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Reportaje:

El atleta español, sin dinero ni seguridad

El atletismo español está en sus horas bajas. Como casi siempre. A nivel nacional el ranking sube año tras año, pero internacionalmente seguimos sin ser nadie. Los atletas, consiguientemente, son criticados pero la solución de los males no está en sus manos. Ellos piden dinero y seguridad para competir. No tienen ni una cosa ni otra. Los polacos han asegurado que si ellos tuvieran un equipo junior como el español, uno de cada dos atletas sería medalla en Moscú.

Las grandes potencias atléticas están divididas en los dos grandes bloques mundiales del socialismo de los países del Este y del capitalismo USA. Sus atletas disputan los récords mundiales en razón de su profesionalismo o de su plena seguridad en el futuro.Un atleta de alto nivel necesita estar concentrado más del 50 por 100 de su tiempo y dedicar seis horas diarias a su entrenamiento. En los países de sistemas capitalistas, el atleta cobra por competir. Es el amateurismo marrón que va desde las 35.000 pesetas hasta las 100.000 por intervenir en un festival.

Aparte estan lógicamente las primas por la clasificación que el atleta obtenga y, las gratificaciones por batir un récord mundial. Ejemplos tenemos. Mike Boit tenía 480.00 pesetas por batir el récord del mundo en la reunión de Zurich; Campos recibió más de 13.000 pesetas por quedar segundo en su prueba, y así todos.

En los regímenes socialistas el dinero no convierte al atleta en profesional. Los clubs pertenecen a fábricas, a la policía o al ejército; el atleta, por tanto, es un obrero más, con la diferencia de que su trabajo es distinto. Su misión es llegar cada día más lejos en el deporte, lo que repercute directamente en un mejor puesto de trabajo. Su futuro está garantizado, pues al finalizar su carrera deportiva tendrá ese puesto laboral que se ha ganado.

Mientras tanto, el atleta sólo se ha preocupado de competir y el alcanzar determinadas marcas le da derecho a bienes que están fuera del alcance de los demás ciudadanos. En Polonia, en jabalina, el que una mujer supere los 59 metros da derecho a un piso y si un hombre llega más allá de los 88, recibe un coche.

Estos premios provienen de su club. No es ningún regalo de la Federación. Es simplemente la recompensa a su trabajo, que le ha destacado por encima de los demás.

Bajo estos dos sistemas, el atleta es un hombre despreocupado que puede rendir al máximo. En Polonia incluso se le dan dos entradas para cualquier espectáculo y poder distraer la mente. Estos hombres, que viven por y para el atletismo, están curtidos internacionalmente y saben responder a tope cuando la competición lo exige. Precisamente lo contrario que ocurre con los españoles. No están acostumbrados a competir en el extranjero y son incapaces de superar los factores que todo atleta tiene en contra cuando compite fuera.

Sólo Haro, Campos y curiosamente un junior, Alonso, son capaces de no bajar de su normal rendimiento en una prueba internacional. Acostumbrar a sus compañeros a las competiciones internacionales para formar un equipo nacional homogéneo está fuera de las posibilidades de la Federación. Tenemos el ejemplo del encuentro femenino con Grecia, que ha supuesto un desembolso de dos millones de pesetas.

Nos encontramos, pues, con el sempiterno dilema. O se da dinero para lograr un aceptable atletismo o se le niega toda ayuda y que compita quien quiera por estricto amor al deporte. Porque lo que hay ahora es una insuficiente ayuda económica, que pretende justificarla crítica de la actuación española en los Juegos o para censurar la ausencia de atletas nacionales en las competiciones veraniegas.

Es inadmisible exigir algo a alguien cuando en la Federación el dinero que hay para becar a los atletas da una media de 750 pesetas por atleta y año. Sí, hay atletas que cobran 24.000 pesetas mensuales por un espacio renovable de seis meses, pero ¿y después? Si no tienen una garantía tienen que buscar un medio de subsistencia, por lo que ya su tiempo de entrenamiento no es el suficiente.

Si estudian tenemos el caso de aquellos atletas que pierden cursos enteros por prepararse concienzudamente. Y en sus casas hay una preocupación y verdaderos problemas cada vez que hay una concentración, máxime si es en época de exámenes.

Tenemos el caso concreto de Alonso, que perdió el curso de Económicas por prepararse a fondo para ir a los Juegos y al final se quedó sin ir por una décima de segundo. El caso de Carrasco, un año perdido de estudios por los Juegos y cuando en verano se pone a estudiar, le llueven las críticas porque no compite. El caso de Sarriá, dos meses sin cobrar en su trabajo por ir a Montreal. El caso de Páez que por 6.000 pesetas al mes estudia y además se entrena a tope para poder haber sido internacional esta temporada. ¿Quién paga a estos hombres su tiempo y su dinero perdido?

En el extranjero tendrían todo asegurado, lucharían por los récords mundiales y se les envidiaría. ¿De qué serviría tener en España un Mike Boit, un Juantorena, o una Szewinska si no se les iba a dar ni dinero ni seguridad por lo que su rendimiento bajaría la mitad?

Milagros, no. Esto es lo que hay. O se le da seguridad al atletismo, no sueldos a pequeños plazos, Y unos incentivos para que en un afán de superación pueda resolver su vida económicamente, o nos quedamos donde estamos. Lo qur no se puede admitir es el intento de lograr una medalla para salvar el cargo cuando el atleta, por conseguirla, es el único perjudicado y por lo tanto víctima del pobre atletismo español.

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