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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Final

Final es también cuando rellenas las ultimas líneas de tu ultimo artículo y piensas en todas esas ideas, todas esas reflexiones, todos esos paisajes futboleros que has querido trasmitir

Andoni Zubizarreta, durante su primer día como director deportivo del Oporto.
Andoni Zubizarreta, durante su primer día como director deportivo del Oporto.EFE
Andoni Zubizarreta

Wembley y final de Champions se suelen relacionar, y no solo, con el Barça y algunos de los mejores momentos de su historia. Es por eso muy singular que el Real Madrid, el gran conquistador de esta competición no haya ganado, ni jugado, una final en el templo de los padres del fútbol, en el venerado panteón blaugrana, en el mítico Wembley.

Si una final es el acto que da por concluida una temporada, algo así como la fiesta de final de curso, una final de Champions League es el acto de clausura solemne de la temporada de clubes en Europa. La cita a la que todos quieren, queremos, asistir en calidad de protagonistas, vamos, de los que se juegan el trofeo en el césped, pero que también congrega a todo el fútbol, en sus diversas capas, elementos, agentes, medios, negocios y actividades diversas que tienen relación con el balón de fútbol.

Lo vimos en Bilbao hace una semana con la marea de aficionados y aficionadas blaugranas que inundaron el Botxo pero también con los reservados de los restaurantes llenos de profesionales que buscaban contactos, relaciones, informaciones o sencillos momentos para el reencuentro.

Pues transformemos, si se puede, la escala Bilbao a la escala Londres y tendremos todo eso que se va a mover en esto del fútbol y que no tiene nada que ver, ni se va afectar, ni se va a emocionar, con lo que suceda en el inmaculado césped de Wembley pero que constituye una parte del motor que mueve el fútbol.

La otra es ese mundo de emociones, miedos, supersticiones, esperanzas e ilusiones con las que los seguidores del Real Madrid y Borussia Dortmund llegarán a tierras inglesas para celebrar que son los grandes protagonistas de lo que se celebra y teñirán las calles londinenses de cantos, colores y rituales. En eso tienen algo de terreno avanzado los alemanes, ya que ellos sí que han estado en Wembley para dirimir la propiedad de la Orejona, solo que como aquello acabó mal para su colores buscarán la manera de cambiar la suerte, tal vez otra camiseta, tal vez otra gorra, tal vez otra ropa interior, qué sé yo, lo que haga falta para romper con el mal fario.

Pero claro, si uno habla de pasiones y de fútbol solo hay que abrir la ventana de la imaginación olfativa para situarte en la madrugada de este jueves en El Pireo, y sentir la pulsación orgullosa de una afición que celebraba entre bengalas, humos y canciones que su Olympiacos ha conseguido el primer título europeo para un club griego. Y que en ese altar clásico tienen un nuevo dios que se llama José Luis Mendilibar, ese que miraba con cara de orgullo, satisfacción y algo de magia esa medalla que confirmaba que tras aquello que se consideraba el milagro de Budapest con el Sevilla, una de esa excepciones que hacen maravilloso el fútbol, había vuelto al último escalón de una competición europea y había vuelto a convertir las ruinas de Olympiacos en un vergel en el que florecía la Conference League y la alegría se desbordaba, no en todos los barrios, no en todas las casas que por allí también saben mucho de rivalidades y colores, de la capital griega.

Final es también ese momento en el que un presidente, también vale vicepresidente, aparece por tu despacho y te dice que tu tiempo en un club ha acabado y que tocan tiempos de recoger, plegar y volverte a tu casa entre dolido, sorprendido, extrañado, y tal vez, solo tal vez, un poco descansado.

Final es también cuando rellenas las ultimas líneas de tu ultimo artículo y piensas en todas esas ideas, todas esas reflexiones, todos esos paisajes futboleros que has querido trasmitir y que ahora tocará ver, mirar, observar, aprender desde otra ciudad, otro país, otros colores, ahora azul y blancos. Como dijo aquel, suena el timbre y se acabó el recreo. Les espero en Oporto y como dicen por allí: “Até já”.

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