La dificultad de separarse de lo que uno ama
A veces la gente no es consciente de lo compleja que es la decisión de dejar de hacer aquello que has venido haciendo prácticamente toda tu vida
El lunes, Alexander Zverev hizo valer su condición de favorito y se adjudicó la victoria en un atípico choque contra Rafael en la primera ronda de Roland Garros. Vi a mi sobrino inicialmente algo abrumado, acusando mucha tensión acumulada o, tal vez, el agrio recuerdo de su último partido en Roma, donde hace escasos días se vio claramente superado por su oponente.
Entregó la primera manga con más dudas de lo normal y no logró jugar con su intensidad habitual. Como espectador eché en falta, sobre todo en este primer parcial, algunos de sus gestos característicos que, sin duda, le habrían ayudado a disipar sus nervios. A partir del segundo set la situación cambió, lo vimos invertirse más veces con su derecha y aumentar la velocidad en cada golpe. Nos dio la sensación de que la victoria era posible al anotarse un favorable 5-4, pero el alemán desplegó en este momento clave sus mejores golpes, provocó el tie break y consiguió una renta que le dio alas y supuso una montaña infranqueable para mi sobrino, que perdió el tercero, también, y con ello quedó eliminado del torneo más importante para él.
Amélie Mauresmo bajó a la pista, consciente ella y todo el público de que aquella era una situación que requería unas palabras por parte de Rafael. Visiblemente emocionado por el inmenso apoyo de un público que no había dejado de corear su nombre y de animarlo incansablemente durante todo el partido, agradeció lo querido que se ha sentido en el escenario donde desde pequeño soñó con coronarse campeón y donde, muy lejos de lo que jamás había soñado, lo consiguió en catorce ocasiones.
Y, sin embargo, no despejó las dudas de todos los espectadores allí presentes, y de los que lo seguían desde muchos rincones del mundo. Nos quedamos sin saber si habíamos asistido o no a su último partido en Roland Garros como, por otra parte, creo, tampoco debe saber él a ciencia cierta. Sin duda, hay muchas cosas que necesita tomar en consideración antes de decir la última palabra.
Rafael es consciente del inexorable paso del tiempo y de lo complicada que es la tarea de verse con posibilidades de levantar viejos títulos, pero también ha visto como después de dos años de distintos problemas físicos, de una complicada operación de cadera, de menos de quince partidos en dos temporadas y sin nada de inercia para encarar la temporada de tierra, su nivel no ha estado muy alejado del de uno de los mejores jugadores del circuito. Sí nos dejó claro que su próximo gran objetivo son los Juegos de París, una cita para la que debe verse con ánimo de llegar en sanas condiciones. Creo que el resultado en ellas y en posibles torneos futuros lo ayudarán a acabar de deshojar la margarita.
Conviví muchos años con él tanto en su fase de formación como durante gran parte de su periplo por la alta competición, y siempre lo he visto hacer gala de una fe inquebrantable en sus fuerzas y con el ánimo de aferrarse a cualquier pequeño punto de luz que pudiera vislumbrar. Simplemente, es lo que sigue haciendo ahora.
Una retirada en el mundo del tenis conlleva una dificultad de la que pueden liberarse algo más, por ejemplo, los jugadores de fútbol. Leo Messi o Cristiano Ronaldo, por hablar de dos casos recientes, después de haber jugado en el FC Barcelona y en el Real Madrid pueden seguir matando su gusanillo competitivo y haciendo aquello que toda la vida les ha encantado compitiendo en ligas inferiores. Esto les permite un diminuendo más llevadero que lo que le supone a un tenista tener que abandonarlo todo de la noche a la mañana. A veces la gente no es consciente de la dificultad que entraña tomar la decisión de dejar de hacer aquello que has venido haciendo prácticamente toda tu vida, aquello que te ha llenado, que te ha apasionado y que sigues amando casi como si fuera el primer día.
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