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Entrevista:

"Mi marido nada tiene que ver con el asunto"

Cristina Duclós, esposa de Eugenio Peydró Brillas, encarcelado recientemente como uno de los principales encausados en el asunto Sofico, declaró ayer tarde a un redactor de EL PAIS: -Otros directivos de Sofico, que percibían salarios superiores a los de mi marido, están tranquilamente paseando por la calle. Mi esposo está en la cárcel y otras personas que ostentaban cargos de muy alta responsabilidad en la empresa no se han visto afectados por la misma circunstancia. Estas personas tomaban decisiones en la firma y además de percibir sueldos más altos que mi marido, disponían de más madurez y tenían muchos más años... Mi marido no se lucró en nada. El piso en que vivimos mis dos hijas y yo fue un regalo de mi suegro. Nos lo ofreció cuando nos casamos Eugenio y yo. Pero la vivienda está a nombre de Sofico. No tenemos nada nuestro, absolutamente nada. Económicamente, puede no creerse, estamos pasando por serios agobios.

-¿Estima usted que se ha cargado exceso de responsabilidad sobre su esposo?

-Al conocer la noticia sobre el procesamiento y encarcelamiento de mi marido, mi primera reacción ha sido separar completamente las dos personalidades que están involucradas en el caso. Me refiero a mi suegro, Eugenio Peydró Salmerón, y a mi marido. Conozco muy de cerca a mi esposo y tengo fe en él. No lo creo capaz de haber cometido las irregularidades que se le imputan.

-¿Se ocupan de la defensa de su esposo los mismos letrados que defienden a su suegro?

-No. Después de que me fueron facilitados varios nombres, pensé mucho en todo esto y decidí entrevistarme con Antonio Ferrer. El catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Madrid tiene una trayectoria irreprochable como penalista. Además, al poco de conocerle me inspiró una gran confianza, que considero muy necesaria en un asunto como éste. A nosotros nos defiende el señor Ferrer. He decidido separar las personalidades, ya lo dije y, por lo tanto, no estimo conveniente que los mismos letrados defiendan a mi suegro y a mi marido. Las responsabilidades de uno y otro no se deben emparejar.

-Pero, de hecho, la opinión pública primero, y ahora las autoridades judiciales lo han refrendado, parece que han supuesto intencionalidad similar en ambos...

Desesperación

-Esa es mi gran desesperación. Me duele que la opinión pública pueda pensar que mi marido, uno e de los trabajadores más sacrificados de la empresa, y de ello pueden dar fe muchos operarios, se vea implicado en este tipo de popularidad nefasta que le acarrea el haber ostentado el puesto de consejero delegado de Sofico. Mi esposo entró en la empresa a los veintitrés años. Hoy tiene, treinta y dos. Ha trabajado en la firma a las órdenes de diferentes directivos, que le fueron formando. Fue enviado a París y Londres, pero como un empleado más. Un ejemplo claro: cuando mi esposo cumplía el servicio militar, sólo acudía al puesto de trabajo por las tardes. Precisamente, por ese motivo, su padre le entregaba la mitad del sueldo-¿Cuál era el sueldo que percibía su marido últimamente?

- En la última época cobraba 125.000 pesetas mensuales, más 5.000 pesetas por asistencia a consejos y dos pagas extras de 50.000 al año.

-¿Comisiones aparte?

-Se equivoca. No aceptaba comisiones. Jamás se aprovechó de esta posibilidad, a pesar de que tuvo ofrecimientos en este sentido. Me consta que una casa de patentes le entregó 100.000 pesetas por descuentos de una venta y ese dinero fue ingresado inmediatamente en la caja de Sofico. Mi marido se lo entregó al cajero y eso se puede comprobar con un simple requerimiento. El propio cajero puede atestiguarlo.

-¿Insiste usted en que la conducta de su esposo ofrece transparencia?

-La conducta de mi marido era irreprochable. Desde hace nueve meses (antes estuvo cooperando con la administración judicial), se encuentra sin trabajo. Se ha dirigido en múltiples ocasiones a empresas especializadas en selección de personal y después de pasar los exámenes con éxito, al llegar a la empresa que solicitaba empleados y al facilitar mi marido su nombre todo se venía abajo. Nos cerraban las puertas.

Precaria situación

-¿ Seguro que es precaria la situación económica de ustedes? -Es precaria, sí. Ya lo creo. Puede parecer mentira, pero le aseguro que hablo de cosas que pueden comprobarse. No se dónde ha ido a parar el dinero que dicen se ha defraudado. A nuestra cuenta corriente, no. Nosotros estamos percibiendo ahora una ayuda económica que nos pasa mi suegro, pero las cantidades han ido decreciendo en los últimos meses. Mi esposo deseaba encontrarse en situación de poder rechazar esta ayuda, pero nadie le daba trabajo. Yo misma, siendo consciente de lo que sufría mi marido, trabajé durante varios meses, soy pintora, para hacer una exposición que me ofrecieron en una galería madrileña. Tuve suerte y vendí el setenta y cinco por ciento de los cuadros expuestos. La dirección de la galería, al comprobar nuestra situación, me adelantó el pago de las obras. Ello da cuenta de que mi esposo hacía una vida normal y dispone de muy poco dinero. Mi marido nada tiene que ver con su padre. Eugenio, mi esposo, trabajaba en Sofico en la sección administrativa y no corría dinero por sus manos, sin embargo. Estaba en contra de muchas cosas que se hacían en la firma y de su responsabilidad en el caso, imagino que, dará idea el que esperásemos con angustia los finales de mes, porque últimamente sufríamos problemas de pagos y se nos acumulaban las letras. La esposa de Peydró Brillas, entre lágrimas, remachó el final de la entrevista.

- ¿Cómo es posible que personas que cobraban el doble que mi marido, 250.000 pesetas, puedan haber salido limpias de esto? Ya no sé qué pensar. Me angustia imaginar que mis hijas vayan creciendo y que alguien pueda señalarles por la calle sólo porque su padre trabajó en Sofico. No puedo ocultar que mi marido percibía salarios altos. La empresa era de su padre, claro, pero él, me consta, no intervino en nada que se pueda considerar delictivo. Me desespera pensar que haya sido condenado por ser el hijo del presidente de Sofico. El asunto me rebasa. Es enorme. Cuando veo que en la calle todo sigue igual mientras él está encarcelado, creo que estoy viviendo en una nube de espejismos, como flotando en el aire.

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