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Nadal, sin trofeo y entre contrastes hacia París: responde el físico, pero no el juego

El español, escaso ya de gasolina, cede contra Borges en la final de Bastad (6-3 y 6-2, en 1h 26m) y hace autocrítica: “El nivel ha estado muy lejos del que debería”

Rafael Nadal pierde en Bastad
Nadal, durante el partido de este domingo contra Borges en Bastad.TT News Agency (via REUTERS)
Alejandro Ciriza

Nuno Borges, otro de esos tantos meritorios a los que rara vez apunta el foco y que se pierden en la nebulosa del pelotón, hinca las rodillas en el centro de la pista de Bastad y se lleva las manos a la cara, hasta cierto punto incrédulo. A sus 27 años y como 51º del mundo, acaba de hacerlo: es el primer título de su carrera y en su primera final; lo consigue, además, frente a un tal Rafael Nadal y sobre tierra batida. Así que más que lógica la emoción: 6-3 y 6-2, en 1h 26m. “Estoy en una nube…”, expresa el portugués, al que le cuesta seguir el protocolo por la inexperiencia. Todo lo contrario que a su rival, quien lleva toda una vida levantando trofeos y que esta vez se ha quedado sin premio. Demasiada tralla a lo largo de una semana. Era el cuarto partido en otros tantos días y al español —38 años, 20 desde que alzase por primera vez el metal en la élite— le ha resultado imposible contrarrestar ni seguir el ritmo. Sin épica ni remontada esta vez. En todo caso, no se marcha de vacío de Suecia. Ni mucho menos.

Llegó Nadal a Bastad con la firme idea de materializar la puesta a punto que emprendió un mes y medio antes en Manacor, de ahí la renuncia a la hierba y Wimbledon. Es decir, al rodaje y las sensaciones adquiridas en los entrenamientos diarios quería añadir un ensayo real, indispensable para abordar con unas garantías mínimas la cita olímpica que se avecina en París. Y ahí queda este nutritivo trazado en la arena nórdica, resuelto con cinco partidos en las piernas, casi 14 horas sobre la pista —el doble que Borges— y cuatro triunfos que refuerzan el ánimo de quien se enfrenta a un desafío superior, porque lo de hoy no va tanto de resultados como de subirse otra vez a un tren en marcha y que circula a toda velocidad. Aquí nadie espera nadie y, entre ausencia y ausencia del mallorquín, el circuito ha ido cambiando de dinámicas y de fisonomía, configurando una nueva jerarquía y acorralando a la vieja guardia. Lo comprobó Novak Djokovic en Wimbledon y se expone un Nadal que todavía no se da por vencido y que aún desea reengancharse.

No será nada fácil. Sigue estando el tenista de hoy muy lejos del verdadero Nadal, del competidor universalmente conocido. A un mundo. Solo así se entiende que pueda disparar la cifra de errores en un duelo a tres sets —cometió 42 ante Mariano Navone, en los cuartos—, esas lagunas mentales tan inusuales —pérdidas recurrentes del servicio— y toda esa oscilación en los partidos. A remolque en los tres últimos compromisos, también en este último en el que no existe el debate y resuelto en línea recta por el portugués, el jugador que ha desfilado por Suecia no deja de ser un mero esbozo del campeón, quien, sin embargo, encuentra algunos indicios vitamínicos en el recorrido de estos días; ninguno como la respuesta de su físico, más tiempo detenido que activo durante los dos últimos años. Por tanto, a valorar la continuidad alcanzada, pese a que el desgaste acumulado deparase alguna situación más bien rocambolesca —impensable en otra época el suspense contra Ajdukovic, el 130º del mundo— e impida una final más reñida.

Borges besa el trofeo de campeón.
Borges besa el trofeo de campeón.Bjorn Larsson Rosvall (EFE)

No cedía una sobre arcilla desde 2015; entonces, Andy Murray le superó en Madrid. En cualquier caso, no ha dudado Nadal, consciente de su realidad actual, en bajar al barro e inscribirse en un torneo de perfil bajo como el de Bastad —250, la categoría más baja en el circuito de la ATP— como la lanzadera hacia un horizonte ilusionante. Una decisión inteligente antes del abordaje a los Juegos de París, adonde llegará con más certezas y menos interrogantes de los que arrastraba hasta ahora. Sabe exactamente dónde y cómo está, qué necesita y cuáles son los déficits a corregir. Ha hecho lo que podía con lo que tenía, poco o nada que reprocharse. Para ser verdaderamente competitivo, que al fin y al cabo es lo que desea, necesita crecer de manera considerable y seguir ajustando la posición y la elección de los tiros. Al mismo tiempo, ha comprobado una vez más que su instinto sigue intacto y que continúa siendo capaz de revertir situaciones muy peliagudas. Y por encima de todo está el factor temporal. Es consciente igualmente de que en los Juegos tampoco dispondrá de treguas, y ese es un reto mayor.

“Ha sido una semana con momentos buenos y otros no tanto. Pero ha sido positiva. Hoy no he jugado mi mejor tenis, pero todo el reconocimiento para Nuno”, le dedica al ganador. “Todos queríamos que Rafa ganase, incluso una parte de mí lo deseaba, pero algo más grande dentro de mí me empujó sobre todas las emociones. Ojalá sigas mucho tiempo porque eres una gran inspiración”, le corresponde Borges, quien nunca ha logrado romper la barrera del top-40. Vuelve ahora Nadal a figurar entre los 200 mejores —ascensión de 100 puestos, del 261º al 161º— y cierra agotado un periplo que le ha exigido ocho horas y ocho sets sobre la pista en las tres últimas intervenciones. Cinco roturas ha encajado contra el portugués, 19 en unos días de sube y baja la mayor parte del tiempo, demasiado descontrol. En todo caso, apunta ya hacia París, donde se reunirá con Carlos Alcaraz en la guarida que tan bien conoce, la de Roland Garros. Y lo hace con una recarga considerable en términos anímicos. Sin trofeo, pero con esperanza.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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