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Argentina - México 1930: el primer ‘fair play’ de la historia de los Mundiales

Enfrentadas en Montevideo, la selección de fútbol albiceleste ganaba 3-0 cuando el argentino Fernando Paternoster entregó la pelota el punto del penal a las manos del arquero, Oscar Bonfiglio

México Argentina1930
El arquero mexicano, Oscar Bonfiglio, se estira ante el remate del delantero argentino Guillermo Stábile, en el partido disputado el 19 de julio de 1930 en Montevideo.fifa.com

Argentina y México definirán este sábado la totalidad o una gran parte de su futuro en Qatar 2022. Es un un partido que empieza a convertirse en un clásico de los Mundiales si al dramático escenario actual para la Albiceleste se le suman los dos eliminaciones que el Tri sufrió en los octavos de final de Alemania 2006 y, con polémica incluida, de Sudáfrica 2010. Lo que pocos saben es que los dos países también protagonizaron la jugada de mayor juego limpio de las Copas del Mundo.

Ocurrió en el primer Mundial, en Uruguay 1930. Un futbolista argentino erró un penal a propósito para no aprovecharse de lo que consideraba una infracción mal sancionada por el árbitro, aunque hubiera sido a favor de su equipo y en perjuicio del rival: sin intención de convertir el gol, como un abanderado del fair play, el bonaerense Fernando Paternoster lo disparó directo a las manos del arquero mexicano, Oscar Bonfiglio.

Cuando Guillermo Ochoa le ahogó el gol el martes al polaco Robert Lewandoski desde los 11 metros, muchos expertos acudieron a los libros para recordar que se trataba del primer penal atajado por un arquero mexicano en los Mundiales tras aquella hazaña del sonorense Bonfiglio hace 92 años. Un dato añadido, pero en ese caso falaz, remarcaba que el portero mexicano en Uruguay 1930 fue el primero en hacerlo en las Copas del Mundo: en realidad, dos horas antes, en el partido que abría el doble turno programado para el 19 de julio en el estadio Centenario, el arquero francés Alex Thépot ya le había atajado un penal al chileno Guillermo Saavedra.

Aún más desconocido, sin embargo, es que, en el Argentina 6 -México 3 que cerró esa jornada, Paternoster ejecutó deliberadamente su penal como un pase al portero rival, Bonfiglio. Así, al menos, lo señala y lo confirma el historiador argentino Eduardo Cantaro en su libro Historias Mundiales, publicado en 2010: “Incidencias: 23 minutos, Bonfiglio le detuvo un penal a Paternoster. El jugador argentino lo tiró a las manos del arquero en desacuerdo con la sanción cobrada por el árbitro”.

“Ese penal fue a tono con el fútbol de la época y la primera Copa del Mundo”, explica Cantaro. “Por ejemplo, no había árbitros suficientes. En ese Argentina-México, el árbitro fue el director técnico de Bolivia en el Mundial, Ulises Saucedo, y uno de los jueces de línea –hoy llamados asistentes- fue el entrenador de Rumania en el torneo, Constantin Radulescu”, recuerda. Otro destacado historiador del fútbol argentino, Julio Macías, también contextualiza: “El capitán argentino en ese partido fue el arquero Ángel Bosio por la ausencia de Manuel Ferreira, que había viajado a Buenos Aires para rendir un examen en la carrera de Escribanía que seguía en la Facultad de Derecho”.

A tono con un partido y un penal del que no hay registros audiovisuales, la reconstrucción de una jugada que deja a Paternoster, apodado el Marqués, como jugador honesto, sensible y con sentido de la justicia, que incluso se perdió la posibilidad de festejar su único gol en la selección –era defensor y jugó 16 partidos para la albiceleste sin convertir tantos, aunque fue campeón de la Copa América 1929 y subcampeón olímpico en Ámsterdam 1928 y mundial en Uruguay 1930-, también tiene diferentes versiones, aunque los historiadores coinciden en señalar al árbitro-entrenador boliviano como el tercer protagonista junto a Paternoster y Bonfiglio.

