Borges y el Real Madrid
La tecnología a veces consigue que nos olvidemos de que el ser humano inventó el fuego sin 5G


Va a haber un momento el miércoles en el Bernabéu ante el Arsenal, y quizá no sea un momento aparentemente decisivo ni un momento que aparentemente llegue a tiempo, en que el Real Madrid se va a ver como Borges en Nueva York delante de un ascensor que se demoraba mucho y dijo a su asistente: “Vamos por la escalera, que está totalmente inventada”. Es una obra de arte esa frase, se mire por donde se mire. Efectivamente: la tecnología a veces consigue que nos olvidemos de que el ser humano inventó el fuego sin 5G.
Y subiendo por la escalera uno se cansará más, pero llegará antes que subiendo en ascensor, o al menos tendrá la seguridad de llegar, pues hay más probabilidades de que falle el ascensor que de que falle el cuerpo. Será, ya digo, un momento que pocos en el campo detectarán y apenas nadie en la grada: quizá Asencio levantando la cabeza para buscar un pase largo como contra el City, pero con Mbappé mejor marcado, y decida jugarlo en corto; quizá Vini midiendo con la mirada a su marcador como mide la serpiente a su presa, pero optando por guardar energía para cuando esté el rival menos protegido; quizá Modric, ante la urgencia de remontar y ante la prisa de la afición histérica en el minuto tres, decida enfriar la cabeza y el balón y ponerse a jugar despacio. Hacer algo que está totalmente inventado, que es subir la escalera durante noventa minutos, y no esperar al ascensor que llega, cuando llega, si llega y no se estropea, en el 87.
Será, en cualquier caso, una decisión que tendrán que tomar jugadores menos expertos en períodos de calma que en períodos de fiebre, o sea una decisión improbable. Y si eso no ocurre (si nadie recuerda a tiempo que el partido dura 90 minutos y no cinco, y que se llega antes a la portería contraria jugando despacio que jugando rápido) se depositará todo, juego y esperanzas, en manos de la locura. Una más de Borges (son días de lecturas borgianas, eso que ganamos) a propósito del Real Madrid y su necesidad de jugarlo todo, todo el rato, a la carta de los milagros, uno tras otro: cuando leyó Cien años de soledad, dijo que era extraordinaria, pero que con 50 años hubiera bastado.
Uno nunca sabe cuándo es suficiente. Observen la entrada de Mbappé, roja directa, a Blanco en el partido contra el Alavés. ¿Serán suficientes tres partidos o habrá que ir a cuatro, y Mbappé se pierde la final de Copa? ¿Tomará nota un defensa del Arsenal y se dedicará a sacarle de quicio para dejar al Madrid con 10? ¿Cuántos años lleva en la élite Mbappé y con cuántos defensas parecidos se ha tenido que cruzar para que esto le pille de nuevas? ¿Por qué escaleras vas a subir si te pones a dar patadas, alma de cántaro, ya en el vestíbulo?
Si en el minuto 80 el Madrid aún está vivo, es decir no está perdiendo 0-4, podremos recordar aquel momento, un segundo antes de dejar de creer, en que un joven estudiante irrumpió en la clase que Borges impartía para anunciar que había muerto en Bolivia Ernesto Che Guevara, y que se suspendían las clases en señal de homenaje. El escritor dijo que ese homenaje podía esperar, y que él no se iba. “Usted se va”, insistió el revoltoso. “Yo no me voy a ninguna parte, sáqueme usted de aquí”. El joven anunció entonces que cortaría la luz. Y Borges, emulando al Madrid derrotado pendiente siempre de la remontada, respondió: “He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”.
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