayer dejaba a la derecha en su rosario de la aurora, con cruz alzada, camino del crepúsculo, con Fernández de la Mora a la cabeza. Hoy puedo facilitarles a ustedes más información.

La gran alegría de la derecha española, en sus cuarteles de otoño y sus clubs de la carretera de La Coruña, es Suecia. El modelo sueco, que se ha venido abajo, que se ha escarallado, según ellos.

De modo que le eché rápidamente el teléfono a Tierno Galván:

Profe, que nos hemos quedado sin el modelo sueco. Por aquí la derecha arde en fiestas.

—No es tan importante. Las ideologías allí, cuentan menos. Es un simple cambio de administradores.

Me tranquilizo un poco. Por las tres pesetas de la ficha he vuelto a recuperar la fe en el socialismo. No hay mejor inversión ideológica que gastarse tres pesetas en llamar al profe. Pero lo cierto es que la derecha, efectivamente, ha avivado sus fuegos de campamento. El socialismo se derechiza. El centro se derechiza. La derecha se derechiza.

—Esto no me gusta nada—, dice el quisquero, que se lee todos los periódicos en cuanto llega la furgoneta.

Suecia era una obsesión para la derecha española. Una inquietud. Porque lo de Rusia ya estaba descartado, claro. El ogro estalinista, la dictadura de la burocracia, la nueva clase, Milovan Djilas, el archipiélago Gulag, Soljenitsin, José María Iñigo, Breznev, los pósters de un Stalin fascista, que todo burgués tiene en su living. Pero Suecia, el modelo sueco... A eso sí que no había nada que objetar. Un bienestar y una libertad basados en la alta exigencia impositiva. La última vez que estuve en Estocolmo, mi amigo sueco no me podía llevar al hotel porque había bebido un consomé al jerez en la cena, o sea que tenía alcohol en la sangre y no podía conducir.

Pensé en los conductores españoles de sábado por la noche, que beben precisamente para conducir. Para ser los más machos al volante. ¿Por qué no podemos ser un país como Suecia? Porque no quiere Girón.

Y si esto le pasa a la derecha, luego están las santas esposas de la derecha. Las suecas —de Perpiñán para arriba todas son suecas— han difundido un modelo de femineidad agresiva, emancipada, que hace el amor como la gimnasia y pedalea en la cama como en la bicicleta. A nuestras perfectas casadas les tenía muy inquietas el modelo femenino sueco. Unas tías que se pasan por la piedra media docena de latín-lovers, demócrata orgánicos y españoles bajitos en quince días de vacaciones con píldora. Todos nos mirábamos con rubor en el espejo sueco. Así que ha habido un suspiro de alivio en toda la derecha nacional a la hora de bendecir la sopa:

—Si ya te lo dije yo, si eso no podía durar, si iban a devorar al empresario con unos impuestos feroces y abusivos. Hasta Bergman tuvo que emigrar, el pobre. ¿Te acuerdas de El manantial de la doncella? Yo creo que sigue siendo católico. Y un católico no puede soportar tales impuestos.

La santa esposa corrobora al marido:

—Y luego ellas, las suecas, esas frescas, con la minifalda y la píldora y el aborto y todo. Que yo creo que llevan siempre minifalda para abortar sin quitarse la falda.

O sea que si el modelo sueco se va al carallo, y el modelo portugués ni siquiera ha nacido, ya podemos ser de derechas a pierna suelta. Me llama Pitita, que ha vuelto de Marbella. Dice que se meten mucho con ella en Cuadernos para el Diálogo. Le digo que esté tranquila, que el modelo sueco está hecho añicos y la democracia española ya no tiene espejo europeo donde mirarse. Claro, son mentiras piadosas que le digo a Pitita, porque yo sé, con que una Suecia de derechas siempre estará más a la izquierdas que nos prepara Suárez. Pero de momento, sin modelo sueco, vamos a ser de derechas a calzón caído.

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