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Autonomistas corsos dinamitan una bodega

Anoche, la policía francesa aún no había dado con el paradero de Max Simeoni, el líder del autonomismo corso, que, al frente de un comando de 15 personas, dinamitó a última hora del domingo, la bodega de un repatriado de Africa, sin causar víctimas personales, pero sí destrozos que se calcularon en unos 100 millones de pesetas. Max Simeoni es hermano del célebre doctor Simeoni, que cumple actualmente los cinco años de prisión a los que fue condenado en junio último, como responsable de los trágicos acontecimientos de Aleria, el 22 de agosto del año pasado, cuando, en el curso de la ocupación de otra bodega de un repatriado los partidarios de Simeoni hicieron fuego, resultando muertos dos policías. Un año después, los hechos se han repetido. En Aleria, los entonces militantes del ARC (Acción para el Renacimiento de Córcega), movimiento dirigido por los hermanos Simeoni, que fue prohibido, quisieron alertar a la opinión contra el «colonialismo francés», y ocuparon una de las bodegas explotadas por los repatriados: a su juicio, las tierras de estos colonos, deben ser distribuidas entre los jóvenes corsos ¿Será la acción del domingo último el primer acto de un nuevo ciclo de violencia para sostener las mismas reivindicaciones?

«Iniciativa individual»

La ocupación de la bodega, que sólo duró dos horas, sin que la policía interviniera, tuvo lugar después del congreso del APC (Asociación de los Patriotas Corsos), nuevo movimiento de los autonomistas, creado después de la supresión del ARC. Al congreso habían asistido más de 5.000 personas. Fue al finalizar cuando Simeoni y 15 militantes más, armados con escopetas, se dirigieron a la bodega, y después de haber obligado a salir a los obreros, todos africanos, la dinamitaron. Simeoni, en una declaración pública, describió el acto como «iniciativa individual, bajo mi sola responsabilidad». Añadió que «con este acto ilegal, quiero llamar la atención de los poderes públicos», y resaltó que no se han cumplido las promesas relativas «a la renovación de nuestra lengua y de nuestra cultura». Simeoni insistió en que «se trata de un acto aislado, que no debe tener continuación».

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