Los cambios de Flick desintegran a Alemania ante Japón
El equipo germano se impuso claramente (1-0) hasta que su seleccionador propició la remontada (1-2) con las sustituciones de Gündogan y Musiala por Goretzka y Götze
Alemania se impuso a Japón mientras Flick fue fiel a su ideario y cayó estrepitosamente derrotada cuando el seleccionador quitó a sus dos mejores futbolistas. Sin Gündogan ni Musiala, sustituidos por Goretzka y Götze, Japón hizo del 1-0 un 1-2. No hubo reacción de Joshua Kimmich, el mediocentro que pretende liderar a su selección hacia su quinta Copa del Mundo, repentinamente desaparecido cuando el viento sopló en contra.
“Con usted y diez japoneses”, le decía Luis Aragonés a Xavi, “yo le gano a cualquiera”. El hombre que conformó la mejor selección del siglo empleaba la metáfora para expresar su confianza en un jugador capaz de provocar algo que está solo al alcance de los mejores: hacer que los ciudadanos de a pie del fútbol se comporten como héroes con una pelota. La magia no la opera el gol sino el pase. Ese sentido de la asociación que no caracteriza a ninguno de los abnegados jugadores de Japón en Qatar, tan disciplinados como los emparejó la tradición, y que, en cambio, eleva a Alemania gracias a Gündogan y Musiala, el mediocentro y el enganche, posicionados como eslabones de una cadena cuya conexión provoca descargas de virtud sobre todos aquellos que bendice. Se llamen Kimmich, Süle, Raum, Müller o Gnabry. ¡Ah, si Japón tuviera un Musiala!
Hay jugadores que parecen infalibles y exactos porque tienen el don de no presentarse voluntarios a pedir la pelota en situaciones difíciles. Gündogan y Musiala se metieron en todos los incendios para sacar a Alemania adelante en la fracción más peligrosa del partido. Durante los primeros 20 minutos, coincidiendo con el apogeo físico de Japón para ir a presionar con sus delanteros y sus medios a los centrales y a los volantes rivales, Gündogan y su cómplice se multiplicaron para asociarse sin descanso. Solo a base de pases de riesgo lograron que Maeda, Kamada, Ito, Endo, Tanaka y Kubo fueran agotándose de tanto apretar en vano para acabar replegándose otra vez a su campo.
Con los japoneses desconcertados y reservando fuerzas, Alemania se desplegó hasta con Süle, el pesado lateral derecho, pisando el área contraria. Transcurrida la media hora se sucedieron las ocasiones. Gündogan había estrellado dos tiros contra la defensa cuando Kimmich, que aparecía desde atrás, siempre alejado de los nódulos de presión japonesa, sirvió un globito para la llegada de Raum desde atrás. Gonda salió tarde y derribó al lateral aparatosamente antes de que Gündogan anotara el penalti.
El 4-4-2 de Japón se disolvió de repente. La defensa que comandaba Yoshida corría sin cesar y sin alcanzar su objetivo porque la pelota circulaba siempre más rápido. Entre Musiala, deslumbrante en los espacios reducidos, y Gündogan, perseverante en la distribución, remataron una vez al palo y provocaron tres paradas agónicas de Gonda, transfigurado de golpe en acróbata. Hasta pasada la media hora, Alemania monologó en el estadio Khalifa. No se sabe qué intentó hacer Hansi Flick cuando resolvió que debía intervenir. Su primera medida, en el minuto 67, resultó asombrosa: metió a Goretzka, el amigo de Kimmich, para quitar a Gündogan. La reacción de su equipo fue inmediata. El río de la circulación alemana se convirtió en un arroyo ocasional, definitivamente seco cuando Flick resolvió cerrar el grifo, ya con el 1-1 en el marcador. La salida de Musiala para que entrara Götze no tuvo más efecto que devolver a Japón a la vida.
Gündogan: “Algunos no querían la pelota”
A la arremetida, a la contra, colgando centros, Japón remontó fiel a sí misma. El 1-2, obra de Asano, fue el resultado de un saque de falta de 50 metros, un control y un tiro que Neuer fue incapaz de frenar en el primer palo. Schlotterbeck, el central izquierdo, quedó retratado en su apagón cognitivo. Para entonces, Alemania había perdido mucho más que la ventaja en el marcador. Carecía de identidad. Ya nadie tenía el coraje de pedir la pelota en el vendaval. Ni Kimmich, prudentemente oculto, ni mucho menos el llegador Goretzka, que se las quitaba de en medio a zurriagazos. Alemania salió a jugar con lo mejor de su vocación asociativa y acabó desesperada, en un intento superfluo de llegar al área de Goda con centros estériles al tanque Fullkrug.
Cuando el árbitro pitó el final, los miles de aficionados de Japón reunidos en el Khalifa profirieron un chillido estridente mientras sus jugadores, que se habían visto derrotados, se abrazaban en el medio de la cancha, victoriosos frente a un adversario que se traicionó a sí mismo.
Tuve la sensación de que algunos no querían la pelota”, dijo Gündogan, cuando acabó la velada. “Gündogan es libre de expresase”, dijo Flick, que se quejó de los “errores” de su defensa en el 1-2 y protestó evitando la autocrítica: “Contra España tenemos que ser más eficaces en el último tercio”.
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