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Sergio Scariolo: “Me cabrea cuando un jugador no se rebela”

El seleccionador de baloncesto reflexiona sobre el camino a los Juegos Olímpicos y sobre el relevo generacional del equipo

Sergio Scariolo
El entrenador de la selección española de baloncesto, Sergio Scariolo, durante la final del preolímpico que España y Bahamas disputan este domingo en Valencia, el 7 de julio.Kai Forsterling (EFE)
Juan Morenilla

Sergio Scariolo (Brescia, 63 años) renovó hasta 2028 su contrato al frente de la selección masculina de baloncesto poco antes del primer gran reto de este verano, ganar el preolímpico de Valencia y clasificarse para los Juegos de París. El segundo será competir en la cita parisina dentro de un grupo de altura junto a Australia, Grecia y Canadá en busca de las eliminatorias. El equipo que se hace llamar La Familia ha vivido instalado en el podio mundial en este siglo, un periodo en el que ha conquistado 14 de las 20 medallas de su historia, entre ellas los cuatro oros europeos y los dos mundiales. También se colgó dos platas olímpicas en Pekín 2008 y Londres 2012 frente a Estados Unidos que brillaban como el metal dorado. Pero esa época ha quedado atrás y Scariolo afronta ahora la necesidad del recambio generacional, todavía mezclando veteranos ilustres como Rudy y Llull con la sangre nueva, mientras apunta a seguir en la élite.

Pregunta. Después de caer en el último Mundial, usted dijo que clasificarse para los Juegos sería una “gesta titánica”. ¿Tan difícil ha sido?

Respuesta. Sí. Lo dije porque quedaban muchos equipos de altísimo nivel por clasificarse y pocas plazas en juego. Realmente ha sido muy complicado, sobre todo a nivel de la planificación física y táctica, de la adaptación de los jugadores en tan poco tiempo, con las lesiones [Álex Abrines y Juancho Hernangómez apuran su recuperación para estar en París], que nos han fastidiado mucho. Piense en la nómina de equipos que se han quedado fuera de los Juegos: Lituania, Letonia, Eslovenia, Turquía, Croacia, Italia, Argentina… Son de primerísimo nivel. Eso pone en valor nuestra clasificación. En el mundo del baloncesto, la Primera División está en los Juegos y nosotros hemos mantenido la categoría. Es una excelente prestación y una noticia muy buena para el baloncesto español.

P. ¿Qué sintió cuando se ganó a Bahamas en la final del preolímpico y se logró el pase?

R. Tras un éxito, hay euforia o alivio. Esta sensación de ahora ha sido más de alivio, sin ninguna duda. Desde hace muchos meses iba madurando lo importante que era todo esto. He de reconocerlo, también me entraba la imagen de lo negativo que podía ser no clasificarse, a pesar de que deportivamente podía perfectamente producirse. Finalmente, el equipo confirmó sus cualidades y que con ellas puede minimizar sus debilidades y potenciar sus fortalezas.

P. De luchar por el oro olímpico, España ha pasado a luchar por estar en los Juegos. ¿Es esta la nueva realidad de la que habla?

R. No hay nadie que tenga un mínimo de conocimiento del tema que no lo vea. No hace falta que yo me ponga a hacerlo ver. La realidad es distinta, los objetivos son distintos, el plazo sobre el que proyectamos la búsqueda de la excelencia es distinto, y el propio concepto de excelencia es distinto: antes era cazar una medalla y ahora es dar la mejor versión de nosotros mismos, intentando proceder en el recambio generacional manteniendo la máxima competitividad posible en el presente.

P. ¿Ese plazo es 2028?

R. Sí. Con suerte y con acierto, ahí podremos tener un equipo totalmente renovado respecto al pasado, aunque ya ha cambiado mucho, y con una edad media muy interesante para poder abrir un ciclo. El acercamiento tendrá sus curvas y dependerá de cómo evolucionen los jugadores en todos los sentidos. Esto no es algo matemático. Veremos cuánto protagonismo conseguirán ganarse los jugadores en sus clubes.

