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MONTREAL 76

Llegó la última expedición española de Montreal

La última representación española en Montreal regresó ayer por la tarde a Madrid. En la expedición viajaban el delegado nacional de Deportes, Pelayo Ros, el equipo de K-4, medalla de plata en los Juegos, y la pareja Gorostegui-Millet, que quedaron subcampeones en las pruebas de vela de la clase 470. Las que no aterrizaron en Barajas fueron las esperadas cartas de dimisión de algunos federativos.

A España sólo llegaron seis medallas de plata distribuidas en dos disciplinas olímpicas, la vela y el piragüismo. Acompañaban a esas medallas un nutrido grupo de deportistas desilusionados y otro no menos numeroso de federativos que no desean otra cosa que las vacaciones estivales les libren de la pesadilla de unas competiciones veraniegas.Un comentario generalizado se hizo omnipresente en las dependencias del aeropuerto: el de las cartas de dimisión. Se decía -por supuesto, en broma- que el avión en el que volaba la última expedición española estaba repleto de cuartillas firmadas por unos directivos que renunciaban a su cargo. Resultó, sí, una broma. Se habló de reestructuraciones, de planificaciones para futuras competiciones internacionales, de las experiencias vividas en Montreal. Pero de dimisiones, nada.

La reestructuración del deporte, en cartera

El primer expedicionario en cruzar la aduana fue el delegado nacional de Deportes, Pelayo Ros. Hizo a su llegada algunos comentarios sobre los Juegos Olímpicos, «que no admiten comparación con ninguna otra manifestación deportiva»; de los participantes españoles en Montreal, que «se entregaron al máximo» e incluso «lloraron cuando los resultados obtenidos no estaban acordes con sus posibilidades»; y de una reestructuración del deporte en nuestro país. En este punto manifestó que la tenía «en cartera», pero que no se le preguntara por las fechas en que podría debatirse el tema porque no estaban previstas. Declaró a continuación que no venía «defraudado de Montreal», entre otras razones por la «satisfacción de haber vivido por dentro unos Juegos Olímpicos».

El subdelegado nacional fue más parco en sus palabras. Anselmo López respondió a una pregunta sobre la participación española en los próximos Juegos con un «prefiero no hablar de Moscú». Si la cuestión no estaba zanjada su «no soy más que un subdelegado» puso punto final a la conversación.

El atletismo fue la oveja negra de la familia del deporte español en Montreal. No obstante, Alfredo Forcano, presidente de la Federación Española, prefiere no considerar las actuaciones españolas -salvo dos excepciones- una verdadera debacle. Y en cualquier caso, Forcano exime de toda culpa al organismo que él preside. «Los éxitos o los fracasos no se pueden imputar a la Federación». Sorprende, sin embargo, que en el aeropuerto no estuviese presente ningún directivo para recibir a los expedicionarios que alentaron en los Juegos a los atletas. Casi todos habían viajado.

Gorostegui y Millet, medallas de plata en vela, clase 470, se lamentaban de no haber ganado ninguna regata. «Eso nos hubiera permitido optar a la medalla de oro». En cualquier caso, los trofeos que lucían en el aeropuerto eran para ellos una «magnífica recompensa» a sus esfuerzos.

Díaz Flor, componente del equipo de K-4 que se hizo con la medalla de plata, consideraba el premio una lección a aprender. Afirmaba que durante cuatro años se prepararon para ese momento, para disputar una competición. Y habían logrado su objetivo. El, personalmente, había dejado los estudios en todo ese tiempo. «Y lo lamento, porque esos años no los voy a poder recuperar». Pero la medalla pendía de su cuello y «en este momento, es lo importante».

El, en otras ocasiones, escenario de masivas concentraciones de aficionados a los deportes, fue ayer un claro exponente de las alegrías recibidas a lo largo de los Juegos. El aeropuerto sólo dio cobijo a tres pancartas. Y las tres, dedicadas al equipo de piragüistas de K-4. Era el aplauso tímido a un actuación menos que discreta.

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