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Reportaje:La Bolsa: apuntes de problemas y soluciones / y 3

Un mercado no tan perfecto como parece

En este último artículo he agrupado los problemas relacionados con la Bolsa como mercado secundario, quizás los más conocidos del gran público y los que han motivado más propuestas de reforma. Pero conviene señalar primero que, a juzgar por las cantidades negociadas, la importancia de nuestros mercados, si bien creciente, es todavía reducida. Para apoyar esta afirmación podemos señalar que la relación entre contratación efectiva de acciones y valoración del capital en estos títulos fue, durante el cuatrienio 1971-74, muy baja: exactamente el 2,5, 3,7, 4,9 y 5,7 por 100, respectivamente. Añádase el que apenas un 20 por 100 de los títulos alcanzan una frecuencia de cotización cercana a las 100 sesiones al año, y se comprenderá el relativo escepticismo respecto al peso real de nuestras Bolsas en el proceso de financiación. Pasando ahora de las cifras a los grandes problemas, comenzaré por uno realmente interesante por sus resonancias de todo tipo: la influencia de los Bancos sobre la contratación bursátil.El «control» bancario de las cotizaciones

La prepotencia de los Bancos deriva de varias circunstancias. Los Bancos administran las carteras de una vasta clientela y realizan por su cuenta toda clase de operaciones -se ha estimado que en total suponen alrededor del 85 por 100 de la contratación-; a nadie se le escapa que esta enorme masa de órdenes puede influir también, llegado el caso, en la actuación de los agentes en cuanto órganos de mediación. Pero aún hay más. En la práctica los Bancos controlan totalmente las compras y ventas de sus propias acciones y, en gran medida, las de las compañías industriales en las cuales participan. El instrumento para ello son sociedades de cartera dependientes que actúan absorbiendo las órdenes de compra y de venta hasta alcanzar aproximadamente los precios y las cantidades deseados por los Bancos -algunos lectores probablemente ignoren que en la Bolsa de Madrid el corro bancario es el único que no se «vocea»-. Los Bancos justifican estas intervenciones aduciendo que se trata de un expediente para evitar grandes fluctuaciones en las cotizaciones que acaso desalentaran al inversor; lo cierto es que semejante actuación es más bien un intento de influir en la evolución del mercado -no se olvide que la ponderación del grupo «Bancos» en el índice general de cotizaciones de la Bolsa de Madrid. es, en 1976, del 43 por 100, y que el volumen de contratación efectiva alcanzado en 1974 en valores bancarios fue de casi el 48 por 100 de la contratación total.

A ello debe añadirse el que su mayor conocimiento de las empresas, derivado en gran parte de la información que éstas están obligadas a suministrarles como consecuencia de la relación de clientela que les une a los Bancos convierte a éstos en operadores auténticamente privilegiados en el mercado bursátil. ¿Soluciones? Difíciles y complejas por estar ligadas al problema amplio de cuál es el grado de poder que la Banca tiene sobre la economía. Ahora bien, reconociendo lo complicado que es, conviene intentar esbozar soluciones posibles.

Si el objetivo básico es limitar la influencia de los Bancos sobre la Bolsa, puede actuarse a través de varias vías. En el anterior artículo señalé el. fomento y la difusión de nuevas formas de intermediación como medio de recortar la incidencia de los Bancos en el mercado primario; añadiré ahora que si se permitieran las asociaciones de agentes, éstos podrían constituir firmas dedicadas al asesoramiento bursátil,y competir con los Bancos en dicho terreno. Paralelamente, debería terminarse con la paradójica situación actual en la cual los Bancos poseen un gran poder no equilibrado por unas responsabilidades claras. Los Bancos tendrían que colaborar en el proceso de perfeccionamiento de nuestro mercado de capitales; la primera medida para ello consistiría en incluirles entre los componentes de los órganos de gestión de la Bolsa, sobre cuya reforma me pronunciaré de inmediato.

Contra la limitación del 5 por 100

Otro inconveniente grave para la agilidad operativa de la Bolsa es la regla, vigente en Madrid y Barcelona, según la cual la cotización de un valor no puede superar en más de un 5 por 100 la alcanzada durante la sesión anterior. La práctica se suele justificar aduciendo la necesidad de asegurar un cierto orden en el mercado en momentos difíciles, así como un nivel mínimo de liquidez a los valores en contrátación. En realidad ese objetivo puede alcanzarse por medios menos perturbadores, ya que la contrapartida del sistema actual es que, en ocasiones, la aplicación del 5 por 100 impide que las cotizaciones reflejen el verdadero estado del mercado e imposibilita una recuperación efectiva de los cambios. Todo ello sin mencionar la posibilidad que una aplicación interesada. del mismo lo convierta en una manipulación injustificada.