P. Ha alertado usted sobre la creciente falta de protagonismo del jugador español...

R. Entiendo que los clubes que tienen que conseguir resultados y que no pueden consentirse inversiones a medio plazo tengan que tomar decisiones en función del presente. Eso obliga a nuestros jugadores a acelerar. Para poder jugar, tienen que ser mejores, competir al mismo nivel que jugadores extranjeros con más años que ellos y con mucha procedencia diferente. Ese es el reto y no es fácil. Yo solo puedo decirles a mis jugadores que, como todos los desafíos, si uno los ataca y lo da todo, tienen más probabilidades de éxito. A veces es un tema de conformismo. Los jugadores se conforman, puede que de manera inconsciente, aceptan una posición privilegiada de estar en plantillas de alto nivel, bien pagados, en equipos bien organizados, y eso tiene el riesgo de suavizar su instinto competitivo. Han de luchar por no conformarse, por poner en cuestión las jerarquías, rebelarse contra las líneas marcadas. A veces las tienen aceptadas pasivamente, eso lo detecto y es lo que más me cabrea, que se conformen y no se rebelen y luchen, porque eso sí está en sus manos.

P. ¿Cree que es algo generacional, que hoy hay más conformismo en los jóvenes?

R. Es cierto que la competencia ha subido de forma exponencial, cada vez en más sitios se juega al baloncesto, la alimentación es mejor, el reclutamiento de jugadores se ha ampliado, por ejemplo en África... El ámbito de competencia es enorme. Y cuando hay unas buenas condiciones de vida, de cómoda permanencia en un estatus, cuesta salir de la zona de confort, sacar de dentro la ambición. Eso, desafiarse, no conformarse, es lo que hace mejorar a un jugador. Es una pena que uno sin darse cuenta pierda temporadas y años que ya no vuelven.

P. Rudy Fernández disputará a los 39 años sus sextos Juegos Olímpicos, más que nadie en la historia del baloncesto. ¿Es el ejemplo contrario a ese conformismo?

R. Sí, y ese es su legado, no conformarse, competir. Que era 10 kilos más ligero que el rival, le daba igual. Que era 10 centímetros más bajo, le daba igual. Que había fallado tres tiros seguidos antes, le daba igual. Su ánimo competitivo no entiende de excusas. Si quieres justificaciones, siempre las encuentras. Y él, como cualquier persona, las podía encontrar, pero a la hora de competir, no había amigos, compañeros ni entrenadores. Era, y es, él con su orgullo competitivo. Han cambiado sus condiciones físicas, pero eso no lo ha perdido. Su identidad no conformista se ha quedado intacta. Por eso es un gran ejemplo. ¿Por qué es el único del mundo en seis Juegos Olímpicos? Tiene talento, sí, pero como otros jugadores. Instinto de juego, sí, mucho, pero como otros. Sumar eso a su rebeldía, a que no acepta perder sin dejarse la piel, los músculos, los huesos en la cancha, eso no es fácil comunicarlo con palabras. Solo queda presenciarlo y aprenderlo.

P. ¿Un jugador que no está pendiente de los highlights?

R. Este es un mundo y una sociedad en los que los highlights, los likes, las reproducciones en las redes sociales, condicionan mucho la vida de los jóvenes. Lo veo en mis hijos y lucho contra ello. Es una batalla constante y permanente que el deporte ayuda a ganar, porque te enseña a centrarte en tu prestación y no en lo que opinan los demás. Enseña a prepararte, competir. Cuenta lo que cuenta de verdad, no lo que la sociedad te quiere hacer ver.

P. ¿Qué ha descubierto en la práctica del golf?

R. Es el único deporte que podrá acompañarme siempre. El otro día vi un señor mayor tomando clases en el campo donde voy. ¡Tenía 96 años! ¿Qué otro deporte te da la posibilidad de seguir a esa edad desafiándote a ti mismo y queriendo mejorar? Eso te da mucho. Luego el cuidado del gesto técnico, tan detallado, no lo había tenido nunca. Y la capacidad de concentración, de aislarte de cualquier cosa…

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.
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