No era del día de Nadal, era la fiesta de Países Bajos
Van de Zandschulp, verdugo del español, vuelve a triunfar antes de que Griekspoor certifique el primer pase a la final de los suyos, el domingo ante Italia o Australia
Asiste el público del Martín Carpena con resignación a un espectáculo bien diferente al que se preveía para este viernes: ahí abajo no está España y, por tanto, no hay rastro alguno de Rafael Nadal ni, en consecuencia, grandes signos de fiesta. Los planes soñados e imaginados por muchos saltaron por los aires la noche del martes, cuando Países Bajos, una aparente Cenicienta, eliminó el equipo anfitrión de esta Copa Davis y disipó la posibilidad de una velada especial, de ese homenaje que al final terminó siendo de dudosa factura; más bien “cutre”, que decía el preparador del mallorquín, Carlos Moyà. En los graderíos no están Djokovic, Gasol o Murray, ni tampoco los políticos ni los representantes ni las celebridades varias que pensaban acudir para el adiós. En vez de eso, mucha cancelación de hotel, mucho palco VIP vacío y una atmósfera fría hasta que Tallon Griekspoor, sensacional, certifica el 2-0 ante Jan-Lennard Struff (6-7(4), 7-5 y 6-4) y resuena por todo lo alto: “¡Holland, Holland, Holland!”.
Afortunadamente, ahí esta la hinchada oranje, siempre ruidosa y colorida, celebrando a más no poder el buen hacer de los suyos y, de nuevo, otro aldabonazo de Botic van de Zandschulp, hasta ahora el nombre propio de la semana. El holandés, un tallo de 29 años y 1,91 de estatura, festeja el triunfo contra Daniel Altmaier (6-4, 6-7(12) y 6-3) a su manera, de la misma forma que lo hizo tres días antes contra Nadal; es decir, como quien acaba de fichar para marcharse de la oficina. Ni se inmuta el neerlandés. Acude a la red sin hacer aspaviento alguno, estrecha la mano del alemán y se dirige hacia el banquillo mansamente, con la satisfacción del deber cumplido. Nada más. Para euforia ya está el millar de seguidores que ha arrastrado su equipo a Málaga, los que más se hacen notar junto con los tifosi italianos. Y no les falta motivo. Sin peso en el deporte de la raqueta, Países Bajos levanta la mano: efectivamente, aquí estamos. Nada de comparsas.
Hasta esta edición, el pequeño país del norte —con una población que no alcanza los 18 millones de habitantes— tan solo había conseguido alcanzar las semifinales en una edición. Fue en 2001. De esta forma, toda victoria es motivo para la alegría y más si la firma el bueno de Van de Zandschulp, a quien solo aquellos que devoran el tenis conocían y que, a partir de ahora, figurará en los libros de historia como el hombre que rindió a Nadal en el último partido oficial del español, un icono transversal. “El mundo del tenis y del deporte echará de menos la increíble energía que ponías”, le dedica en un mensaje Djokovic, que a priori iba estar en la grada y, al igual que otros símbolos que iban a asistir este viernes al Carpena, se quedó finalmente en su casa de Marbella y desde allí contempló el triunfo del holandés.
No sin sufrimiento, por mucho que no se percibiera demasiado. Tes horas de juego y hasta diez opciones necesitó el ganador para adjudicarse el primer punto de la serie contra Alemania, que lamenta la ausencia de Alexander Zverev. Sin embargo, logró redondear otra buena actuación y abrir así con acierto la eliminatoria, recordando otra vez que bajo un formato como este y ante rivales sin cartel, pero con buenos argumentos y bien guiados, no conviene subestimar a nadie. Van de Zandschulp es el 80º del mundo, hincha enfervorizado del Ajax de Ámsterdam, un tipo de hielo y, desde estos días, un competidor que el día de mañana podrá decir que batió en un mismo año a la leyenda y también a Carlos Alcaraz, al que derrotó en el US Open. Ahí, en Nueva York, firmó hace tres años su trazado más meritorio en un grande, progresando hasta los cuartos de final.
Brilla ahora en la Costa del Sol y como artífice de la no fiesta, en alianza con su compañero Griekspoor para alcanzar un logro histórico. Antes de que comenzara la acción, muy pocos hubieran apostado al naranja. Aquellos que pagaron un pastizal en la reventa para ver el adiós del mito al inicio del fin de semana tuvieron que conformarse con un Holanda-Alemania. Y ahí que estaba Tallon para la rúbrica y otra vez para abrir vía Botic, el hombre silencioso que, sin hacer ruido, pegó uno de los pelotazos más sonoros que se recuerdan en una Davis que hoy (13.00, Movistar+) confrontará a la última campeona, Italia, con la poderosa Australia. Sea cual sea, no convendría que ninguna de ellas cayera en el error que truncó la gran despedida. Holanda, con un doblista de lujo en la recámara (Wesley Koolhof) y finalista con todas las letras. De Cenicienta, nada.
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