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‘Copa 71′: cuando más de 100.000 personas asistieron a la final de un Mundial Femenino olvidado por la historia del fútbol

El documental, producido por las hermanas Williams, rememora la Copa Mundial Femenina de México 1971, que rompió récords de asistencia en el deporte femenino

La delantera danesa, Susanne Augustensen, levanta el trofeo del mundial femenino de 1971 en el Estadio Azteca
La delantera danesa, Susanne Augustensen, levanta el trofeo del mundial femenino de 1971 en el Estadio Azteca, en una imagen cedida por la producción de Copa 71.Dogwoof

La FIFA considera que la primera Copa Mundial femenina se jugó en 1991, pero 20 años antes ya había mujeres llenando grandes estadios y jugando fútbol internacional. El Mundial Femenino de México 1971 no fue una competición ordinaria. Era una celebración del talento y la determinación de mujeres que desafiaron las expectativas. En el torneo se rompió un récord de asistencia que se mantiene a día de hoy en el deporte femenino: La final en la que Dinamarca venció 3-0 al equipo anfitrión se jugó ante 112.500 personas en el Estadio Azteca. A pesar de ser presenciado por multitudes y ser uno de los momentos más destacables del fútbol, fue borrado de la historia deportiva, olvidado y silenciado durante décadas. Hasta ahora. El documental Copa 71, producido por las hermanas Venus y Serena Williams, revive la extraordinaria historia de la competición y sus jugadoras. Se ha estrenado este jueves en la plataforma de Netflix en España y Latinoamérica.

Entre fragmentos de los partidos, entrevistas a las propias jugadoras y charlas con figuras del balompié femenino actual, el largometraje retrata la resistencia que las futbolistas enfrentaron en un deporte dominado por hombres. Las criticaron, sexualizaron y se burlaron. “El fútbol se vuelve sexy”, “Me hacen reír, es un chiste”, “Ahora hasta las viejas van a estar en una selección, en un mundial, ¿quién las va a ir a ver?” Son algunas de las célebres frases que acecharon a las futbolistas durante el torneo. Ellas sólo querían jugar fútbol.

Copa 71 quiere cambiar la forma en que se recuerda la historia del deporte entre mujeres. En una conversación con EL PAÍS, los directores, Rachel Ramsay y James Erskine reconocen que sacar adelante una película sobre fútbol femenino fue un desafío. El documental muestra por primera vez imágenes y vídeos inéditos de los nueve partidos que se jugaron en suelo mexicano durante aquel campeonato, disputado entre seis selecciones: Argentina, México, Inglaterra, Italia, Francia y Dinamarca.

El material no fue fácil de encontrar, pues estaba archivado en una biblioteca de Ciudad de México: “El reto más grande fue encontrar información general sobre el torneo, contrario a lo que sucede con las competiciones masculinas, que encuentras vídeos hasta de los primeros mundiales en YouTube”, reclama Ramsay. “Muchas de ellas, que llegaron a llenar estadios, nunca se habían visto jugar a sí mismas en vídeo hasta que las invitamos al estreno del documental. Eso debió ser todo un viaje emocional”, completa Erskine.

Tampoco Ramsey o Erskine sabían de la existencia de ese Mundial. Cuentan que se enteraron del torneo durante la pandemia de Covid escuchando a una de las jugadoras de Inglaterra en la radio, pero no había registros en internet al respecto. “Ni siquiera había una página de Wikipedia. Se había caído completamente de la historia. ¿Cómo podría desaparecer algo tan grande?”, apuntan.

En la realización del documental encontraron respuesta a esa pregunta: el olvido del torneo fue producto de algo planeado y no una casualidad. “Que el deporte masculino se desarrollara más rápido que el femenino no fue algo inevitable, sino que siempre ha sido una decisión. El fútbol masculino siempre ha tenido un mejor escenario, un mejor horario y una mejor cobertura”, apunta el británico. “Si ves la historia oficial de la FIFA, parece que el fútbol femenino fue inventado en los noventa”, continúa Ramsay, “sin embargo, creíamos que era relevante demostrar que, décadas atrás, en los años setenta, el fútbol jugado por mujeres ya era capaz de llenar grandes escenarios y disputarse al más alto nivel entre selecciones de todo el mundo”, concluye la directora que debuta en este rol con Copa 71.

