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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ser mujer en España

Leo con profundo desconsuelo la carta de Norma Chiarello, publicada en su periódico el pasado domingo, 29 de agosto.No, está definitivamente claro que en este país las mujeres ni siquiera hemos logrado el derecho de caminar por la calle tranquilamente, a cualquier hora.

Es más, dejando Legislación, trabajo y demás discriminaciones habituales a un lado, yo diría que Norma Chiarello puede considerarse afortunada de que hasta ahora no le haya asaltado o golpeado ninguno de esos machos que se creen superhombres.

Y no hablo por hablar sino desde mi propia experiencia que -desgraciadamente- ya abarca algo más que las imprecaciones soeces o las miradas sucias por el solo hecho de haber nacido mujer. La cosa transcurrió, así: el sábado, en la céntrica calle de Francisco Silvela y a una hora nada excéntrica, (las 10 de la noche) tres prepotentes y desconocidos machos nos abordan guasonamente a mí y dos compañeras más, que charlábamos sentadas en un banco mientras esperábamos el autobús.

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Les rogamos que por favor se marchen, que nos están molestando con sus gracias, que con su actitud insolente nos impiden seguir la conversación. ¡Craso error! Debiéramos haber sonreído ante su burda insistencia, debiéramos haber demostrado nuestra debilidad de mujeres agradeciendo a tan altos personajes su deferencia al fijarse en nosotras. De esa manera, con toda seguridad hubiéramos evitado la escenita que siguió, cuando ya totalmente hartas y colmadas las respectivas paciencias les increpamos su comportamiento infantil y absurdo.

Y aquí viene lo bueno, porque entre eso y hasta que se largaron se sucedió una cadena increíble de insultos a voz en grito acompañados de bofetadas, patadas y cortes de manga... Les aseguro que se trataba de muchachos perfectamente sobrios, para los que el empleo de la fuerza bruta debe ser el último argumento -y el más contundente, claro- que saben utilizar cuando una mujer se comporta corno una persona normal, en lugar de seguirles el juego pacientemente.

Pero no queda ahí todo. Mientras se producía esta singular y bochornosa escena, las puertas de un bar cercano -y repleto a esa hora se llenaron de hombres que -supongo- salieron al oír las barbaridades pronuncladas por los tres machos. No vaya nadie a pensar, ioh ingenuo!, que alguno nos echó una mano. Muy al contrario, todos sonreían estúpidamente como si estuvieran en un palco de platea contemplando un divertido espectáculo. Supongo que la solidaridad masculina frente a nosotras pesaría mucho más que el hecho de pararse a pensar en la estulticia de estos superman baratos.

Es dolorosamente triste, pero es verdad. Esto puede pasar en cualquier lugar y a cualquier hora; lo sé por experiencia propia. Y lo peor es que no se trata de una actitud aislada, sino que entronca perfectamente con toda nuestra historia femenina de marginaciones y discriminaciones. ¡Para que luego algunos se rían de los movimientos feministas!

(secretaria de la Asociación Democrática de la mujer)

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