Argentina tiene un himno contra sus fantasmas: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”
Los hinchas argentinos han devuelto a la escena una canción de la Mosca de hace casi 20 años, cuya letra reescribió un catequista bonaerense seguidor de Racing de Avellaneda
El pasado viernes, cuando Países Bajos le empató a Argentina en el último minuto del tiempo agregado, Buenos Aires se empezó a nublar. La definición de los cuartos de final de la Copa del Mundo, que Argentina tuvo en el bolsillo durante casi todo el partido, se fue a los penales mientras la primera ola de calor de un inédito verano mundialista se convertía en tormenta. El drama era inevitable. “Olvídate por un rato y cree”, pedía el narrador del partido en la televisión nacional. “Tiene que haber un dios que nos saque de esta”.
Menos de una hora después, Buenos Aires salió a celebrar en medio de un diluvio. Dios fue un portero que frenó dos penaltis y, como en cada victoria desde la fase de grupos, los porteños se entregaron al delirio de haber vencido. “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, cantó Buenos Aires esa noche en medio de la tormenta, y lo volvió a hacer este martes tras vencer a Croacia para meterse en la final del Mundial. En el país rey de las supersticiones futbolísticas, de los sueños guardados bajo llave para que se cumplan, el himno elegido para esta Copa del Mundo es un desafío a la tradición: “Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”.
La letra se la inventó un catequista. Fernando Romero, un bonaerense de 30 años, profesor en un colegio religioso, pero sobre todo un hincha de Racing de Avellaneda. “Muchachos, traigan vino, juega la acadé”, canta la barra brava de La Academia, uno de los equipos más importantes del país, en la letra que Romero adaptó para la selección.
La base viene de una de las canciones más icónicas de la música noventera argentina. Lanzada en 2003, Muchachos, esta noche me emborracho, fue uno de los últimos éxitos de La Mosca Tsé-Tsé, una banda que definió su época. Hermana segunda de otras como Los Fabulosos Cadillacs o Los Auténticos Decadentes, La Mosca mezclaba la influencia del reggae y el punk que irrumpió en Buenos Aires a mediados de los noventa con la cumbia de los barrios populares y los bombos y cornetas de la murga de carnaval.
Romero y su grupo de amigos la cantaron ante un móvil de televisión durante un partido de las eliminatorias y escaló en menos de un año. Los jugadores de la selección la adoptaron en Londres tras vencer a Italia en La Finalissima, en junio pasado. Messi admitió que era su favorita en una entrevista antes del Mundial. La cantan los argentinos en todas las ciudades del país, pero también en los mercados de Doha, en el Arco de Triunfo de Barcelona o en la Casa de la Ópera de Sídney. La Mosca, que no graba un disco desde 2008, se reunió para lanzar una versión oficial que se ha colado entre sus videos más vistos de Youtube, compitiendo con temas subidos hace más de una década.
Los fanáticos argentinos han hecho escuela adaptando canciones populares para la tribuna. La más famosa puede ser la de “Brasil, decime qué se siente”, cantada sobre Bad Moon Rising de Creedence Clearwater Revival, que fue la bandera del Mundial 2014. Pero la competencia local es feroz: desde el Dale alegría a mi corazón, de Fito Páez, que la hinchada del Boca Juniors convirtió en un himno que ahora también imitan los fanáticos del Liverpool, al “Otra vez en primera van a ver a papá”, que un pequeño equipo de barrio adaptó de una canción de Callejeros, vieja gloria del rock nacional. Imposible, la canción que usó la hinchada del Club Atlético All Boys, también ha roto fronteras: ahora la cantan los seguidores del Sevilla o del Real Betis.
El himno de esta Copa del Mundo, la última que jugará Messi, cierra sus heridas: las de las tres finales perdidas al hilo en el Mundial de 2014 y las copas América de 2015 y 2016; y la de la comparación con Diego Maradona, un héroe que hasta hoy siempre fue más bocón y visceral. La canción los iguala y sigue con un homenaje sentido a los héroes de la guerra de las Malvinas, muchos de ellos jóvenes conscriptos que murieron en las islas por designio de la dictadura militar.
“En Argentina nací, tierra del Diego y Lionel”, cantaban los hinchas el pasado 3 de diciembre subidos en un tren de la línea D del metro de Buenos Aires. Argentina acababa de vencer a Australia en los octavos de final y el destino era el Obelisco. El conductor pedía por favor que la gente dejase de saltar. “Nos podemos descarrilar”, dijo por el altavoz mientras frenaba en medio del túnel. Los hinchas le doblaron la apuesta y ahí se quedó parado por más de 10 minutos.
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