Se impone, por tanto, que las dos Bolsas estudien la sustitución inmediata de dicha regla por métodos más eficaces. En el supuesto de que se autorizasen las asociaciones de agentes y que se derogase la prohibición que sobre ellos pesa de actuar en el mercado por su propia cuenta se podría probar el sistema americano de «especialistas»; es decir, los agentes están autorizados Para comprar y vender determinados valores para su propia cartera, estabilizando de esta forma el mercado. No muy diferente es el comportamiento de los «Jobbers» ingleses, intermediarios, que son los únicos autorizados para tratar con los «Dealers» -figura equivalente a nuestros agentes-. Aun cuando razonables, estos sistemas responden a tradiciones y mentalidades diferentes de las imperantes en la Bolsa española; por esta razón la solución más factible consistiría en autorizar de una vez las operaciones a plazo definidas en los artículos 79 a 138 del vigente Reglamento. Desgraciadamente, ello es impensable hasta tanto el mercado no cuente con un sistema de liquidación y compensación eficaz.

La posición de los agentes de cambio

El tema de la posición de los agentes de Cambio y Bolsa es un tanto delicado, ya que cualquier propuesta de modificación del actual status puede interpretarse como un ataque de mala fe a un grupo de distinguidos funcionarios públicos, dotado además de una notable capacidad de presión corporativa. Nada más lejos de mi intención, pero lo cierto es que la actual situación me parece insostenible. No se puede justificar el que, como dice el Decreto de 23 de agosto de 1, 975, «teniendo en cuenta la expansión previsible del mercado de capitales y las necesidades actuales del servicio encomendado a los agentes», se fije en 170 el número de los mismos «durante los próximos diez años». O sea, hasta 1985 Madrid no podrá contar con más de 88 agentes -en la actualidad tiene 69, si no me equivoco-; Barcelona, 50 -cuenta con 43-, y Bilbao, 32 -hoy en día, 26-. Aun a riesgo de errar, opino que dichas Bolsas deberían disponer ahora mismo de 150, 80 y 60 agentes, respectivamente, si se quiere asegurar plenamente su buen funcionamiento.

Esa ampliación del número de agentes debería venir acompañada de la inmediata autorización para que constituyeran asociaciones -poniendo en vigor el artículo 6 del citado Decreto- y previa la separación de las funciones de intervención en las pólizas de crédito y de intermediación en la negociación bursátil como medio de asegurar su plena independencia respecto a posibles presiones de los Bancos. Como justa contrapartida, se impone subir los ridículos aranceles que actualmente cobran, sustituyendo el sistema actual por otro en el cual el arancel varíe en función de la cuantía de la operación. Si haciendo uso de la posibilidad de asociarse los agentes adoptan un papel imaginativo y decidido, el inversor, el mercado, y en definitiva ellos mismos, saldrán grandelmente beneficiados. Otro tema que sólo apuntaré, pero cuya solución debe estudiarse, es el de la posible integración de los corredores de Comercio al circuito bursátil y su conexión con esas posibles asociaciones de agentes.

Las facultades de las juntas sindicales

Igualmente vidrioso es el punto de las Juntas Sindicales y sus actuales facultades como órgano de gobierno de las Bolsas. No se trata de que la Bolsa sea un asunto demasiado importante para encomendárselo a los agentes, pero sí resulta claro que el desarrollo alcanzado por el mercado, y el que en un futuro sería deseable que lograse, hace necesario, por un lado, una intervención más activa y tuteladora del Ministerio -cuya primera consecuencia debería ser la modificación de la grotesca composición que hoy en día tiene el Consejo Superior de Bolsas-, al tiempo que se da entrada en las Juntas a representantes de los principales sectores interesados -Bancos, sociedades de inversión colectiva, empresas cotizadas y público en general-.

Por último, dentro de este esquema de reformas no cabe tolerar la continuación del estado vergonzoso de falta de información en que hoy en día se tiene al inversor. Para empezar, las Bolsas deberían ser inflexibles en el cumplimiento de los requisitos marcados en los artículos 28, 47 y 48, referentes a la documentación económica que las empresas han de facilitar. El segundo paso consistiría en exigir, primero a las sociedades que solicitan la admisión a cotización y después a las ya cotizadas, una información periódica y completa que permita al inversor evaluar la situación y perspectivas de quien solicita su ahorro. Se trata, en una palabra, de reforzar la confianza del inversor en el mercado y de evitar que un reducido grupo de operadores lo manipulen en su exclusivo provecho.

Y concluyo: en estos tres.artículos he pretendido hacer un modesto esbozo de problemas que aquejan a la Bolsa y apuntar algunas mejoras posibles con buena voluntad y decisión. He huido deliberadamente de los grandes esquemas y demás metafísica huera. Para nuestro mercado de capitales existen soluciones con tal que los estamentos implicados actúen con una honesta responsabilidad; ese el el único caldo de cultivo en el cual puede arraigar cualquier tipo de reforma.

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