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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El liberalismo es pecado

CON ESTE sugestivo título apareció en España, hacia 1884, un breve tratado sobre los males de la libertad. Su autor, un bienintencionado clérigo de Sabadell, pasó a la historia, no por sus méritos apostólicos, sino por su tino, quizá involuntario, de titulador. La tesis del opúsculo era sencilla: la Iglesia católica posee la verdad absoluta; no se equivoca nunca; el liberalismo defiende la libertad de conciencia: es así que existiendo una verdad absoluta y una institución que la imparte sin fallar, atenta contra Dios y contra el hombre quien se permita aceptar el libre examen.Hoy pervive el espíritu del autor integrista, y conviene reconocer los estragos que puede causar.

Afortunadamente, la Iglesia católica es sólida y no se inmuta apenas por estos excesos ni por las excentricidades de signo contrario.

En 1976, el ciudadano medio ya ha aprendido a distinguir la Iglesia de algunos de sus hombres. En el mundo occidental se sabe que las confesiones cristianas, y sobre todo la católica; son fuerzas poderosas que han colaborado en gran medida al perfeccionamiento del hombre y de la sociedad. Su contribución a la dignidad humana es el gran valor añadido a la misión salvadora, profesada por los creyentes. Y no se puede entender el humanismo occidental sin el humanismo cristiano.

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Dicho esto hay que hablar un poco de la vestidura temporal, de la Iglesia, y de la Iglesia en nuestro país.

Durante demasiados años de este siglo, muchos o influyentes hombres de la Iglesia han practicado un cierto simplismo mental cuando veían peligrar no el depósito de la revelación, sino las posiciones que la organización eclesial detentaba en la sociedad. Ahora, desde el diario Ya, portavoz teórico de algunos relevantes sectores de la Iglesia española, se denuncia el nacimiento de una moral civil, que propugnabamos en un reciente editorial.

Cuando se propone una moral civil para la España de hoy se hace sin embargo, en base a algunos hechos palmarios:

- Más de la mitad de los españoles no son católicos efectivos, entendiendo como tales a quienes confiesan la doctrina revelada dan testimonio de ello con la práctica religiosa semanal.

- Hay cuestiones de decisivo peso en la vida individual y colectiva que son distintas desde la preceptiva católica o desde la moral laica de Occidente. Por eso, la Iglesia ha liquidado el concepto de Estado confesional y ha dado forma definitiva a la idea de libertad religiosa en su último concilio.

Millones de españoles pueden diferir, y difieren, del planteamiento católico del matrimonio, la contracepción o el aborto. La propia Iglesia defiende éste derecho a discrepar cuando en una constitución conciliar de significativo encabezamiento (dignitatis humanae) establece: La libertad religiosa consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de coacción, por parte de cualquier potestad humana, y ello de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros.

¿Existe una ética civil distinta de la moral religiosa? Por supuesto que sí. Aunque no sean necesariamente y en todo contrapuestas, y ambas se funden en la ley natural, no puede pedirse que los agnósticos organicen su vida sobre preceptos concretos que sólo obligan a los creyentes. España es el último país de Europa con confesionalidad operante. Ha sido la propia Iglesia la que ha prescindido de ella como de un lastre temporal, como prescindió antes del Santo Oficio, del Indice.

Así se coloca en complicada situación a la España oficial, que proclama hoy la confesionalidad nada menos que en el segundo de los Principios Fundamentales, "permanentes e inalterables", según se sabe.

Esta una situación que es urgente cambiar. Y hay que decir que no nos extraña que sectores inmovilistas del integrismo eclesial se opongan a ello y escandalicen. Ojalá sus intereses no primen ahora sobre los intereses del pueblo español.

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