Bono y Achraf concretan el triunfo callejero de Marruecos
El equipo de Regragui tuvo un punto más guerrero que maniató el juego español
En la puerta del vestuario, Walid Regragui despidió uno por uno a sus futbolistas como quien manda a un pelotón a la primera línea de fuego. El seleccionador marroquí se fundía con sus jugadores en un efusivo abrazo que retenía a sus pupilos contra su pecho varios segundos. El ritual anunciaba el inicio del escenario esperado. Una grada mayoritariamente marroquí y 11 leones del Atlas al asalto del opulento fútbol del vecino europeo. Primero con la mecha corta en las disputas, como pudo comprobar Jordi Alba de la suela de Ziyech en la primera jugada del partido. Los límites de los sentimientos son particulares y desde ese primer lance los internacionales marroquíes mostraron que los suyos tenían un punto de sentimiento más que el de los españoles. En la detección de un joven talento o en partidos como este, el fútbol siempre fue un perfecto termómetro de los niveles del bienestar social de sus protagonistas.
No se trataba de que los jugadores españoles no tuvieran hambre de victoria, la cuestión versaba en el sempiterno mito de David contra Goliat. El intenso atrincheramiento de Marruecos que impidió a España realizar su primer disparo a puerta en 20 minutos. Brazos en jarra, de pie o en cuclillas, meneando la cabeza desaprobando lo que veía, Luis Enrique gritaba y se desesperaba. Si su lenguaje corporal delataba a un seleccionador embargado y consumido por la impotencia, el de los futbolistas marroquíes en su intenso repliegue en su campo era propio de los manuales de defensa en el fútbol. Rodillas flexionadas y pisada sobre las punteras para agilizar los movimientos. Bota contra bota en los duelos por el balón; las de los jugadores magrebíes tenían más ímpetu para barrer. Solo Gavi parecía responder al tipo de contienda que se había planteado.
No es casual que Andalucía sea de los pocos sitios de España donde aún sobrevive el fútbol barrial. Gavi aún conserva los códigos callejeros, pese al tamiz académico de La Masia por el que ha pasado. Pero hay calles y calles y las de las poblaciones de Marruecos o las de los barrios europeos de la inmigración son aún las de chiquillos de sol y luna con balón. La imperecedera fórmula de la fabricación de virgueros, horas y horas en la defensa del orgullo y hasta de una identidad frente al resto con una pelota bajo el pie. El baile de peonza al que Boufal sometió a Marcos Llorente en un palmo de hierba y sus juegos de cintura y aceleración fueron distintivos de esa denominación de origen que llevó a España hasta la prórroga y los penaltis.
En los 11 metros, el primer lanzamiento de Sabiri engañando por el rincón contrario a Unai Simón también tuvo retazos de la clase adquirida en la tierra. A su lanzamiento prosiguió la elevación de la figura de Bono, con sus movimientos de lado a lado y alguna frase para despistar. Tretas en las que cayeron Sarabia, Soler y Busquets, que pudo firmar su última acción como internacional. Fue Achraf, nacido en Getafe, el que le puso la puntilla a España en este Mundial. Y no pudo ser de otra manera más callejera que con una pulida calidad técnica y una frialdad delatora de jefe de la pandilla. Unai Simón fue ejecutado a lo Panenka.
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