_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El partido liberal alemán, o el fiel de la balanza

Poco después del reciente desastre electoral de la socialdemocracia alemana en Baden-Wurtemberg, los sondeos en torno de las elecciones generales del próximo 3 de octubre empezaron a favorecer a la democracia cristiana. Entre fines de abril y comienzos de julio, muchos pensaron que el partido del canciller Schmidt había llegado al principio del fin, y que Alemania no tardaría en dar un viraje hacia la derecha nacionalista -algunos la llaman fascista- del señor Strauss. El 15 de junio, uno de los varios institutos de opinión alemanes anunció que Kohl -y Strauss- disponían ya del 53 por 100 del electorado. Esta «prospección» coincidió, por si fuera poco, con los puntos de vista de otros grupos sociedaldemocratas europeos, como el de los suecos del señor Palme, para quienes lo que ocurra en Alemania puede ser determinante. En Estocolmo, donde la socialdemocracia en el poder deberá enfrentarse en septiembre a la primera prueba del «socialismo» nórdico, se habló entonces, por primera vez, de derrota. Pero en las últimas semanas el panorama ha variado, aunque no en forma profunda; el SPD alemán ha podido demostrar que en sólo unos meses había conseguido reducir el número de trabajadores sin empleo de casi 1.200.000 a menos de un millón; al mismo tiempo el señor Schmidt ha evitado el tener que confesar el fracaso de la ostpolitik, a pesar de las provocaciones de la URSS y de Alemania del Este en Berlín. Hoy los resultados de algunas encuestas le atribuyen ya al SPD el 52 y hasta el 53 por 100 de los votos.Sea como fuere, lo que sí parece algo más que probable es que los comicios venideros no le darán ni a la coalición social-Iiberal ni a los democristianos una victoria clara. Por tanto, el partido liberal (FDP) del señor Genscher, actual ministro de Relaciones Exteriores, que en 1972 fue apoyado solamente por el 8 por 100 de los votantes, se constituirá en la fuerza decisiva, en mayor medida aún que en las consultas anteriores. De ahí que el «Gabinete fantasma,» anunciado anteayer por el señor Kohl haya dejado las puertas abiertas al FDP, para el caso de que la CDU-CSU logre una ligera mayoría el 3 de octubre. El señor Strauss advirtió a los liberales, luego del descalabro de Baden-Wurtemberg -del cual el FDP salió aún más vapuleado que los socialdemócratas-, que era la existencia misma del partído de Genscher la que corría peligro, y paladinamente los invitó a una alianza. Ahora, a pesar del rechazo liberal, Kohl ha dejado algunos claros en su futuro «Gobierno». y ha incorporado además a su lista ministerial a dos personalidades «progresístas» de la CDU, los señores Barzel y Katzer, más cercanos a las tesis «socialistas» del SPD que a las de la propia democracia cristiana. La invitación sigue en pie. Ni siquiera los «fascistas» podrán gobernar Alernama sin el concurso liberal.

La actitud del FDP sobre este punto ha sido hasta ahora ambigua por decir lo menos. Es verdad que en su último congreso extraordinario. meses atras, el FDP reafirmó su voluntad de conservar viva la alianza con el SPD, pero también es cierto que nada ha dicho acerca de su posición postelectoral. ¿Qué ocurrirá si el señor Kohl, con el 52 por 100 llama al señor Genscher al Gobierno? En este aspecto-hay que recordar que el programa y las preocupaciones del FPD se asemejan más a las de la CDU-CSU que a las de la socialdemocracia; además, el señor Genscher insinuó a comienzos de este año que era necesario terminar con las «crispaciones» de la vida política alemana, lo que todo el mundo interpretó como un deseo de revisar su matrimonio con el SPID. Y no cabe duda de que esa «revísión» puede hacerse. incluso, más allá de las urnas. Unicamente el temor a que la participación eri el poder con el «fascismo» democristiano equivalga en unos años a la absorción o a la desaparición del liberalismo conservador alemán -algo en verdad muy factible- es lo que puede impedirlo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_