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Ray Zapata: “Me he preguntado muchas veces: ‘¿Y si no valgo para esto?”

El gimnasta español atiende a EL PAIS después de conseguir la plata y cuenta que tuvo que trabajar el doble y en menos tiempo para hacer frente a sus carencias técnicas

Zapata muerde la medalla de plata.
Zapata muerde la medalla de plata.Enric Fontcuberta (EFE)
Eleonora Giovio

Son las diez de la noche en Tokio, han pasado más de 24 horas desde que Ray Zapata (Santo Domingo, 28 años) ha conseguido la plata en suelo y dice, en conversación telefónica con EL PAIS desde su habitación de la Villa Olímpica, que todavía no se lo cree. Que todavía no lo ha asimilado y que necesitará unos cuantos días para hacerlo. Cuenta también que no le quedan lágrimas de tanto llorar.

Pregunta. ¿Cuántas horas ha dormido?

Respuesta. Tres horas. He estado tan activo estos días que mi mente todavía no ha terminado de asimilar todo esto y aún no he terminado de relajarme al cien por cien.

P. ¿Cuántos mensajes ha recibido?

R. Buah…. Desinstalé el whatsapp y las redes tres días antes de empezar la competición y me está entrando todo de golpe ahora.

P: ¿Por qué lo desinstaló?

R. Porque me empecé a agobiar, no podía perder el tiempo con eso. Sólo entré una vez para grabar un vídeo de agradecimiento.

P. ¿Qué recuerda de su infancia en Santo Domingo?

R. Que era muy liante, me subía a todo lo que podía… árboles, casas, coches, todo. Era un desastre, un loco muy loco. Era un inquieto, espero que Olympia [su hija de dos meses] no sea como yo era de pequeño.

P. ¿Por qué se mudaron a España?

R. Mi madre decidió venir por la calidad de vida, la mejora, por nuestro futuro. Llegó a Canarias porque tenía familiares en Lanzarote que se habían venido antes y le hablaron muy bien. Nos llevó luego a todos los hermanos y a mi padre. Somos cinco; yo soy el único chico y soy el del medio. No somos todos de la misma madre y padre, pero somos hermanos de crianza al cien por cien. No se imagina lo mimado que me tienen mis hermanas.

P. ¿Quién le llevó por primera vez a un gimnasio?

R. No me llevaron, fui detrás de mis hermanas, hacían gimnasia y fui a ver una exhibición. Vi que había chicos dando vueltas en el aire y dije: ‘uh, yo también quiero apuntarme a hacer las vueltas estas que molan’. Yo al principio pensaba que la gimnasia sólo era cosa de chicas y no. Me apunté y me moló. Empecé en suelo, que era lo que más me gustaba y pronto empecé a destacar. Y hasta aquí. Fue como una señal. Como tantas que he recibido en este viaje a Japón.

P. ¿Qué señales?

R. Yo veía una paloma cagando y decía: es una señal. Vi un cuervo enorme el otro día apoyado en una valla fuera del gimnasio de entrenamiento y dije: ostras, otra señal. ¿En Japón hay cuervos? Veía señales por todas partes, yo creo que es una cosa de la cabeza que buscaba una excusa para que me encontrara bien. Paseaba por la Villa y sólo veía medallas olímpicas, otra señal. Me he vuelto un poco loco estos días…

P. ¿Qué le enganchó de la gimnasia?

R. Que vas descubriendo que tienes potencial y que además trabajando ves que consigues cosas muy buenas y ves que la gente te mira más que al resto, que saltas medio metro más del resto. Y a mí es que además me encanta saltar muy alto, cuanto más mejor. Ahora he regulado más porque cuanto más alto saltas y más rápido vas, más difícil es controlar. He tenido que bajar y empezar a correr un poco menos en los ejercicios de suelo porque me iba fuera de la pista y no clavaba los saltos. Tenía que ser más preciso, antes sólo me decía: ‘métele parriba y cuando caigas ya has caído’. Con el tiempo ganas experiencia y aprendes a competir.

P. ¿Qué han significado Víctor Cano y Gervasio Deferr en ese aprendizaje?

R. Todo, si estoy aquí hoy es por ellos. Yo hice mi parte de trabajo pero necesitaba a alguien que apoyara mi sueño y ellos lo hicieron. Yo sabía que llegaría eso, porque tenía muchísimas ganas, más ganas que yo no tenía nadie. De hecho cuando iba a hacer concentraciones a los centros de alto rendimiento veía chicos allí que estaban paseando y yo muriéndome de ganas por entrar, no al equipo nacional, sino al CAR. Yo es que a día de hoy no sé hacer el pino descansando como hacen mis compañeros. Yo hago el pino y es una lucha constante y tengo que estar más fuerte que ellos de brazos para aguantar el pino como lo aguantan ellos.

