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Cuando los aficionados más modestos se burlaban del Manchester City

El vigente campeón de Europa descendió hace 25 años hasta el punto clasificatorio más bajo de su historia, la tercera categoría, de donde escapó con agonía. Un viaje al ‘extinto’ club ‘citizen’

Manchester City
Los jugadores del City, siguiendo la tanda de penaltis contra el Gillingham que les dio el ascenso a la Segunda División en 1999.Alex Livesey (Getty Images)
Lorenzo Calonge

Macclesfield y su estadio de 1891 están a 35 kilómetros de Mánchester, pero a años luz en nivel futbolístico. Sin embargo, allí fue el City el 12 de septiembre de 1998 para disputar la séptima jornada de la tercera categoría inglesa. Nunca antes (ni después) los citizen habían caído a una división tan baja y nunca el Macclesfield Town había llegado tan alto. “Es un club minúsculo [hoy compite en el séptimo escalón], pero aquel día jugaron como iguales. Sus aficionados no pararon de abuchear a los del City y cantarles que eran una vergüenza, que ya no eran famosos... Me dio mucha pena que soportaran esa ignominia, no se lo merecían. Al menos, rieron los últimos esa tarde porque ganaron en el último minuto”, recuerda Mark Hodkinson, escritor y periodista inglés al que el diario The Times encargó que siguiera durante toda esa temporada 1998-99 las aventuras del, entonces, hermano pobre de Mánchester por las profundidades del fútbol británico. Su recopilación de columnas se plasmó luego en el libro Blue moon. Un viaje al City sufriente y raso, nada que ver con el actual.

Se cumplen 25 años de aquel episodio que marcó el peor punto clasificatorio de la historia citizen, hoy brillante campeón de Europa, y que abrió un enorme socavón entre los dos equipos de la ciudad. Mientras el United fascinaba al mundo con la remontada en la final de la Champions ante el Bayern en el Camp Nou, que culminaba un histórico triplete, los jugadores del City debían salirse del vestuario del campo del Colchester porque el utillero no tenía espacio para dejar el material. Mientras Old Trafford era conocido como el “Teatro de los Sueños”, un sector de la prensa calificaba el viejo estadio citizen (Maine Road) como “el teatro de la comedia”.

“En Mánchester, los clubes han tenido probablemente el mismo apoyo en el último medio siglo, aunque la percepción en ese momento es que era fácil apoyar al United, mientras que seguir al City era una prueba de lealtad y compromiso porque el club pasó por grandes adversidades. Sus seguidores apreciaban en secreto esta condición de desvalidos y eso les hacía más fieles. Los aficionados del United se habían burlado de ellos, los habían ridiculizado, y eso dolía”, explica Hodkinson.

Sobre la hinchada, llegó a caer, incluso, el calificativo de “masoquistas”. “Eso ya es, en gran parte, algo del pasado”, aclara el escritor británico. “Han tenido que cambiar por completo su imagen de sí mismos y adaptarse a ser los señores del fútbol inglés, pero creo que sus viejas cualidades de pragmatismo y cierta humildad se mantendrán durante muchos años porque están en su ADN. En general, es gente de fútbol buena, recia y honesta, que ha visto el lado más oscuro y ahora disfruta del sol mientras dura. Al fin y al cabo, siempre se acaba, sobre todo en Inglaterra”, apunta con humor sutil el autor Mark Hodkinson.

La hinchada ‘citizen’ llegó a recibir el calificativo de “masoquista”

Hasta ese descenso al sótano, en las vitrinas del City apenas había dos Ligas sueltas (36-37 y 67-68), cuatro FA Cup, dos Copas de la Liga, tres Community Shields y una Recopa. Una buena racha a finales de los sesenta fue lo mejor que habían producido. A partir de 2008, la compra de Abu Dabi y, sobre todo, el liderazgo de Pep Guardiola los auparon a la cima. Desde entonces, siete Premier, una Copa de Europa, tres FA Cup, seis Copas de la Liga, una Supercopa de Europa, un Mundialito y tres Community Shields.

Después de recorrer las carreteras secundarias del fútbol inglés, aquel curso 98-99 se cerró con alivio en la final del ascenso a Segunda. Si el United había marcado dos goles en el descuento para ganar la Champions, cuatro días después el City elevó aún más el dramatismo de la remontada, pero ante el Gillingham (en Wembley) y para escapar del pozo de la tercera categoría. El rival le había marcado en el 81 y 87, la megafonía ya había anunciado que el portero contrario (Vince Bartram) era el “Man of the match” (jugador del partido), cuando Kevin Horlock acortó distancias y Paul Dickov igualó en el 97. En los penaltis, confirmó el volteo.

El jugador del City Paul Dickov, contra Guy Butters, del Gillingham, en 1999.
El jugador del City Paul Dickov, contra Guy Butters, del Gillingham, en 1999.David Rawcliffe - EMPICS (PA Images via Getty Images)

“Llegamos a tener 56 jugadores porque a cada entrenador se le permitía fichar, lo despedían, entraba otro, firmaba otro montón de futbolistas, era despedido…”, relataba Dickov, el héroe de los tiempos pobres, en un reportaje en The Guardian. “Eso puede crear una atmósfera venenosa, pero Joe [Royle, el técnico] se las arregló para sacar a los que querían salir, mantener contentos a los que querían irse pero no lo hicieron, y tener su plantilla”, valoró el delantero.

“Seguir al equipo fue una prueba de compromiso y lealtad”
Mark Hodkinson, escritor que narró el año en Tercera

Huidos de las catacumbas, en la campaña siguiente (2000) regresaron a la Premier, aunque aún debieron esperar casi una década para el gran salto. Volvieron a descender a Segunda en 2001, ascendieron al curso siguiente, en 2003 se mudaron al Etihad (en el solar de Maine Road levantaron viviendas), en 2007 compró el club el ex primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, por 121 millones de euros, y un año después lo adquirió Abu Dabi por 250. El inicio del cambio.

“El fichaje de Robinho [43 millones al Madrid en 2008] fue el momento en que todos se dieron cuenta de que el City estaba a punto de reinventarse”, apunta Mark Hodkinson. Dos años antes, se habían gastado 6,5 millones. No obstante, hasta 2011, con Roberto Mancini en el banquillo, no entraron en Champions.

“El City era un club muy típico, que oscilaba entre un rendimiento mediocre y razonablemente alto. Al principio, algunos aficionados echaban de menos la versión más casera [el sueco Sven-Göran Eriksson fue en 2007 el primer entrenador no británico] y también tenían sus reservas sobre cómo se obtenía el dinero. Pero la mayoría lo acogió con alegría. Ahora, a muchos incluso les cuesta creer que esto esté ocurriendo después de tantos años de esfuerzo y fracaso”, cierra Hodkinson, testigo y narrador hace 25 años de la triste travesía del actual campeón de Europa.

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