De italiano en italiano y de paseo en paseo, Alcaraz rueda hacia los octavos
El murciano supera al tierno Darderi (6-2, 6-4 y 6-0) sin mayor contratiempo que una atención sin trascendencia en la rodilla. Se enfrentará a Rinderknech (82º)


La productiva factoría italiana choca de nuevo con Carlos Alcaraz, de rosa chicle en esta matinal del viernes que el de El Palmar resuelve otra vez plácidamente, sin mayor sobresalto que unas molestias pasajeras en la rodilla derecha durante el segundo set, con 5-4. “No me preocupa, después se han ido y he podido jugar normal”. Masaje, a seguir y break. Victoria. Tarda poco luego en redondear el partido, así que ya planea sobre los octavos de este US Open. El miércoles no encontró oposición alguna en Mattia Bellucci y esta vez le exige lo justo Luciano Darderi (23 años y 34º del mundo), igualmente rendido, igual de resignado. De aperitivo en aperitivo: 6-2, 6-4 y 6-0, tras 1h 44m. De noche o de día, paso firme y cero arañazos para él, al que el domingo le aguarda el travieso Arthur Rinderknech (82º), treintañero y superior a Benjamin Bonzi (4-6, 6-3, 6-3 y 6-2).
Desde inicios de 2024, la estampa de Alcaraz se ha transformado en la amargura de la representación italiana. A partir de ahí, son 20 triunfos y una sola derrota, ante Jannik Sinner. Dentro, pues, de la lógica. El resto se traduce en un largo paseo que tiene continuidad en este último episodio que remata con gusto y sin dilaciones, en línea recta y con una pizca más de rodaje que le sabe bien. “Se trataba de estar bien despierto, porque no soy de madrugar. Se me hace difícil…”, afirma a pie de pista. Primer día bajo la luz natural y, de nuevo, buena nota, la corrección que ha requerido el trazado hasta aquí. En los tres primeros duelos ha invertido menos de seis horas —un promedio de 1h 48m por compromiso— y a buen seguro que el depósito lo agradecerá.
En la grada, los amigotes de Alcaraz que acaban de llegar a la ciudad toman posiciones para animar y ver las diabluras del tenista. Uno de ellos luce orgulloso una camiseta del Real Murcia —“¡Claro que sí, cómo no!— , otro lleva la gorra hacia atrás como un rapero del Bronx —“¡Vamos, Charlie, vamos”, a lo que él asiente al ir a recoger la toalla— y por lo menos tres de ellos van envueltos en una camiseta oversize (anchuras al estilo yankee) y blanca diseñada, expresamente para la ocasión, por un paisano, Salva. El Tipo Raro se hace llamar: “Cabeza [dibujado un cerebro], Corazón y Cojones [dos huevos]” en el pecho y una ilustración a la espalda en la que el tenista luce brazo, rodeado de distintivos neoyorquinos muy coloridos.

Palmas para él, que va construyendo con soltura y de nuevo tranquilo, sin estrés alguno, arañando juegos otra vez sin la necesidad de apretar ni de meter la sexta marcha. Hasta aquí, sus partidos han ido traduciéndose en entrenamientos. A Darderi le emociona Messi, contaba el miércoles, pero la inspiración de La Pulga no es suficiente para él, muy superado por la marcha de crucero y la delicadeza de Alcaraz, sutil, concentrado, rebosante con la derecha. “Está fino”, precisan los suyos. Así lo parece, pero habrá que comprobarlo en estaciones venideras. El italiano solo es capaz de arañarle dos puntos al resto en todo el primer set, de nuevo un tentempié.
‘Reels’ y frescura
Sobre el papel, Darderi no es un rival menor, integrado entre los cuarenta mejores del circuito. Sin embargo, su endeblez recoge lo quebradizo de la clase media del momento: hoy por hoy, la gran mayoría son meros figurantes. Visto lo visto, relleno para configurar el cuadro. Tampoco le pega mal el transalpino, como su colega Bellucci, pero en cuanto sube un punto el ritmo del peloteo falla sin remedio. No se lo cree. No le alcanza para hacer siquiera cosquillas. Así que sigue subrayándose la existencia de los dos planetas de hoy: Sinner y Alcaraz, Alcaraz y Sinner. Y un abismo de por medio. Dos gigantes y un pelotón de competidores que perciben todas las puertas cerradas.

Por si fuera poco, después de una buena maniobra, el murciano le adivina la dirección y pone astutamente la raqueta, firme, bien tiesa, para que el cordaje absorba y la bola aterrice mansamente a un palmo de la línea de fondo. “No, no y no”, niega él, mientras los amigos del número dos empuñan el móvil en vertical y van produciendo reels, capturándolo todo porque tienen de lo que presumir: técnica y estética armoniosamente de la mano. Aprueba con el pulgar el del bigotillo cuando el titán se aproxima a la esquina: ok, Charlie. Todo en orden. Ahí sigue Alcaraz tocándola bien y encantado bajo el sol que cae sobre un fondo, sin contratiempo alguno, probándose y disfrutando.
A diferencia de hace un año, cuando llegó quemado por el desgaste de los Juegos y afectado todavía por el oro olímpico arrebatado por Djokovic, “esta vez ha llegado muy despejado mentalmente”. Y así lo transmite. Quizá de ahí venga el rapado que ahora lo es un poco menos, un poquito más de pelo: claridad, cabeza fría, frescura. Hasta aquí, mucho foco. Serio, desactiva de un plumazo las tres primeras opciones de rotura que encara en el torneo y, sin dilatarse otra vez, seguro, ya ha descontado tres casillas. El Could you be loved de Bob Marley acompaña el triunfo 80 en un grande, 20 en Nueva York, y sus chicos se levantan, se abrazan y gritan a coro: “¡Va, Carlitos, va!”.
INGLÉS, PRECIOS Y ADIÓS DE SHELTON
Nada más terminar el partido, el ganador envió un mensaje tranquilizador: “Me siento bien, ha sido solo por precaución. Sentía que algo no iba bien en la rodilla, pero después de cinco o seis puntos se ha ido. No es nada serio”. Cuenta Alcaraz que era la segunda vez que jugaba un partido tan temprano en la élite, “el primero fue en Roma”, y dice que se marcha con buen sabor.
“Sigo sintiéndome muy bien, con mucha confianza y mucho ritmo. Vamos a intentar mejorar algunos detalles, pero voy a más”, aprecia. Pese a la vasta oferta gastronómica de Nueva York, la noche anterior coincidió con Sinner a la hora de la cena y tal vez se le haya pegado algo del italiano, con el que se disputa el número uno: “Ahora, cada vez que entro a la pista, estoy concentrado desde el primer punto hasta el último”.
Celebra su llamativa evolución con el inglés —“antes venía aquí [la sala de conferencias] sudando…”— y ante el precio de las entradas para verle —350 dólares en el anillo más alto del estadio para esta ronda—, dice que poco puede hacer: “Es lo que es, el tenis también es business, aunque no debería serlo. Es la oferta y la demanda. Es una pena que pongan esos precios, pero yo no puedo hacer ni exigir nada”.
En paralelo a su clasificación, su parte del cuadro se limpia a raíz del adiós del estadounidense Ben Shelton, lesionado ante Adrian Mannarino. El tenista local, sexto del mundo y potencial adversario en los cuartos, renuncia al quinto set y plantea un escenario más amable a priori. Ya han caído un buen puñado de cabezas de serie, entre ellos Daniil Medvedev, Casper Ruud y ahora el norteamericano.
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