Adiós al pionero Xabier Azkargorta, el mítico entrenador que dirigió al Espanyol y a las selecciones de Bolivia y Chile
El técnico vasco, fallecido en Bolivia a los 72 años, fue en su día el más joven en entrenar en Primera y uno de los primeros en trabajar en el exterior


“Se juega como se vive”, decía Xabier Azkargorta, que murió este viernes en la localidad boliviana de Santa Cruz de la Sierra a los 72 años de edad tras vivir el fútbol con la intensidad de los pioneros que se aventuran en terrenos desconocidos. Para él lo era la Primera División, a cuyos banquillos llegó con apenas 29 años para tocar la cima de un Everest porque se convirtió en el entrenador más joven que dirigía en la máxima categoría. Tiempo después también fue de los primeros en trabajar en el exterior.
Lamentamos comunicar que nos ha dejado Xabier Azkargorta, entrenador del RCD Espanyol entre 1983 y 1986. Con 134 encuentros, se convirtió en el 7º técnico con más partidos en la historia del Club.
— RCD Espanyol de Barcelona (@RCDEspanyol) November 14, 2025
Nuestro más sentido pésame a familiares y amigos. Descanse en paz. pic.twitter.com/jK49ZHakpE
El fútbol español arqueó una ceja con la llegada de aquel tipo de poblado mostacho al que de inmediato se le apodó el Bigotón. El hombre, licenciado en Medicina y Cirugía, tenía un discurso alejado del que se estilaba en la época, se expresaba con mesura y con un tono entre didáctico y pedagógico. En aquella España ochentera que se abría al mundo y en un entorno que quería dejar atrás el fracaso mundialista del 82, de alguna manera Azkargorta se convirtió en el símbolo de un nuevo tiempo porque no solo era joven y estructuraba un discurso, sino que no había llegado a mostrarse como un futbolista de élite.
Las lesiones le impidieron progresar. Alguna vez confesó que tampoco hubiera llegado muy lejos. Nacido en Azpeitia se integró de niño en el Lagun Onak local. Pasó por los juveniles de la Real Sociedad, pero ya entonces entendía que debía priorizar su formación académica y se mudó a Bilbao. Una grave lesión en una rodilla le enfocó hacia las aulas, pero no logró alejarle de la pelota, a la que dio sus últimas patadas de vuelta al club de su pueblo en Tercera División antes de colgar las botas con 23 años. Con 25 ya era entrenador nacional, un año después se hizo cargo del Aurrerá de Ondarroa, en Tercera, dio el salto al Nàstic en Segunda B con el que cumplió una excelente campaña en la Copa de la Liga de la categoría, un efímero invento federativo que le puso en el radar del Espanyol, que le reclutó en septiembre de 1983 para suplir al yugoslavo Miroslav Pavic, que apenas dirigió al equipo las dos primeras jornadas de Liga.
Azkargorta llevó un nuevo aire al club perico, innovó en conceptos de preparación física o de táctica, aportó nuevos criterios en cuanto al estilo de vida del futbolista, para que en efecto jugase como vivía. Se alejó del tópico para explicar el fútbol y abrazó la didáctica, puso en cuestión aspectos que hasta entonces parecían un dogma y clamó contra la inestabilidad del rol del entrenador. No pudo, con todo, evitar entrar en esa rueda y tomó la maleta y de paso la etiqueta de técnico errante. Nada más alejado de ello: se hizo un nombre en Latinoamérica porque allí también derribó barreras.
España se le agotó a Azkargorta en 1991, cuando el Tenerife le despidió pocos meses después de ayudarle a salvar la máxima categoría en una agónica promoción contra el Deportivo que el club insular resolvió con un gol en Riazor. Se fue con 230 partidos dirigidos en Primera porque entre Espanyol y Tenerife también trabajó para Valladolid y Sevilla. “Me llamaban solo para cuando los equipos tenían problemas, no para empezar un proyecto”, explicó tiempo después con cierto despecho.
Aquella destitución en Tenerife le abrió una puerta a lo desconocido, a una oferta de la selección de Bolivia, que había disputado el Mundial de 1930 tras obtener una invitación para engrosar el cartel de participantes y había acudido también desde la reserva al de 1950 tras las retiradas de Argentina y Perú en la fase de clasificación. Bolivia siempre había sido un paria en el fútbol del cono sur americano, pero Azkargorta le sacó lustre a una generación dorada (Erwin “Platini” Sánchez, Etcheverry, Cristaldo, Peña…) para lograr la primera clasificación para el Mundial, la única hasta la fecha.
Aquella Bolivia de 1994 ya había impactado antes del Mundial en el que se mostró en el partido inaugural ante Alemania que decidió un gol de Klinsmann, empató con Corea del Sur (0-0) y cayó ante España (1-3). Un año antes había derrotado a Brasil en la fase de clasificación en un memorable partido disputado en La Paz y dejado atrás a la Uruguay de Francescoli y Rubén Sosa. Azkargorta se situó en el escaparate, pero ni así regresó a España y fomentó una imagen de nomadismo, primero en una fallida experiencia al frente de la selección chilena -“que una vez muerto el perro se acabe la rabia”, dijo en su despedida-, luego como campeón de la liga japonesa con Yokohama Marinos, también en una breve experiencia en el Chivas mexicano tras un parón de siete años que le acabó de alejar del foco y en el que estuvo al frente de las Escuelas Internacionales del Real Madrid en un trabajo formativo.
Siempre regresó a Bolivia. Le llamaron “ilustre desconocido” cuando llegó y terminó por convertirse en ídolo y referencia antes del un último baile que consistió en llevar a un club del país, Bolívar, al mayor tope en la Copa Libertadores, semifinalista en 2014. Allí encontró un hogar y llegaron a ofrecerle ser ministro. “Vine aquí por un corazón y no por un balón”, explicaba. Precisamente fue el corazón el que le llevaba un tiempo fallando y desencadenó un fallecimiento que llega demasiado pronto, en esa tierra de adopción que ya sentía tan suya como su Azpeitia natal.
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