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"Mi hijo no era delincuente habitual, ni podía correr"

La Dirección General de Seguridad facilitó el pasado domingo a los medios informativos la siguiente nota:«Sobre las 4.30 horas de la madrugada del domingo, día 18, la guardia del puesto de la Guardia Civil del Puente de Segovia (Madrid), que había sido alertada por explosiones en otros edificios, advirtió a tres individuos merodeando por las inmediaciones del cuartel, junto a las tapias del mismo; dada la voz de alto, los tres individuos, lejos de acatarla, emprendieron rápida huida, siendo perseguidos por los miembros de la Benemérita, que efectuaron algunos disparos por la calle Milagrosa, por la que escapaban los sospechosos. Algún tiempo después, en un descampado sito en la calle Ramón Molina, esquina a la de Herminia Puertas, se localizó a un joven herido de un disparo, quien fue inmediatamente trasladado a la casa de socorro desde donde tras los primeros auxilios, se le condujo a la Residencia 1 de Octubre, en la que ingresó cadáver.

Diligencias posteriores permitieron identificar a la víctima como Carlos Hernández Expósito, nacido en 1947, soltero, del que constan antecedentes en las dependencias policiales como maleante habitual».

En relación con esta noticia, Fidel Hernández García, padre del joven fallecido, ha declarado a EL PAIS:

-Mi hijo no era maleante habitual. Vivía de su trabajo. Ni tan siquiera me han dejado identificarlo. No hemos visto su cadáver todavía. Hemos expuesto en el depósito de cadáveres, que hasta podría tratarse de otra víctima, que el fallecido podría ser otra persona, otro Carlos Hernández Expósito, pero todo ha sido inútil. En el Instituto Anatómico Forense nos han impedido ver el cuerpo de Carlos. Por lo visto, hasta dos horas antes del momento del entierro, no nos permitirán ver a mi hijo. Y lo de maleante habitual, no sé de donde se lo han sacado. Carlos solamente sufrió un arresto, y de eso hace diez años, por un acto de inmoralidad en la vía pública.

-¿Cuándo tuvo noticia de la muerte de su hijo?

-Oficialmente nadie me comunicó nada. Me enteré sobre las siete de la tarde del domingo, o sea, muchas horas después de su muerte. Me informaron unos familiares. Lo habían escuchado por televisión, en el telediario de las tres de la tarde. Me dirigí enseguida a casa de esos familiares y luego acudí al puesto de la Guardia Civil del Puente de Segovia. En el cuartel de la Benemérita me dijeron que no sabían nada, que ellos habían cogido el turno a las nueve de la mañana, y que desconocían lo que había pasado por la noche. Salí de allí y preguntamos, me acompañaban algunos familiares, en un bar cercano al cuartel, donde sabíamos que paraba mi hijo. En este establecimiento nos contaron que mi hijo estuvo hasta las dos de la madrugada del domingo, en ese bar alternando con unos amigos, y que salieron de allí a esa hora. El cuartel de la Guardia Civil está a uno trescientos metros del establecimiento y no puedo explicarme que paso para que dos horas y media después de salir del bar, y con todo cerrado, se encontrase en aquel lugar...

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El señor Hernández García, tras una pausa marcada por convulsiones en la voz y trastornos evidentes, prosigue:

-Mi hijo ingresó cadaver en la Residencia Primero de Octubre y por el informe del forense sabemos que falleció a las seis y cinco minutos de la mañana. Sobre las nueve horas de la mañana de ayer lunes, nos presentamos en el Anatómico Forense. Allí, después de negarnos la posibilidad de ver el cuerpo de Carlos, nos informaron de que tendríamos que volver cuatro horas más tarde. Volvimos. Nos entregaron un sobre sellado y cerrado con el que recibimos indicación de personarnos en Las Salesas, en el Juzgado número 5. Allí nos comentaron que Carlos había recibido un balazo y nos entregaron otro sobre que contenía dos llaves, un anillo y una peseta. Se nos comunicó que eso era todo cuanto de valor llevaba Carlos encima... Mi hijo no podía correr. Cojeaba. Había sido operado quince días antes de una fístula en una pierna, en la derecha. Es más hace dos meses y medio sufrió otra operación en la misma pierna y tenía serias dificultades para caminar. Fue intervenido en ambas ocasiones en la Clínica Puerta de Hierro. Estaba dado de baja y el día el suceso había estado comprando herramientas para incorporarse al trabajo el lunes. Era escayolista de profesión. Vivía en Huerta de Castañeda, 35. Carlos pasó dos años trabajando en Australia como emigrante. Puedo asegurar con toda certeza que no tenía ideas políticas.

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