P. ¿Y eso por qué es?

R. Por carencias de técnicas porque yo empecé tarde y ese es un trabajo de cuando eres joven. Yo no lo hice, tuve que aprender a la vez que aprendía elementos. Tuve que trabajar el doble en menos tiempo.

P. ¿Pero eso luego se disfruta mucho más?

R. Puede ser... Sin embargo en el ejercicio de suelo uno de los elementos en el que peor lo paso es el más fácil: cuando me tiro al suelo, me abro de piernas y hago el pino con las manos abiertas. Es un elemento muy básico de gimnasia, pero no tengo el equilibrio pleno en el pino. Y lo paso mal. Cuento los segundos, uno, dos [los que tiene que durar] y digo: ‘ya, corre, corre, por favor que pase ya’.

P. ¿Habla consigo mismo durante el ejercicio?

R. Tengo conversaciones de una hora conmigo mismo durante el ejercicio. Y eso que dura minuto y diez… Todo el tiempo estoy diciéndome: ‘vamos a clavar, no corras mucho, paso atrás, no pasa nada, a clavar, clava la siguiente, vas tarde, rápido’. Yo no quiero pensar eso, es mi cerebro el que lo crea. Es un sensor, te manda señales y tienes que responder a ellas.

P. ¿Por qué se ha tardado 13 años en volver a conseguir una medalla olímpica en gimnasia artística española, desde Deferr?

R. Pregunta complicada. Tenemos muy buenos medios comparados con otros deportes, pero luego ves otros países como Estados Unidos por ejemplo, y allí un gimnasta que consigue una medalla en un Mundial tiene la vida solucionada. En España no es así y es una pena. Se debería invertir más, se debería dar más visibilidad. Cuanta más visibilidad, más niños se van a apuntar y más posibilidades habrá de que salga un Gervasio Deferr.

P. ¿Qué le ha dado la gimnasia?

R. Me ha hecho madurar muy rápido, me ha enseñado a aguantar la presión, me ha puesto en el aprieto de decir: “¿Realmente quieres esto? Estás lesionados con el tendón de Aquiles roto. ¿Realmente quieres seguir aquí y conseguir una medalla olímpica?”. Me ha enseñado a tener perseverancia, a luchar contra cualquier impedimento, a no darme por vencido.

P. ¿Qué regalo se va a hacer para celebrar la plata?

R. Me gustaría regalarme una casa, pero no tengo dinero para comprarla.

P. Contó el año pasado que había entrado en un bucle y que se exigía tanto que consideraba un fracaso llegar segundo y que se tiró meses sin conseguir dormir más de dos o tres horas. ¿Por qué la gente cree que los deportistas son máquinas?

R. Yo me levanto a las 6.30 de la mañana para irme a entrenar porque quiero ser el mejor, pero no somos máquinas. Somos personas que intentamos ser perfectos, pero no existe la perfección. Ni Simone Biles es perfecta y eso que es tan superior a las demás y a los demás que puede permitirse incluso fallar porque incluso con los fallos va a ganar. No es perfecta pero quiere hacer una competición perfecta, como queremos todos. Ella estaba bien físicamente aquí, por lo que yo he podido observar estos días, pero la cabeza es un mundo muy grande. Tienes que saber qué pasa en esa cabeza para poder opinar. Yo he entendido al cien por cien que se haya retirado y me parece una decisión muy valiente. Sabiendo que fallando puede ganar a todas ha dicho: “No, porque mi cabeza no está bien”.

P. ¿A usted también la cabeza le ha jugado una mala pasada?

R. Mucho, mucho con el tema de no dormir. No pegaba ojo y era una cosa que no podía controlar, estaba tan obsesionado en querer conseguir la clasificación para estos Juegos que quería bordarlo en todo y si no lo bordaba no dormía.

P. ¿Cómo salió?

R. Con la ayuda del psicólogo [Pablo del Río], que me enseñó a poner el foco donde había que ponerlo. Yo pensaba que Pablo se iba a retirar porque estoy como una cabra y pensé que no iba a aguantarme. He estado retraído tanto tiempo porque quería conseguir tantas cosas, tenía tanta metas, que no me liberaba.

P. ¿De qué se siente orgulloso?

R. De haber sido capaz de remontar todo lo mal que lo he pasado, todas las horas de sueño perdidas. De alejar los pensamientos negativos que tenía: ¿Y si igual no valgo para esto? Me siento orgulloso de decir: ‘Que sí coño, claro que vales’.

P. ¿Cuándo se preguntaba si valía para esto?

R. Todas las veces que estoy entrenando como un desgraciado para ser el primero y quedo segundo. Igual no valgo, igual el máximo que estoy dando no es suficiente.

P. ¿Va a aguantar hasta París 2024?

R. Por supuesto que lo voy a intentar, ya que estoy aquí.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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