Paco Seirul·lo: “El jugador hace el juego; la táctica no hace al jugador”
El expreparador físico del Barcelona se empapó de Guardiola y antes de Cruyff, de la misma manera que ambos fueron una esponja de él
Paco Seirul·lo (Salamanca, 1945) es un científico reconocido en el mundo del deporte, número 1 de la primera promoción de INEF salida en 1972 de Madrid, que se explica como el mejor de los humanistas, fuente inagotable de conocimiento desde que en su trayectoria como atleta y preparador físico se cruzaron entrenadores como Valero Rivera, Johan Cruyff o Pep Guardiola. A sus 78 años, pasea como un sabio tan discreto como elegante, la melena bien peinada, el andar pausado y la voz suave, como si no quisiera llamar la atención, por más requerido que sea por profesores, alumnos, jugadores y entrenadores.
El periodista Simon Kuper le calificó como un filósofo parisino y en el Camp Nou es conocido como el “druida” por tener las claves del éxito del Barça. La fórmula quedó impresa en el libro ADN Barça (Roca Editorial) después de ser despedido antes de que pudiera decir adiós y quedara en suspenso el Área de Metodología del Barcelona. A Seirul·lo, recuperado de una neumonía que le tuvo diez días con antibióticos en una cama de hospital, no le alcanza con ver, sino que necesita sentir para opinar con conocimiento de causa y, por tanto, como ya no va al estadio, es de los pocos que no se pronuncia sobre el Barça de Flick.
Hay una razón romántica, porque se emociona con el Barça —ojos que no ven, corazón que no siente— y también profesional: “No miro los partidos y, si el equipo ha ganado, entonces veo el resumen, aunque no sirva para gran cosa. Lo que pasa es que ya no tengo que informar a nadie de lo que veo y siento”, advierte Seirul·lo. “Todos los entrenadores que han estado desde Guardiola me han dicho ‘vente, pásate cuando quieras’, pero no es lo mismo que estar. Lo que he vivido es imposible que se pueda volver a vivir. Estoy muy agradecido a la naturaleza y al Barça”.
No ha perdido identificación con la cantera azulgrana, y con los jugadores que conoce desde muy niños, ni con la preparación física, ahora dirigida por un alumno aventajado y amigo suyo como es Julio Tous. “Al futbolista que ha estado más de tres años en la Masia se le nota algo especial en su juego y manera de relacionarse. Todos los chicos que han salido ahora y sobresalen en el primer equipo, chicos que conocí de pequeños cuando ingresaron en el club, han estado en el fútbol base y han participado de una metodología que consiste en creer en el jugador más que en el juego. El jugador hace el juego y no la táctica hace al jugador. Cruyff decía siempre que el balón tiene que circular limpio, no hay que pegarle muy fuerte porque le duele; hay que darle el toque justo para que fluya y tenga su personalidad, nada de utilizarlo como una piedra. Los entrenadores no deben coartar la esencia del futbolista”, prosigue Seirul·lo.
“Cruyff y Guardiola, que es la continuidad de Cruyff, proponen cosas que no he visto en los demás —por muy buenos entrenadores que sean— a partir de la relación y comunicación de los jugadores con el balón”, insiste, como si Cruyff todavía viviera, consciente de la vigencia de su legado. “Advierten el gran entendimiento que se establece entre los jugadores, una interacción que es hasta secreta u oculta y que se manifiesta en las acciones de finalización. Hablamos de continuas energías que circulan a través de la pelota y que tú percibes cuando está a punto de que pase algo, de meter un gol; es una especie de sensación, de vibración”. Así se explica que precise estar a pie de campo para percibir el fútbol que le gusta del Barça.
Necesita ver cómo se perfila el jugador, la manera en que se desplaza para recibir la pelota, la calidad de su pase: “Messi no toca el balón como lo hacía Iniesta, porque los jugadores se sienten muy identificados con su yo cuando dan un pase, pero había que ver la manera en que ambos se comunicaban”. Seirul·lo siente una debilidad especial por Iniesta. “Cuando veía que lo que él hacía por los demás no era suficiente para ganar entonces empezaba a jugar y a meter el gol que nadie lograba meter. No es casualidad que en el Mundial de Sudáfrica llevara puesta la camiseta con el nombre de Jarque. Es la convicción que tienen determinados jugadores porque durante su formación se ha respetado su personalidad”. Y remata: “Esa es la esencia del ADN que yo he conocido y lo que hemos hecho en el Barça: respetar la personalidad de cada jugador y fomentar la comunicación e interacción entre ellos. El factor humano establece un ámbito de relaciones invisibles, de comunicaciones interpersonales. Nadie comprende mejor el juego en una dimensión socio-afectiva que Guardiola”.
Seirul·lo se empapó de Guardiola y antes de Cruyff de la misma manera que ambos fueron una esponja de Seirul·lo. Los tres han compartido ideario después de formar parte de un mismo equipo y entrenar en la misma cancha durante los mejores años del Barcelona. “Cruyff decía: dejad que los jugadores sean como son”, reitera. “La inteligencia, el jugar bien, prioriza a la competitividad. No es una cuestión de datos, ni de números, ni de kilómetros, sino de toques, de pases, de jugar de cara y al primer toque, de aunar espacio y tiempo. El fútbol es de los pocos deportes de equipo en que el entrenador puede admitir la creatividad del jugador y respetar su naturaleza; en otros se juega más con el control y la impronta del técnico se ve a través del sistema. El futbolista tiene más libertad porque se trata de compensar la deficiencia que supone jugar con el pie; y es justamente esta deficiencia la que hace que la impronta personal vaya transmitida en cada pase. El deseo”.
No le importa que pueda ser considerado un nostálgico ni tampoco que su argumentario pueda ser difícil de descifrar, distante como se siente del fútbol moderno entendido como tal: “Tengo la idea de que tiene un límite porque la velocidad tiene un límite. Ahora se intenta llegar a la portería cuanto antes y se trata de recuperar el balón cuanto antes, un plan que desvirtúa la comunicación, la creatividad, la independencia del jugador. Incluso las palabras que se utilizan —como contundencia—, se refieren a la fuerza y a la velocidad y no para ayudar al futbolista a conocer el juego”.
Aunque no se atreve a juzgar el camino que sigue el Barça de Flick, sugiere la necesidad de que el equipo “juegue combinando a lo ancho y lo largo del campo y no solo a lo largo para ser más vertical en busca del gol. Si mezclas los dos en cualquier momento puede acontecer la tormenta perfecta mientras que si solo utilizas el juego largo entonces tiene un límite”.
Seirul·lo habla y escucha, ya sea en un restaurante o en un aula, en una charla o en una clase, siempre ocupado por más alejado que haya quedado de las instalaciones del FC Barcelona desde hace dos años, 47 después de un trabajo continuado. Los jugadores y los exjugadores le quieren tanto como los estudiantes y los maestros, aquellos que se interesan por el fútbol, por el atletismo, por el balonmano, por las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Ahí queda su libro para quienes quieran abundar en el conocimiento del juego. “Pensé que igual podía venir bien a los que llegaran después al club, por si les servía, que supieran lo que se había hecho; me parecía una pena no dejar nada, sentía como un vacío”, acaba Seirul·lo antes de recordar a Dante Panzieri y “la dinámica de lo impensado”. “Cualquier sistema es una pantomima que intenta simplificar lo que hay. El fútbol para ser serio tiene que ser juego”. Palabra de Paco Seirul·lo.
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