Un penal a 16 pasos

Oscar Barnade, otro de los mayores arqueólogos del fútbol argentino, confirma la información de Cantaro en su reciente libro Mitos y leyendas de la historia de los Mundiales: “Según detallan los diarios de la época, el argentino lo pateó débil a las manos del arquero en desacuerdo con la sanción cobrada por el árbitro. Argentina ya ganaba 3 a 0″. Según publicó la revista El Gráfico de julio de 1930, “el penal fue mal cobrado por hands (mano) que no había existido. Como al árbitro le constaba que había errado, trató de atenuar la cosa alargando la distancia (desde el punto del penal). Estiró sus pasos lo más que pudo. Lo curioso es que el lugar desde donde ejecutar la pena máxima estaba muy bien señalado”. Macías agregó en su investigación: “La decisión del árbitro boliviano no fue clara y provocó muchas protestas de los aficionados uruguayos. Ulrico Saucedo luego contó 16 pasos en vez de 12″, por lo que Paternoster ejecutó el penal casi desde afuera del área.

Bonfiglio, que en su carrera de militar llegó a ser general de División del Ejército Mexicano y fue el primer arquero en recibir un gol en los Mundiales –fue batido por el francés Lucien Laurent a los 19 minutos del Francia 4-México 1, el 13 de julio-, murió en 1987. Según contó hace algunos años su nieto, también Óscar, actor, su atajada contra Paternoster le valió una felicitación de Carlos Gardel, el célebre cantor de tangos que estaba de gira por Montevideo durante el primer Mundial.

“Después de parar el penalti, ya en los vestidores, se acercó una figura mundial para felicitar a mi abuelo por su actuación y decirle: ‘Lo que vi en la cancha fue maravilloso y me gustaría darle un regalo. ¿Qué es lo que le gustaría?’. Y mi abuelo contestó: ‘Que me cante una canción, señor Carlos Gardel’. Y le cantó El día que me quieras”, contó el nieto del arquero, aunque sin tener en cuenta la versión que, según historiadores argentinos, Paternoster le entregó el penal a Bonfiglio para no sacar ventaja de un error del árbitro.

Ídolo en Colombia

A su vez, según cuenta el hijo de Paternoster, Fernando Félix, hoy de 74 años, nacido en Colombia pero residente en Buenos Aires, su padre y Bonfiglio se reencontraron y se abrazaron muchos años después, en 1962. “En 1938, a mi viejo lo llamaron del Gobierno colombiano para organizar el fútbol del país, que ni siquiera tenía liga. Estuvo en Bogotá en los primeros años de Atlético Municipal, que después se refundó como Millonarios. Más tarde pasó a Nacional de Medellín y en 1954 lo sacó campeón colombiano por primera vez; en 1962 llegó al Emelec de Ecuador. Una vez me contó que, en una gira por Estados Unidos, jugó contra un equipo de México (Chivas de Guadalajara, en 1966) y Bonfiglio, que trabajaba como periodista, se le acercó y le dijo ‘yo le atajé un penal en el Mundial del 30′. Se dieron un abrazo”, reconstruye el hijo del mayor cultor del juego limpio en los Mundiales.

Fernando Félix Paternoster no recuerda que su papá le haya revelado que ejecutó ese penal sin intención goleadora, pero sí había antecedentes de ese tipo de honestidad. Según publicó Macías en el libro Quién es quién en la selección, el delantero Benjamín Delgado lo había hecho en un Argentina-Paraguay de 1923. “El capitán argentino, el arquero Guillermo Magistretti, le ordenó a Delgado que ejecutase desviado, deliberadamente, un penal a favor, ya que consideró que la sanción del árbitro había sido desacertada”. Según agregó Macías, “todo el estadio aplaudió la actitud de Delgado, pero el árbitro se retiró ofendido al vestuario y ambos capitanes debieron convencerlo para que regresara”. Muchos años después, Delgado, ya retirado, asesinaría a su mujer y sería encarcelado en la cárcel del fin del mundo, la de Tierra del Fuego.

En ese mismo Argentina 6-México 3 de Uruguay 1930, Ulises Saucedo cobraría otros dos penales, ambos para México, uno convertido por Manuel Rosas y el otro atajado por Bosio ante el mismo ejecutante. “Mi viejo me enseñó a patear penales cuando yo jugaba de delantero en las inferiores de Atlanta. Me decía ‘tené en cuenta esta posición’, ‘de esta forma el arquero no sabe donde vas a patear’ y esas cosas”, recuerda Paternoster hijo, en días en que Argentina necesita ganarle a México en el estadio Lusail como sea, también con un gol de penal, bien o mal sancionado, y donde nadie piensa en retomar el espíritu justiciero de Paternoster.

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