La cornada una herida con especiales complicaciones
Los próximos días 10, 11 y 12 de junio se celebra en Madrid el II Congreso Internacional de Cirugía Taurina. El primero tuvo lugar en Méjico el año 1974. Lo preside el doctor don Máximo García de la Torre, que es jefe de la enfermería de la plaza de toros de las Ventas y director del Sanatorio de Toreros. Se presentarán numerosas comunicaciones y hay anunciado un programa científico preliminar sobre heridas vasculares y heridas penetrantes en cavidades, estas últimas terna crucial en los procesos producidos por cornadas.
Desde el año 1975, mes en concreto desde la cornada que le costó vida a Manolete está planteada la asociación de cirujanos taurinos con vista a un intercambio de experiencias. Recuérdese que aquellas tragedias, más aún todo el proceso que desembocó en el fallecimiento del famoso diestro, levantó grandes polémicas. Fue entonces cuando el famoso doctor don Luis Jiménez Guinea intentó crear la asociación e incluso se constituyó una junta, que pronto quedaría en nada. Posteriormente, el doctor García de la Torre y el doctor Campos Licastro, jefe de la enfermería de la Monumental de Méjico, intercambiaron impresiones, remodelaron la primitiva idea y de ella surgió el I Congreso Internacional de Cirugía Taurina, celebrado en Méjico. Es curioso que de este congreso haya sido de donde ha partido la necesidad de creación de asociaciones nacionales de la especialidad que en lo que representa a España ya está constituida y hace dos meses celebró su primera asamblea general.
En realidad, el impulso definitivo del congreso lo dio la necesidad de aportar experiencias por parte de españoles y mejicanos a los cirujanos de las plazas sudamericanas, quienes no parecen estar muy preparados para tratar las heridas producidas por asta de toro. Se Iimitan a practicar una primera cura para de inmediato remitir al paciente a un centro asistencial.
Y naturalmente la función del cirujano taurino debe ser otra. Lo más importante para salvar la vida del torero es, por supuesto, que la enfermería se encuentre suficientemente dotada y en la plaza.
-Es fundamental- nos dice el doctor García de la Torre—que podamos intervenir cinco minutos, a lo sumo, después de producido el accidente.
Luego, por supuesto, no hay que limitarse a la cura, sino que debe hacerse el acto quirúrgico completo. La herida por asta de toro tiene unas características graves y complicadas:
—De un lado está la trayectoria que sigue el pitón; de otro, su forma. Un navajazo, pongo por caso —explica el doctor— ofrece unos cortes de planos claros y continuos. En la cornada, en cambio, nunca sucede así. Como el toro, tras clavar el pitón, zarandea, los orificios en piel, aponeurosis, músculo y en su caso peritoneo, siempre se encuentran en distinto plano. Añadimos a esto que el cuerno no es recto sino curvo a veces en forma de gancho y no rara vez astillado. La consecuencia son grandes destrozos.
Don Máximo García de la Torre añade que el orificio en la piel, en contra de lo que pudiera parecer, es pequeño, inferior a la superficie de una moneda.
—Por muy astifino que sea el toro, su punta es roma, y entonces no punza la piel, sino que la rompe por presión. Los bordes de aquélla se necrosan.
—Un tema debatido: ¿es más grave la herida que produce el toro afeitado?
—Desde luego que si. Cierto que la res afeitada coge menos, no calcula las distancias, sufre un trauma que le resta acometividad. Pero cuando llega a pegar la cornada ésta es muy grande. Porque la punta es más roma y porque el cuerno, que fue acortado, es proporcionalmente más grueso.
El toro que mató a Manolete estaba afeitado.
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