El domingo llegó el otoño caliente
Tal y como habían pronosticado los futurólogos, tendremos otoño caliente. El domingo, para empezar, el Madrid ganó en Salamanca, el Barcelona se mostró arrollador, en Burgos hubo pleito con Sánchez Ibáñez, y al Atlético le anularon un gol que sus seguidores ya vieron como una confabulación judeomasónica arbitral. Aprovechando que los Marcelinos de España (Oreja y Camacho) no hicieron declaraciones ni viajaron, tomaron la palabra en las asambleas de sus clubs Bernabéu y Calderón -obsérvese el orden alfabético, la edad y el gobierno- y se lanzaron algunas lindezas arropadas por la terminología democrático-deportiva. El ambiente ya está caldeado.La Liga ha comenzado con los habituales problemas de goles anulados y penalties no señalados. Todavía reciente la publicación de las recusaciones a los árbitros, ya hay algún presidente que piensa que se equivocó al no haber incluido en su lista al que le tocó en suerte el domingo. En Salamanca se mosquearon con Urrestarazu, árbitro internacional. En Burgos se enfadaron con Sánchez Ibáñez, colegiado también internacional que, al igual que Urrestarazu, ha iniciado el campeonato con cinco recusaciones a sus espaldas.
Para empezar, hubo dos penalties señalados y dieciséis amonestaciones. La novedad de las tarjetas de este año está en que han tomado el color amarillo, que era el que se usaba en todo el mundo. España no era en esto diferente por capricho, sino simplemente por subdesarrollo, o dicho de otra manera, porque el secretario general de la Federación Española de Fútbol no tenía televisor en color.
Las tarjetas, como se recordará, comenzaron a ser usadas en el mundial de México. El señor Ramírez tomó a través de su televisor buena nota de la novedad y gracias a su sugerencia comenzaron a aparecer en las manos de los árbitros hispanos. Se adoptó el color blanco porque ése era el tono que daba el televisor del señor Ramírez, quien después, comprobó su involuntario error. Las tarjetas este año son amarillas, pero desconozco si la Federación le ha puesto el color a la pantalla casera del señor Ramírez para que no se pierda el colorido de futuras innovaciones.
Los resultados de la primera jornada han proporcionado el primer disgusto a zaragozanos, sevillistas, salmantinos y burgaleses. En la tabla, y para arrancar, se han colocado los equipos que mayores dispendios económicos han realizado. El Barcelona, con un Cruyff goleador, se ha puesto en cabeza para hacernos creer una vez más que será campeón. Cruyff, qué ya no puede pasarse él partido en discusiones con el árbitro se entretuvo en meter dos veces la bola en el marco canario. Si la experiencia se repite, todas saldremos ganando. Y sobre todo, el socio barcelonista que bien ganado se lo tiene.
Vicente Calderón afirmó en la asamblea de su club que no es inmovilista, lo que es una buena novedad si la confirma. Desde el Madrid, Antonio Calderón se quejó de aquella rueda de prensa del presidente atlético en la que se puso en entredicho la labor arbitral. Santiago Bernabéu, que fue reelegido por aclamación, remató su faena verbal con una media lagartijera dirigida a la Federación. Bernabéu se muestra partidario de que todos los socios voten. Ahora hasta los clubs de fútbol quieren traernos la democracia, cosa considerada durante años tan funesta como la manía de pensar.
Luis Benítez de Lugo, marqués de la Florida, que ha sido uno de las ideólogos del deporte español durante cuarenta años, cree que la Liga va a ser domocrática porque todos quieren ser independientes y van a dar los de arriba y los de abajo. Según el marqués, esto también nos aleja de Europa. A lo mejor resulta que para entrar en el Mercado Común va a ser necesario que bajen a Segunda todos los de presupuestos inferiores a los doscientos millones. O que sea campeón el Atlético, que es su equipo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.