Los isquios quiebran el alma de Carro y Sergio Fernández
Los mejores españoles en 3.000m obstáculos y 400m vallas compiten con la lesión cuyo tratamiento revoluciona el fisio Jurdan Mendigutxia
3m 43s; 51,51s. En el gran escenario olímpico actuaron nada, un suspiro, dos atletas de los mejores de España y en la edad del esplendor físico, de la madurez. Ambos corrieron rotos, quebrados como sus almas, como sus músculos isquiotibiales, que les traicionan.
Fernando Carro, de 29 años, obstaculista, plusmarquista nacional (8m 5,69s), solo resistió 1.300m de la prueba de 3.000, aguantó menos de cuatro minutos y saltando los obstáculos con la pierna derecha, la que nunca usa, pues se lo impedía la lesión del bíceps femoral del muslo izquierdo, uno de los tres músculos llamados isquiotibiales, con el semitendinoso y el semimembranoso, que unen la pelvis con la rodilla, los que más intervienen en los momentos de masiva velocidad.
“Creo que el viaje, 12 horas sentados, influyó en que llegáramos con los músculos un poco contracturados muchos atletas”, dice el atleta de Canillejas (Madrid), uno de los veteranos del equipo español, que en los Juegos de Río no pasó de las series. “Y yo me rompí unos días después haciendo series de velocidad, en el octavo de los ocho 200… Y venía tan bien que estaba para marca. Ahora, a ver si me recupero, vuelvo pronto a Europa y puedo sacar todo lo que tengo dentro en la Diamond…”
Lo de Sergio Fernández, el otro atleta roto, no es tanto un clac instantáneo, un llevarse la mano al muslo, salir de la pista dando botes, maldecir y gritar de dolor –los síntomas de la rotura inesperada de un isquio- sino una vida, unos años, que él dice haber vivido en “un mar agitado de lesiones”. “He llegado tocado, tocado, después de los campeonatos de España, y esperando poder componer al menos una buena carrera”, dice el vallista navarro, de 28 años, que de sus otros Juegos, los de Río, salió feliz de la vida. Allí, unas semanas después de conseguir una medalla europea en los Europeos de Ámsterdam (y trataba de tú a tú al intocable Karsten Warholm, plusmarquista mundial desde hace un mes, con 46,70s, séptimo en la final en la que el chaval de Barañain quedó segundo), llegó hasta semifinales, como Warholm, vidas paralelas hasta entonces, y batía la barrera de los 49s (48,87s) y el récord de España en el proceso. En vez de desembocar los Juegos en el mar de la tranquilidad y el crecimiento, Fernández entró en el reino de las dudas y las lesiones de isquios. “A veces me pregunto por qué tengo que pasar yo por todo esto”, dice, alicaído, después de terminar su serie en 51,51s.
Las lesiones de isquios crecen y crecen en el mundo del deporte, y nadie sabe por qué. “En el último año aumentaron un 20%”, dice el fisio español Jurdan Mendigutxia, quizás el máximo investigador mundial en el asunto de los tres músculos tan traicioneros.. Mendigutxia ha publicado recientemente en el International Journal of Sports Physiology and Performance (IJSPP) una investigación encabezada con una pregunta: ¿Podemos modificar la posición de carrera a máxima velocidad?, a la que responde afirmativamente el resultado de la investigación y el propio autor principal. “Por primera vez se demuestra que se puede cambiar la técnica de carrera para prevenir y evitar las lesiones de los isquios”, dice Mendigutxia en un momento de descanso de su trabajo y tras atender online el proceso de recuperación en Nueva York de James Harden, el jugador de los Nets que se rompió los isquios en la final de conferencia de la NBA. “La pelvis es la clave. Si cambias de pelvis, cambias todos los anclajes, y nosotros logramos cambiarla hasta cinco grados en la técnica de carrera, lo que es un mundo”.
La clave está en la curva entre la espalda y el culo, explica Mendigutxia, que recuerda que los neandertales tenían la espalda muy recta y eran muy buenos para llevar cargas, pero malos para caminar y correr, y por eso desaparecieron. La evolución humana trajo consigo la curva y los problemas de isquios. “Si uno se pone en el suelo e intenta arquear su espalda para que su lumbar no toque el suelo, no puede levantar la pierna, porque lo que hace es cambiar la inserción del isquio, que ya está estirado al meter lumbares y cuando se levanta la pierna ya no se puede estirar más. Al sacar el culo ya se pone en tensión el isquio. En cambio, si se pega la lumbar al suelo, se levanta mucho más la pierna. Y Harden tiene una curva por la que podría pasar un tren”.
Más que demostrar algo que muchos sospechaban, que correr más erguido previene las lesiones, lo que enorgullece a Mendigutxia es el cambio conceptual que esto supone cuando desde hace décadas la lesión se pronostica con resonancias, se analiza con el deportista sentado y pidiéndole que doble la rodilla, yendo al efecto de la lesión, y no a la causa. Y se trata con cirugía, con ejercicios de fuerza, cuando lo que rompe el isquio no es la fuerza sino el alargamiento, con inyecciones de factores de crecimiento cuya efectividad no está probada en ningún artículo científico, o corrientes eléctricas…
“Es el cambio de concepto lo fundamental. Se trata de atacar el mecanismo de lesión, el estiramiento del isquio en carrera por correr con la pelvis adelantada. Es solo otra parte del puzle de la lesión, pero da una perspectiva muy grande”, dice Mendigutxia, que, tomando como referencia el estudio estadístico de Ralph Mann que establece que los más rápidos, los que mejor corren, lo hacen más erguidos, ha organizado su programa de recuperación. “Nuestro programa es correr y gimnasio, fuerza para tirar la pelvis para atrás y técnica de carrera. Cambiar de estructura y de técnica. Necesitas fuerza, movilidad. Cambiar el hardware y el software”.
Sin embargo, ni los tratamientos de Mendigutxia han podido con el pesimismo vital de Sergio Fernández. “Me ha tratado, sí, en Pamplona, pero conmigo no ha podido hacer mucho”, dice, sombrío, el atleta. “Mi problema parece ser que tengo isquios y psoas acortados…”.
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