Mundial 2026: El fútbol ante su espejo más gigante
Siguiendo la lógica de la globalización, el fútbol estira sus límites. FIFA lo vende como una fiesta democrática, pero la intención es ampliar el producto a costa de tensar la costura del propio juego


Todo le queda pequeño al fútbol moderno. Si el anterior Mundial se jugó en una ciudad, a este le espera un continente. Si el anterior Mundial lo jugaron 32 Selecciones, a este llegarán 48. De 64 partidos a 104. México, EEUU y Canadá le dirán adiós a los Mundiales compactos. Siguiendo la lógica de la globalización, el fútbol estira sus límites. FIFA lo vende como una fiesta democrática, pero la intención es ampliar el producto a costa de tensar la costura del propio juego.
A nadie parece preocuparle, pero si seguimos inflando el balón, al final explotará. No dramaticemos. Con el planeta, igual de redondo y mucho más sensible, estamos haciendo lo mismo y solo preocupa a quienes no podemos salvarlo. Ayer el próximo Mundial bajó la bandera con un sorteo para mayor gloria de Infantino y Trump. A Trump hay mucho que agradecerle, porque con 48 delegaciones llegarán a EEUU más de 1.000 jugadores de distintos países y razas, y estoy casi seguro que los dejará entrar. Yo les recomendaría a los futbolistas que lleguen en Ferraris, porque eso facilita mucho los trámites de inmigración. Marche un Premio de la Paz para el gran artífice.
Con 48 selecciones se corría el riesgo de que en el grupo de la muerte estuviera Curazao, pero salimos del trance aliviados: con tanto relleno es imposible un grupo de la muerte. Armémonos de paciencia: el Mundial de verdad empezará en octavos.
Un Mundial en México, Canadá y EEUU someterá a las selecciones a viajes interminables y los partidos se jugarán bajo temperaturas extremas. La FIFA piensa en todo menos en el producto, que son los partidos. Para el romanticismo tampoco hay lugar. Aunque México hizo brillar al mejor Pelé y al mejor Maradona, ese poder cultural no le da el privilegio de recibir la final. En el Norte los estadios son más grandes y el mercado más potente.
El grueso de los partidos se jugará en EE UU, país al que le queremos meter el fútbol con calzador, con mucho esfuerzo y poco éxito. Seguiremos forzando la naturaleza salvaje del fútbol con concesiones que intentarán darle color al espectáculo y solo le darán artificialidad. El fútbol, con su reconocida capacidad de adaptación, aguantará el tirón, pero, por conquistar nuevos adeptos, corre el riesgo de ir perdiendo a los viejos en un lamentable goteo.
Basta de reproches. Lo que se viene es un Mundial, la fiesta máxima. Para un jugador, no hay nada que se le parezca. Jugar envuelto en una bandera que nos identifica desde pequeños, es la única pulsión nacionalista que me ha emocionado. Jugar profesionalmente es representar lo que más amas, el fútbol, y en un Mundial se da la representación máxima. Tierra de sueños.
Tampoco hay nada más grande para los aficionados, a quienes los mundiales le secuencian la vida: “en el de Sudáfrica me casé, en el de Brasil tuve un hijo, en el de Rusia me divorcié…”. Atrás quedaron Pelé, Maradona, Cruyff… Y en el 2026 despediremos a Messi y Cristiano, seis Mundiales después. Pero no nos dejarán solos. Será en su despedida cuando el Mundial renovará una vieja evidencia: el infinito fútbol revive el talento sin repetirse. Ahí estarán Mbappé, Lamine, Bellingham, Pedri, Vinícius, Julián Alvarez, Nico Williams… Eso sin movernos de la Liga.
Desde ayer, el mayor espectáculo del mundo empezó a provocar conversación. Hasta aquí solo hay 8 selecciones que tuvieron el honor de levantar la Copa en casi 100 años. Si alguna otra quiere recibirse de Clásica, el 2026 le ofrece una oportunidad. Solo necesita que los astros se alineen para salir Campeón. Dura para toda la vida.
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