Los propios partidos tuvieron suficiente drama para su propia película. Las imágenes muestran encuentros competitivos de alta calidad, evidencia de que esto no era simplemente un juego de exhibición, así como acusaciones de amaño de partidos. Una pelea masiva que tuvo lugar entre jugadoras en la semifinal entre México e Italia desencadenó un mal sentimiento que perdura hasta hoy. También hubo algunas actuaciones individuales excelentes: Dinamarca ganó la final gracias a un hat-trick de Susanne Augustesen, de 15 años.

La historia de aquel mundial

En 1970, un año atrás, Italia y Brasil se disputaron la final del mundial masculino, que se transmitió a color por primera vez en la historia. Y solo 15 meses después, el mismo recinto, el Estadio Azteca, reunió nuevamente a 100 mil almas para otro mundial. Pero en esta ocasión, Pelé era una mujer: Alicia Vargas. Una jugadora mexicana a la que la prensa italiana de la época apodó así en honor al brasileño, por su técnica, velocidad y dominio del balón. Más tarde, junto a dos compañeras, ingresaría al salón de la fama del futbol internacional y sería reconocida como la tercera mejor futbolista de la CONCACAF del siglo XX. Este fue uno de los pocos reconocimientos oficiales que se les dio a las jugadoras olvidadas.

A Vargas la acompañaba una joven selección mexicana donde casi todas eran adolescentes. Y similar era el caso de sus rivales. Pero mientras que a ellas las convocaron para soñar, los hombres detrás de la organización vieron una oportunidad. No eran años fáciles para el país anfitrión, pues aún se escuchaba el eco de las matanzas estudiantiles de 1968 en Tlatelolco, y el Halconazo de junio del 71. El Gobierno mexicano buscaba mostrar al mundo que era un país que se estrenaba en la modernidad y en el desarrollo. Y lo intentó con el deporte: en un margen de cuatro años, se organizaron unos Juegos Olímpicos y dos mundiales de fútbol.

Inspirados por el éxito que tuvo el mundial masculino del año anterior, fueron empresarios mexicanos los que invitaron a las selecciones extranjeras y consiguieron que se repitiera un encuentro mundial como el de 1970 en Italia. Pidieron a la FIFA que avalara la cita y la máxima autoridad del fútbol internacional no solo se negó, sino que amenazó a la federación mexicana con un posible veto si prestaba sus estadios para ello. Pero las sedes del torneo, el Azteca y el Estadio Jalisco, pertenecían a Televisa, la misma compañía que iba a televisar los encuentros. “Televisa no estaba tratando de promover la igualdad de género, era un negocio. Comenzaba la era del fútbol espectáculo y había dinero que ganar con el fútbol femenino”, asegura Giovanni Pérez, historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El torneo era similar al de los mundiales masculinos de la época: patrocinios, cobertura televisiva, mercancía y multitudes de fanáticos aclamando partido tras partido, pero con una gran diferencia: no hubo sueldo. El documental muestra un ataque mediático que sufrió el equipo mexicano un día antes de enfrentarse a Dinamarca en la final. Las criticaron por exigir un salario.

La jugadora Lourdes de la Rosa, originaria de la Ciudad de México, era la menor de su selección. Relata a EL PAÍS que a pesar de jugar, participar en eventos y grabar comerciales, nunca les pagaron. Solo recibió dinero aquel día que un empresario mexicano fue a visitarles y sacó de su cartera 500 pesos (unos 27 euros) para cada una. De la Rosa, que antes jugaba con zapatos al fútbol, fue al centro comercial a comprar un par de tenis, unos pantalones y un perfume Chanel Nº 5. Tenía entonces 17 años.

A través de las historias personales de las jugadoras, el documental demuestra que la grandeza no siempre se mide por la fama o el reconocimiento del público. El destino fue injusto con estas mujeres, pero su fuerza allanó el camino para las vinieron después. Solo querían jugar al fútbol, pero sin saberlo, cambiaron su historia.

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