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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reforma Suárez

SI EL presidente del Gobierno hubiera dado a conocer el viernes el proyecto de reforma política, en vez de meterse en jardines de oratoria para hablar de la grandeza de nuestro pueblo, quizá hubiera merecido un mejor trato por parte de nuestro, periódico en la edición de ayer. Queremos decir que la reforma Suárez nos parece apreciable y digna de atención en lo que tiene de deseos de organizar la democracia en España. Y, dicho sea en seguida, nos parece apreciable y digna de atención en lo que tiene de deseos de organizar la democracia en España. Y, dicho sea en seguida, nos parece también plagada de incógnitas y de contradicciones.El proyecto de ley publicado ayer consagra el principio del sufragio universal, base de todas las democracias, pero no habla para nada de las relaciones entre el ejecutivo y las Cámaras -tema éste a nuestro juicio fundamental- Al mismo tiempo, pretende abrir un período constituyente a partir de, y sin romper, con la Constitucionalidad actual, empeño tan loable como difícil de entender.

Lo que se está pidiendo una vez más a las Cortes y al Consejo Nacional es su suicidio político, con la advertencia implícita en el proyecto de que si no aprueban la reforma, el Rey podría someter directamente aquélla a referéndum.

Porque desde luego no se entendería que esta facultad de apelación directa del jefe del Estado al pueblo, que está en el texto de la ley elaborada por el Gabinete Suárez, no pueda y deba en opinión d el Gobierno actual ser empleada si las actuales Cortes se resisten a dar los pasos de la reforma. Ayer el ministro de Información declaró ante los directores de periódicos de Madrid que todo estaba previsto en el caso de que las actuales Cortes no diesen finalmente el visto bueno al proyecto -posibilidad que el propio ministro consideraba muy remota-. Personas de la oposición han declarado a EL PAIS que en sus contactos informativos con algunos miembros del Gobierno se les ha dado a entender que en efecto podría acudirse a medidas excepcionales si la Cámara de los procuradores no se mostrara tan dócil, como es de esperar, a juzgar por la cantidad de cargos remunerados por la Administración que se sientan en ella.

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Un punto clave de la reforma sigue sin dilucidarse además: cómo va a serla ley Electoral y quién la va a redactar. Todos los indicios señalan que será el Gobierno de manera unilateral quien va a diseñar las reglas del juego para elegir esas Cortes constituyentes y que, aunque tratará de que la oposición acepte dichas realas, no piensa pactar las en lo más mínimo. El Gobierno se arroga así la representación que el propio presidente negó con hartas razones a muchos grupos de la propia oposición, y el fantasma de unas Cortes negociadas en las que se prometan tantos escaños a los socialistas y tantos a los democratacristianos no colaboracionistas con el franquismo se vislumbra ya en, el horizonte. Igualmente el ministro Reguera dejó ayer explícitamente clara la intención del Gobierno de que el Partido Comunista no participe en el primer proceso electoral, pero se ignora, en cambio, si va a exigirse o no al resto de los partidos la inscripción previa en Gobernación, con arreglo a la legalidad vigente de la minl-refórma Arias, para poder presentar candidatos a las elecciones.

En definitiva, con el proyecto de ley que comentamos se promete una vez más la democracia, en sentido tan genérico y abstruso que todos debemos asentir a la bondad del texto, y asentimos, pero no se logran despejar las incógnitas del momento sobre cómo esta democracia tan prometida va a ser realidad de una vez entre nosotros. La tentación jurídico formal parece haber hecho finalmente presa -una vez más- en los legisladores del Régimen, olvidando éstos el terreno político en que se mueven. Desde un punto de vista desapasionado, entre el discurso de Suárez del viernes por la noche y el texto de la ley que ahora conocemos, podemos concluir que la reforma puede salir, bien o puede salir mal, lo que equivale a no concluir nada. Pero el Gobierno parece que se muestra decidido a seguir con ella adelante en cualquier caso. Con las Cortes, si las Cortes quieren, y con la oposición, si la oposición lo acepta. Pero también en solitario si no hubiera otro remedio. Lo que llena de sentido a la consulta de Suárez, con los generales sobre el contenido de la reforma.

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