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Siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Con quién vamos ahora y por qué?

No hay peor cosa que ver un partido de fútbol sin saber quién quieres que gane. Es no tener una razón para vivir durante 90 minutos

Paises Bajos Argentina Mundial Qatar
Messi es empujado por Van Dijk durante el Países Bajos - Argentina del pasado viernes.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Manuel Jabois

Que no sabemos nada de nosotros lo demuestra, como tantas otras cosas, el fútbol. Cuando tu selección, si la tienes, se va de la Copa del Mundo, ¿con quién vas? Un aficionado encuentra siempre razones, aunque sean las más estúpidas, para ver con emoción un encuentro de fútbol: la emoción de quien toma partido, de quien desea algo, no de que gane el mejor. Esas razones, de niño, son fantásticas. José Luis Garci, uno de los hinchas atléticos más reconocidos, contó que él creía que se había hecho de su equipo por el color de la camiseta: “En aquella época de blanco y negro, el Atleti era azul, era rojo. Los blancos —el Valencia, el Sevilla, el Madrid— estaban empastados en su tiempo”. Luego hay razones ineludibles. Entre los hijos de David Gistau, madridistas como su padre, se coló un atlético; el propio Garci, su padrino, lo hizo socio nada más nacer. Lo que quiero decir es que de niño te puedes hacer aficionado de cualquier cosa por cualquier motivo, aunque te vaya a condicionar toda la vida, e incluso -lo digo por experiencia- ganarte el odio de gente mayor, respetable, con opiniones ponderadas sobre todo, que, al saber que cuando tenías tres años te hiciste del Madrid, te odian visceralmente: esas pocas personas no sólo existen, sino que, en el minuto antes de morir, descubrirán que ellos también son madridistas, ¡y lo que se perdieron! La vida es implacable cobrando deudas.

Pero de adulto, ¿de qué equipo te vas a hacer con 44 años? Ese grito le pegué en un bar a Nacho Carretero, con el que quedé el viernes para ver el Países Bajos - Argentina. Él, de Argentina. Yo, ni idea. No soy anti-Messi; siempre he dicho que, de haber jugado en el Madrid en vez del Barcelona, yo hubiera sido mejor escritor (no sé por qué la familia no valoró eso cuando lo mandaron a España). Y tengo más afinidad cultural con Argentina; tengo familia lejana, tengo un idioma, tengo escritores, tengo amigos. Me iría a vivir dos millones de veces antes a Argentina que a Holanda. Sin embargo, no era capaz de saber con quién iba: esa cosas no se controlan, también he querido que perdiese España alguna vez, por ejemplo contra Zidane en 2006. Así que empecé a ver el partido desquiciado, porque no hay peor cosa que ver un partido de fútbol sin saber con quién vas. Es no tener una razón para vivir durante 90 minutos. Pero pronto hice gestos y comentarios técnicos con los vecinos de mesa, todos ellos argentinos o hinchas argentinos. Me hicieron uno de ellos. Celebré los goles argentinos (con el primero incluso me levanté y le palmeé la mano a un chaval de Buenos Aires). Era ya el Manolo del Bombo criollo, canturreaba bajito “en Argentina nací, tierra de Diego y Lionel”. Pregunté en la barra si había choripanes.

Así estábamos cuando marcó Países Bajos en el último segundo del partido y me vi a mí mismo saltando y gritando gol de tal manera que casi tiro la silla a la cristalera. La peña flipando, claro. Sensación de traición. Mi amigo de Buenos Aires, en la otra mesa, hundido por el doble golpe, quién sabe si tenía pensado seguir viendo el Mundial conmigo, los dos bufandeando. En cuanto a mí, ¿qué me pasó? No tengo ni idea. Yo no sabía que iba con Holanda, de hecho aún no lo tengo claro ahora. Sí sé con quién voy en semis, con Modric. Pero a mí me daba igual Holanda, aunque tampoco sabía que me daba tanto igual Argentina. Quizá fue la ambición de no querer perderme un gol: el hincha ventajista que, al no jugar su equipo, celebra los de todos, esa especie detestable. Pero, muy por dentro, muy por dentro, me jodió el de Lautaro. Sí, noy soy anti-Messi. Pero hubo algo de madridismo ahí.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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