El elefante de papel
El primer paso para la reforma se ha dado sin la menor dificultad.
El ambiente en la mañana de ayer era tenso, casi prebélico. Aún rumiaban su amargura reciente los ex combatientes que no pudieron manifestarse por Madrid. Y, hacia las diez, 77 consejeros nacionales no «Cumplían con su deber», desoyendo el telegrama del marqués de Villaverde, que perdía su escañoA partir de aquí, pocos dudaban que el Pleno (le las Cortes sería la batalla de las Ardenas del bunker. lntegristas y reformistas se aprestaban para librar la primera batalla de la reforma o la penúltima del autoritarismo. Allí debían encerrarse, sin interrupción, hasta que fuera debatido el proyecto de reunión y manifestación, por un máximo de veinticuatro horas. En las redacciones de los periódicos se hacían planes para cubrir la información de los señores procuradores tomando churros madrugada y batiendo briosos e insomnes sus armas durante toda la noche.
¡Caramba!, se decían los más viejos de la Corte, si el Opus se defendió de Fernando Suárez manteniendo las Cortes en vela toda una noche, ¿qué no hará el bunker ahora por algo mucho más importante que las subvenciones a la Universidad de Navarra?
Nada. Hasta el viejo profesor, Tierno, parece haberse excedido al reputar al bunker de elefante de papel. Ayer los montes del bunker sólo parieron en la carrera de San Jerónimo una tímida ratita. De las veinticuatro horas de debate, sobraron veinte. No hubo noche legislativa de los cuchillos largos y, ya puede irse buscando excusa mejor que la del bunker para aplazar o echar agua al vino de las necesidades políticas de este pueblo.
Porque el tan temido bunker hizo ayer aún mejor el soneto de Cervantes: «...caló el chapeo/ requirió la espada/miró al soslayo /fuese/y no hubo nada.»
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