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Mundial de Fútbol
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Messi y la maldición del Tata

El 10 evitó la catástrofe de la Albiceleste ante el seleccionador mexicano, el mismo que un día le recordó en el Camp Nou: “Ya sé que si usted llama al presidente me echa, pero no hace falta que me lo demuestre todos los días”

Ramon Besa
Tata Martino, seleccionador mexicano, este sábado en el estadio Lusail, en Doha, durante el partido entre México y Canadá.
Tata Martino, seleccionador mexicano, este sábado en el estadio Lusail, en Doha, durante el partido entre México y Canadá.ALFREDO ESTRELLA (AFP)

“Ya sé que si usted llama al presidente me echa, pero no hace falta que me lo demuestre todos los días. Ya lo sé”.

Tata Martino, una muy buena persona, se enfada cuando se discuten sus conocimientos futbolísticos, cosa muy frecuente en sus tiempos de entrenador del Barça. No olvidará en la vida que después de acudir al entierro de su padre en Rosario y regresar a tiempo para el partido de Liga en Vallecas se le reprochara que su equipo había tenido menos posesión que el Rayo. El marcador parecía lo de menos: 0-4. La vida del técnico fue muy difícil en el campo de entrenamiento y en la sala de prensa del Camp Nou. La leyenda cuenta muchas historias sobre su estancia y también sobre su salida del Barça, ninguna tan categórica como la que relató Andoni Zubizarreta, exsecretario técnico barcelonista, en un diálogo con Vicente del Bosque organizado por EL PAÍS.

Los entrenadores saben que sus contratos dependen también de su relación con Messi y Tata Martino entendió también que tenía muy difícil su continuidad en el Barcelona. Y no solo por el 10, con quien volvió a coincidir cuando dirigió a Argentina y perdieron juntos dos finales de Copa América. Las cosas no le van mucho mejor al preparador argentino con México y el gol del rosarino aumentará su vulnerabilidad en Qatar. Messi resucitó y rescató a Argentina el día que se reencontró con el Tata.

La Albiceleste perdió en un abrir y cerrar de ojos un partido que había dado por ganado contra Arabia Saudí y se había quedado en blanco ante México. Aquella derrota acabó con una racha de 36 partidos invicta y ahora no recordaba cómo jugaba para cantar victoria en escenarios tan exigentes como Maracaná cuando hace un año ganó la Copa América. Messi no se bastaba solo y el contexto tampoco ayudaba, aturdida como estaba Argentina, convertida en un saco de nervios en la Copa del Mundo de Qatar.

Alcanzaba con mirar a Messi para saber sobre la suerte de Argentina. Mala señal cuando la cámara enfoca su cara porque significa que no funcionan los pies del 10. Había muchos ratos en que estaba ausente y cuando tomaba la pelota difícilmente gambeteaba, sabedor de que ya no saldría limpio del regate, de manera que prefería acompañar la jugada, tirar la línea de pase y solo muy de vez en cuando aceleraba para forzar una falta que tampoco sabía convertir después en gol ante el Memo Ochoa.

A sus 35 años y lesionado en el sóleo, no parecía estar en Qatar, cuando Di María le puso el balón muy cerca de la frontal del área, y Messi enganchó un remate cruzado con su zurda al poste izquierdo del arco de México. Messi había frotado la lámpara, Argentina se desbloqueó, marcó un segundo gol, recordó cómo se ganan los partidos y aguarda ahora con ganas a la Polonia de Lewandowski. La Albiceleste vuelve a confiar en sus aspiraciones después de que el rosarino festejara emocionado su gol y liberara la tensión de un grupo agarrotado por miedo al fracaso cuando se cumplen dos años de la muerte de Maradona.

Messi evitó la catástrofe de la Albiceleste. Quizá no fue casual que el entrenador del equipo contrario fuera el bonachón del Tata Martino, el mismo que un día le recordó en el Camp Nou: “Ya sé que si usted llama al presidente me echa, pero no hace falta que me lo demuestre todos los días. Ya lo sé”.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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